Aprendiendo a amarte

Jacuzzi

Sofía lo miró profundamente, sintiendo que las palabras de Zeus tocaban algo en su interior. Sabía que había mucho más que pasión entre ellos, aunque aún no entendía qué exactamente. Su corazón estaba acelerado, y a pesar de su inseguridad, una parte de ella deseaba lo que estaba a punto de suceder.

—Te lo agradezco, pero... —Sofía dudó, buscando las palabras adecuadas—. No estoy segura de que esto sea lo que realmente quiero.

Zeus dio un paso hacia ella, su mirada fija en la suya, con una intensidad que la dejó sin aliento.

—Sofía, si solo fuera pasión, lo sabríamos. Y no estaríamos aquí. Pero lo estamos, porque ambos sabemos que hay algo más. Si me dejas, quiero que lo descubramos juntos.

Sofía no pudo evitar sentirse atraída por su sinceridad, por la forma en que sus palabras parecían dejar de lado las barreras. En un impulso, se acercó un poco más a él, tan cerca que podía sentir su respiración entrecortada, mezclada con el aroma del mar.

Con un gesto suave, Zeus la tomó de la mano y la condujo hasta el jacuzzi. El agua burbujeante parecía invitarlos, y mientras se sentaban a un lado, sus cuerpos se rozaban por accidente, despertando una tensión palpable entre ellos. La temperatura del agua era perfecta, pero no tanto como el calor que los envolvía.

—No hace falta que vayamos tan rápido, Sofía —dijo Zeus, con voz profunda y cargada de deseo—. Pero no puedo evitar querer estar más cerca de ti.

El corazón de Sofía latió con fuerza cuando, sin pensarlo mucho, ella le respondió, casi en un susurro:
—Yo tampoco quiero esperar más.

En ese instante, Zeus la atrajo hacia él, y sus labios se encontraron en un beso apasionado. Un beso que deshizo las barreras entre ellos, liberando una corriente de deseo que no podían ignorar. Mientras sus cuerpos se entrelazaban con una intensidad eléctrica, ambos se sumergieron lentamente en el agua tibia del jacuzzi, sintiendo cómo cada caricia, cada roce, aumentaba la pasión.

Sofía, a pesar de su timidez, no pudo evitar entregarse por completo al momento. La forma en que Zeus la tocaba, con tanta seguridad y ternura al mismo tiempo, hizo que su cuerpo respondiera de maneras que no había imaginado. Sus manos comenzaron a explorar, tocando cada rincón de su piel, mientras ella correspondía con una mezcla de deseo y vulnerabilidad que solo él sabía despertar.

El agua a su alrededor parecía desvanecerse cuando Zeus comenzó a besar su cuello, bajando por su pecho, mientras sus manos se movían con precisión, despojándola de las barreras que quedaban entre ellos. Sofía, perdiendo todo tipo de inhibiciones, se entregó por completo a sus caricias, sin pensar en las consecuencias, solo en el presente, en lo que estaban compartiendo en ese instante.

Cuando sus cuerpos se unieron, el tiempo pareció detenerse. Era un momento de pura conexión, sin palabras, solo sensaciones. La pasión que habían reprimido durante tanto tiempo finalmente se desbordó en esa pequeña choza, bajo el cielo estrellado. En ese instante, solo existían ellos dos, el mar, y el deseo que los había unido de una manera que ninguno de los dos esperaba.

Y cuando todo terminó, cuando ambos se encontraron agotados pero satisfechos, Zeus la sostuvo cerca, abrazándola, sin palabras, pero con la certeza de que algo había cambiado entre ellos. Algo más profundo que la lujuria. Algo que los dos sabían que aún quedaba por descubrir.

El sonido del mar y la suave brisa que rodeaba la choza parecía ser el único testigo de lo que acababa de suceder. Y mientras Sofía cerraba los ojos en los brazos de Zeus, no sabía qué les depararía el futuro, pero sí sabía que, por esa noche, habían encontrado algo que los unía más allá de la pasión.




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