Aprendiendo a amarte

Un Acuerdo Secreto

La conversación entre Sofía y Zeus los dejó a ambos expectantes. El deseo entre ellos era innegable, pero las circunstancias hacían que mantenerlo en secreto fuera la única opción. La empresa tenía una política estricta contra relaciones entre empleados, y Sofía sabía que en su casa sería imposible justificar una relación con su jefe, sobre todo uno con la reputación de Zeus.

Esa misma noche, Sofía recibió un mensaje inesperado de él: "¿Te gustaría cenar conmigo? Sin formalidades, solo tú y yo."

Sintió una mezcla de nervios y emoción al aceptar. Se encontraron en un pequeño restaurante en un barrio discreto, lejos de donde cualquiera de sus compañeros de trabajo pudiera encontrarlos. Zeus la esperaba en una mesa al fondo, y cuando Sofía llegó, no pudo evitar quedarse unos segundos mirándolo. Parecía diferente, más relajado. Por primera vez, él también la observaba con una intensidad que no intentaba disimular.

La cena fue relajada, lejos de las miradas y las formalidades de la oficina. Se sintieron libres para hablar de sus gustos, sueños, y hasta de sus miedos. Zeus, conocido por su carácter reservado, se permitió contarle algunas anécdotas de su vida, haciéndola reír como pocas veces lo había hecho.

—Nunca imaginé que podría tener una noche así contigo, tan fuera de lo que conocemos en la oficina —dijo Sofía entre risas.

—Es increíble lo que cambia una simple conversación cuando uno no tiene que ser "el jefe" todo el tiempo —respondió Zeus con una sonrisa cómplice.

Después de cenar, caminaron juntos hasta el auto de él, y en un impulso, Zeus tomó su mano. Sus miradas se encontraron, y en ese momento, el mundo a su alrededor desapareció. Sin pensarlo dos veces, se acercó y la besó. Fue un beso suave al principio, pero la intensidad creció rápidamente, como si todo el deseo contenido hasta ese momento se desbordara.

—Creo que deberíamos... —Sofía intentó hablar, pero la voz se le cortó. Zeus aún la miraba, y esa mirada parecía prometer más de lo que las palabras podían expresar.

Con un acuerdo tácito, ambos decidieron verse en secreto, sin etiquetas y sin compromisos. No sería una relación pública ni declarada, sino un "amigos con derechos" cargado de emociones y riesgo. Se despidieron esa noche, pero ambos sabían que sus encuentros clandestinos solo acabarían de empezar.

Al día siguiente en la oficina, la tensión se sentía más fuerte que nunca. Cada vez que sus miradas se cruzaban, era imposible no recordar la noche anterior. La cercanía en cada reunión o al pasar en los pasillos les hacía difícil concentrarse. Se tocaban de forma disimulada al cruzarse en los pasillos, y cada roce, por breve que fuera, parecía encender una chispa.

Por las tardes, encontraban excusas para "trabajar juntos" después del horario laboral, aprovechando la soledad de la oficina. En uno de esos momentos, estaban revisando algunos informes en la oficina de Zeus, cuando una corriente de electricidad recorrió el ambiente. Se miraron por un segundo más de lo necesario, y sin decir palabra, él la tomó de la mano, llevándola hacia él.

—¿Estás segura de esto? —murmuró Zeus, su voz baja y cargada de deseo.

Sofía asintió, y él no esperó más. Las manos de Zeus acariciaron suavemente su rostro, y el contacto hizo que ambos se olvidaran de las reglas, del mundo exterior, y del riesgo que estaban corriendo.

Desde esa noche, sus encuentros secretos se volvieron parte de su rutina. Se encontraban en lugares alejados de la ciudad, donde podían ser ellos mismos sin preocuparse de que alguien los descubriera. Cada vez que estaban juntos, la conexión se hacía más fuerte, y aunque ambos intentaban ver su relación como algo sin compromisos, la intensidad crecía en cada encuentro.

Los días en la oficina se convirtieron en un juego de miradas y sonrisas cómplices. Intentaban mantener las distancias, pero todos los gestos y momentos compartidos eran pequeñas pruebas de la tensión entre ellos. Sofía sentía cómo Zeus rompía lentamente las barreras que había construido alrededor de ella, haciéndola descubrir un lado de sí misma que desconocía.

Así, entre encuentros clandestinos y secretos, la relación de "amigos con derechos" que compartían se volvía cada vez más profunda. Ambos sabían que estaban jugando con fuego, y aunque intentaban resistirlo, el vínculo entre ellos era imposible de ignorar.




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