Aprendiendo a amarte

Cena bajo las estrellas

La noche caía lentamente sobre la playa, y el sonido de las olas rompiendo contra la orilla acompañaba el murmullo suave del viento. El cielo estaba adornado con millones de estrellas brillando, pero ninguna más radiante que la figura de Sofía mientras caminaba hacia la pequeña choza decorada especialmente para ella.

Zeus la había invitado a esta cena, una cena que no solo era una disculpa, sino una tentativa de aclarar lo que había entre ellos. Sabía que lo que había dicho antes había sido erróneo, que sus palabras fueron una defensa ante algo que ni él entendía, pero ahora quería demostrarle que, más allá de la pasión, había algo genuino. Algo real.

Cuando Sofía vio el camino de rosas rojas que se extendía a través de la arena, su corazón dio un vuelco. Era hermoso, perfecto, exactamente lo que siempre había soñado en sus fantasías románticas. El aire estaba impregnado con el suave aroma de las flores, y la luz de las velas iluminaba todo el ambiente, creando un halo mágico que rodeaba la escena.

Al final del sendero, Zeus la esperaba con una sonrisa cálida en su rostro, su presencia tranquila, aunque sus ojos no podían ocultar la atracción que sentía por ella.

—Te ves increíble —dijo él, su voz grave y profunda, mientras la observaba con admiración. Sofía estaba vestida con un elegante vestido negro, ajustado, que dejaba ver sus curvas de una manera que le robaba el aliento. El escote sutil y la tela ceñida a su figura eran un contraste perfecto con la suavidad del viento y el ambiente romántico que los rodeaba.

Sofía se sonrojó ligeramente bajo su mirada, pero sonrió.
—Gracias, Zeus. Esto es... increíble.

Zeus extendió su brazo hacia ella, guiándola hacia la choza, donde la mesa estaba decorada con velas y pétalos de rosa esparcidos por todo el lugar. Una cama grande con sábanas de seda blanca estaba al fondo, y junto a ella, un jacuzzi burbujeante esperaba. El ambiente era tan íntimo que Sofía casi podía sentir cómo su corazón latía con fuerza, como si todo en ella se estuviera preparando para lo que sucedería después.

—Quiero pedirte perdón, Sofía. Mis palabras fueron duras, pero quiero que sepas que, aunque intento no admitirlo, hay algo más aquí. No solo deseo, no solo pasión, sino algo más que me asusta... y me hace querer estar cerca de ti —dijo Zeus, mientras la miraba a los ojos con una seriedad inquebrantable.

Sofía sintió un nudo en el estómago, y aunque sus palabras habían tocado una fibra sensible, también le mostraban que Zeus finalmente estaba dispuesto a ser honesto.

—No tienes que disculparte —respondió ella, suavemente




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