Theo
He observado a Nina con los niños y me doy cuenta de que no podré solo.
Agradezco la ayuda que me dio con Sophie. No solamente la calmó, sino que la ayudó a ducharse, la peinó y coloreó con ella después de que ambos policías se fueran. Sin ella habría estado perdido.
¿Qué voy a hacer? No tengo idea que hacer con una niña que nunca deseé tener. Y lo peor es que, si decido quedarme con ella, me vigilará durante un tiempo para asegurarse de que soy un buen padre, por lo que debo dedicarle tiempo porque no puedo contratar a una niñera y dejársela a tiempo completo. Le sugerí eso a Nina y dijo que estaba bien lo de la niñera, pero que tendría que ajustar mis horarios y prioridades.
Podría conseguir alguna familia que se ocupara de ella, sin embargo no considero que eso esté bien. Si es mi hija, lleva mi sangre y jamás podría dejarla desamparada. No es un bebé que no me recordara y no quiero que diga que su padre la abandonó.
A pesar de tener seis años es muy madura e inteligente. Es directa para decir las cosas y habla claro. Me gusta eso de ella y me recuerda a mí de niño.
Nina se levanta y se acerca con una sonrisa radiante.
Ahora sé que tiene treinta años y es maestra. Ella y su amiga tienen una escuela de arte y dan clases pintura a niños entre seis y diez años. O sea, pasó todo el día con niños y se ve bien. Yo apenas llevo menos de un día con una niña y pareciera que me hubieran dado una paliza. Supongo que ella ama estar con niños tanto como yo en tribunales.
—Ya debo irme. —exclama.
Intento no entrar en pánico. No sé ve bien que luzca desesperado.
—¿Siempre cuidas de tu sobrino?
—Mi hermano y su esposa se la pasan trabajando y me ofrecí a cuidar a Ty para evitar que lo enviaran a un internado. Se supone que serían unas horas durante las tardes y ¡Sopresa! No ha sido así.
»No son malas personas y quieren a Tyler, solo que quieren más su trabajo o eso supongo. No me molesta cuidar de él, es un niño muy tierno y tranquilo, además amo a los niños, pero no soy su madre.
Miro a Sophie sentada en el suelo bebiendo un vaso de leche.
—Sophie tiene madre y no la quiere.
—Es una buena niña y encantadora. No tiene idea de lo que se pierde. —musita con una sombra de tristeza.
Nina voltea un momento hacia los niños y le dice a Tyler que es hora de irse, el niño se pone de pie con lentitud, Sophie también se levanta y lo sigue de cerca.
—¿Mañana vendrás? —pregunta ella a Tyler.
El niño se encoge de hombros y mira a su tía.
—Ya veremos. Es viernes y tu padre dijo que te llevaría a acampar el fin de semana.
Tyler hace mala cara.
—Me dice que vamos a hacer muchas cosas y nunca las hacemos—comenta con tristeza—. No me gusta acampar.
Nina suspira y acaricia la cabeza de su sobrino.
—Bueno, si eso no pasa, comemos pizza y helado.
Sophie pasea la mirada entre tía y sobrino. Puedo notar el brillo de su mirada. Oh no, que no empiece a llorar en cuanto Nina se vaya o no sabré que hacer.
—Mamá no quiere que coma esas cosas. —resalta Tyler.
—Si ella no está y tú y yo no decimos nada, podemos fingir que comimos ensalada.
El niño ríe y la abraza.
—Eres la mejor, tía.
—Tú estás invitada, Sophie. —agrega Nina mirando a la niña.
—¿De verdad? —sus ojos se agradan y dibuja una sonrisa que traspasa mi alma—. Gracias.
Nos despedimos de los vecinos, acompaño a ambos a la puerta y agradezco una vez a Nina por haberme salvado.
—Llámame si necesitas algo. Al parecer pasaré la noche aquí… Me refiero al lado, en casa de mi hermano, no en tu cama, digo casa… ¿Por qué dije eso? —asomo una sonrisa—. Olvídalo, es el cansancio. Haz de cuenta que no dije nada. Mejor me voy. Buenas noches.
Niego con la cabeza riendo, cierro la puerta y regreso a la sala donde Sophie está juntando los platos.
—¿Sophie, qué haces?
Ella se detiene y parpadea.
—Levantar los platos. La abuela decía que siempre hay que mantener el orden. Después de comer levantaba mi plato y lo llevaba a la cocina para que ella lavara.
—No tienes que hacer eso. Yo puedo hacerlo.
—No voy a romperlo.
—No importa. Fue un día largo y es hora que descanses.
Me arrimo a la mesa de la sala, coloco todo en la bandeja y lo llevo a la cocina seguida de Sophie.
—¿Y tu perro Max?
—¿Cómo sabes…? —volteo y ella me señala la enorme cama del perro con el nombre grabado—. Se encuentra en el veterinario. Pasará la noche allá en observación porque se sentía mal. Mañana iré a recogerlo. ¿Sabes leer?
—Oh pobrecito. Espero no se sienta solo—suspira—. Claro que sé leer. La abuela me enseñó el verano pasado. Decía que soy como una esponja absorbiendo información. No sé que significa eso y no pregunté para no quedar como tonta… ¿Las esponjas absorben información? Yo pensaba que nada más agua y el líquido que hace espuma.