Aprendiendo a amarte

Cada vez mas cerca

La tarde en la oficina transcurría con normalidad, pero una sensación de tensión en el aire anticipaba lo inevitable. Sofía no podía dejar de pensar en el encuentro con Carla y la inquietante conexión que había despertado entre ella y Zeus. Sin embargo, la vida en la oficina debía continuar, así que se esforzó por mantener su mente enfocada en el trabajo.

Mientras revisaban algunos documentos, de repente, un pequeño movimiento llamó su atención. Una araña, pequeña pero intrusiva, se deslizaba por el escritorio de Zeus. Sofía sintió cómo el pánico la invadía.

“¡Zeus!” gritó, incapaz de contener su miedo. “¡Hay una araña!”

Zeus miró hacia donde ella señalaba y soltó una risa suave. “No es nada, Sofía. Solo una pequeña araña. Pero no te preocupes, puedo sacarla.”

Sin embargo, Sofía no podía esperar. La idea de que esa criatura se acercara a ella la hizo actuar impulsivamente. “¡No, no, no! ¡Tengo que alejarme!” dijo, subiendo rápidamente al sillón de Zeus, como si fuera el lugar más seguro del mundo.

Zeus se quedó boquiabierto, sorprendido por su reacción. “Sofía, no tienes que…” comenzó a decir, pero sus palabras se ahogaron en su garganta.

En un instante de descuido, la araña desapareció detrás del escritorio, y Sofía, en un intento desesperado por evitarla, se movió. Pero su movimiento la llevó a perder el equilibrio y, en un abrir y cerrar de ojos, cayó de espaldas hacia Zeus.

Fue un momento surrealista. Sofía se encontró sentada sobre él, sus piernas a cada lado de su cintura. La mirada de Zeus se llenó de sorpresa y deseo al mismo tiempo. La cercanía era abrumadora, y Sofía sintió cómo su corazón latía a mil por hora. Se dio cuenta de que su falda se había subido un poco, dejando al descubierto parte de su ropa interior.

El aire entre ellos se volvió denso y cargado de electricidad. Sofía pudo ver cómo la mirada de Zeus se desvió brevemente hacia sus piernas, y un calor abrumador le subió por el rostro. “Lo siento, lo siento tanto…” balbuceó, tratando de levantarse, pero Zeus la sostuvo con suavidad.

“No te muevas,” dijo él, su voz un susurro grave que hizo que los nervios de Sofía se agudizaran aún más.

Ella se quedó inmóvil, sintiendo cómo sus cuerpos se conectaban en un nivel que jamás había imaginado. Era como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor. Los dos estaban tan cerca que podían sentir el aliento del otro.

Sin embargo, ese momento mágico se interrumpió de inmediato. La puerta de la oficina se abrió con un golpe. Era Carla, la exnovia de Zeus, que entró justo en el instante en que Sofía estaba sobre él. Sus ojos se abrieron de par en par al ver la escena.

“Oh, qué interesante,” dijo Carla, una sonrisa sarcástica dibujándose en su rostro. La tensión en la habitación se volvió palpable, como si una tormenta estuviera a punto de estallar.

Sofía se sonrojó profundamente, y su corazón se hundió en su pecho. “No es lo que parece,” murmuró, tratando de levantarse de encima de Zeus, pero él la sostuvo suavemente, impidiéndole moverse.

“¿En serio?” preguntó Carla, cruzando los brazos. “Porque parece que te has acomodado bastante bien ahí, Sofía.”

“Carla, esto no es lo que crees,” dijo Zeus, su voz llena de frustración, pero su mirada permanecía fija en Sofía, que aún estaba en una posición comprometida.

Sofía, sintiendo que su corazón estaba a punto de estallar, finalmente logró liberarse y se levantó, tratando de acomodar su falda. La incomodidad de la situación la hizo querer desaparecer. Se sintió expuesta y vulnerable, especialmente con Carla mirándola de esa manera.

“¿Qué te trae por aquí, Carla?” preguntó Zeus, intentando desviar la atención.

“Solo vine a saludar, pero parece que estoy interrumpiendo algo,” respondió Carla, con una sonrisa que no escondía su burla. “No sabía que Sofía tenía un lugar especial en tu escritorio.”

Sofía sintió cómo su corazón se encogía ante la mirada desafiante de Carla. La tensión entre los tres era palpable, y el deseo que había crecido entre ella y Zeus parecía desvanecerse en la presencia de su exnovia.

“Lo lamento, pero necesito hablar contigo, Zeus,” continuó Carla, sin apartar la mirada de Sofía. “Sobre algunos asuntos personales.”

Sofía sintió un nudo en el estómago. No quería estar en medio de esta conversación, pero, al mismo tiempo, sabía que no podía dejar que Carla arruinara lo que había comenzado a florecer entre ella y Zeus. La necesidad de proteger su relación, aunque fuera incipiente, creció en su interior.

“Claro, podemos hablar más tarde,” dijo Zeus, su mirada aún fija en Sofía. “Te llamaré.”

Carla frunció el ceño pero asintió, lanzando una última mirada llena de insinuaciones hacia Sofía antes de salir de la oficina.

La puerta se cerró detrás de ella, y Sofía se sintió aliviada, pero la presión en el aire seguía allí. Zeus la miró, y Sofía supo que ambos estaban pensando lo mismo: la aparición de Carla había complicado las cosas, y el deseo que había entre ellos ahora estaba más amenazado que nunca.

“Lo siento,” dijo Zeus, rompiendo el silencio. “No esperaba que ella viniera hoy.”

“No importa,” respondió Sofía, aunque sabía que sí importaba. “Solo… creo que deberíamos hablar sobre lo que pasó.”

“Sí, creo que deberíamos,” dijo él, acercándose un poco más a ella.

La tensión seguía presente, y aunque la incertidumbre los rodeaba, el deseo entre ellos seguía aumentando, como una llama que luchaba por no extinguirse.




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