Sofía corría de un lado a otro en su habitación, revisando el reloj con desesperación. La reunión importante estaba a punto de comenzar, y su despertador había fallado. Mientras buscaba desesperadamente algo decente que ponerse, recordó la ayuda de su amiga antes del viaje. Ella se había encargado de empacar la ropa, lo cual ahora parecía una mala idea.
Abrió la maleta apresuradamente, solo para encontrar conjuntos diminutos y provocadores, incluyendo trajes de baño y reveladora ropa interior. Se sonrojó al ver las piezas, definitivamente no eran algo que solía usar, pero no tenía otra opción. El tiempo apremiaba, y optó por ponerse uno de los conjuntos de encaje que, aunque sexy, era todo lo que tenía a mano.
Mientras se apresuraba a cambiarse, escuchó un golpe en la puerta, pero estaba tan concentrada que no reaccionó de inmediato. En ese momento, la puerta se abrió lentamente.
—Sofía, ¿estás lista? Se te va a hacer tarde —la profunda voz de Zeus resonó en la habitación.
Sofía se congeló. Giró sobre sus talones, con los ojos muy abiertos, mientras Zeus permanecía de pie en la puerta, su mirada fija en ella. Vestida solo con su provocadora ropa interior, el ambiente se tensó de inmediato. La tentación entre ambos, que había ido en aumento, se hizo palpable.
Zeus no podía apartar los ojos de Sofía. Su piel suave, el encaje delicado que apenas cubría su cuerpo… era demasiado. Durante días había reprimido el deseo que sentía hacia ella, pero verla así lo desarmó por completo. Su respiración se hizo más pesada, y su mente comenzó a llenarse de pensamientos sobre cómo sería tenerla entre sus brazos, sentir su piel contra la suya.
—Lo siento... yo... —Sofía intentó balbucear, su rostro ardiendo de vergüenza, pero Zeus ya había dado un paso más hacia ella.
—No te preocupes... —respondió él con una voz apenas contenida, sin poder apartar la vista de ella.
El calor en la habitación aumentaba con cada segundo que pasaba. Los ojos de Zeus recorrían el cuerpo de Sofía, y cada pensamiento lógico desaparecía de su mente. Su voluntad de resistirse se desmoronaba lentamente. El deseo que ambos habían intentado ignorar ahora ardía con fuerza, y ambos sabían que no podían escapar de él por mucho más tiempo.
Sofía retrocedió un paso, tropezando ligeramente con la cama, mientras su corazón latía con fuerza. Zeus avanzaba hacia ella, con una mirada intensa, sus ojos oscurecidos por el deseo. El aire en la habitación se volvió denso, casi irrespirable. Cada movimiento era una llamada silenciosa a lo inevitable.
—No debería estar aquí —murmuró Zeus, pero su voz carecía de convicción.
Sofía sintió que el mundo se detenía. A pesar de lo que sus miedos le decían, no podía negar la atracción que sentía hacia él. Todo su cuerpo respondía a la cercanía de Zeus, la electricidad que surgía entre ellos, el calor que se incrementaba con cada paso que él daba.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —susurró ella, casi sin aire, con el corazón a punto de explotar.
Zeus no respondió de inmediato, pero el deseo era palpable. La lógica, la razón, y cualquier excusa que ambos pudieran tener ya no importaban. Estaban atrapados en esa habitación, en ese momento, y el tiempo parecía detenerse.
Cuando él llegó lo suficientemente cerca, la mano de Zeus se movió, como si no pudiera evitarlo, rozando suavemente el brazo de Sofía. El contacto fue un disparo directo a sus sentidos. Sofía cerró los ojos por un momento, sintiendo cómo su piel ardía bajo su toque, como si su cuerpo lo hubiera estado esperando desde siempre.
—Es... complicado —Zeus respiraba con dificultad, pero su mano ya no se detenía. Acarició su brazo con más firmeza, deslizando sus dedos hacia su cintura. No había vuelta atrás.
Sofía temblaba bajo su toque, pero no de miedo. Era el deseo, ese deseo que había estado tratando de ignorar durante semanas, que ahora quemaba su interior. Abrió los ojos, encontrándose con la mirada de Zeus. Estaba tan cerca que podía sentir su aliento cálido sobre su rostro.
—No puedo resistir más —murmuró él con la voz quebrada, sus labios rozando los de Sofía, apenas un susurro entre ellos.
Ella no respondió. No lo necesitaba. Su cuerpo entero respondió a las palabras de Zeus, inclinándose hacia él, sintiendo cómo sus labios finalmente se encontraban en un beso que al principio fue suave, tímido, pero que rápidamente se transformó en algo mucho más intenso.
Zeus la atrapó por la cintura y la atrajo hacia él, como si cada fibra de su ser hubiera estado esperando por ese momento. Sofía lo sintió cerca, su cuerpo firme contra el suyo, y dejó escapar un suave gemido al sentir cómo él respondía con más pasión.
El beso se volvió una batalla de necesidad contenida, de deseo desbordado. Las manos de Zeus exploraron su cuerpo, sosteniéndola con fuerza, mientras Sofía se perdía en el momento. Nada de lo que había experimentado en su vida la había preparado para la intensidad de lo que sentía en ese instante.
Zeus la levantó ligeramente, haciéndola retroceder hasta la cama. La tensión que ambos habían acumulado se liberaba en cada beso, cada toque. Él la miraba como si fuera lo único que existiera en el mundo.
—Sofía... —susurró entre besos, con una mezcla de deseo y urgencia en su voz—. Esto... no puedo detenerme.
Sofía lo miró, sin saber cómo responder. Ella tampoco quería detenerse.
Zeus la observaba con una mirada que hablaba de deseo incontrolable. Su respiración era irregular mientras sus manos viajaban por la espalda de Sofía, explorando cada centímetro de su piel. Sentía que no podía apartarse, que cada vez que intentaba pensar con claridad, el contacto con ella lo arrastraba de nuevo a esa vorágine de deseo que había estado reprimiendo durante demasiado tiempo.
Sofía, con los labios ligeramente hinchados por los besos, apenas podía concentrarse. Su mente estaba en blanco, su cuerpo respondía por instinto a las caricias y a los movimientos de Zeus. Los nervios que la habían acompañado al principio habían desaparecido, dejándola completamente a merced de esa nueva sensación que experimentaba por primera vez.
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Editado: 09.11.2024