Aprendiendo a Olvidar

Capítulo VIII

Abigail se despertó sobresaltada con un fuerte movimiento en el lado contrario de la cama. Ella se giró hacia Alec y lo vio bañado en sudor. Los truenos y relámpagos acompañaban a la silenciosa habitación.

Alec se removía nervioso sobre el mullido colchón, gritaba aterrorizado, apretaba sus manos fuertemente contra la sábana y parecía un niño pequeño asustado. Abigail jamás lo había visto así. No sabía qué hacer.

—ELEONOR. —su esposo gritaba desesperado ese nombre. Una y otra vez con mucho dolor.

—Alec. —ella lo zarandeaba muy asustada. —Alec, despierta por favor. —lo volvía a incitar pero nada. —Alejandro.

Poco a poco el marqués comenzó a abrir sus ojos. La piel la tenía perlada por el sudor y sus ojos grises estaban dolidos. Parecía un niño pequeño y muy asustado.

—Alec ¿Qué ocurre? —preguntó inquietada.

Él negó con su cabeza. —Nada. —inhaló y exhaló tratando de acompasar su respiración.  —Solo una pesadilla. Vuelve a dormir.

—Maldición. —resolló la muchacha. —Eso no era una simple pesadilla.

Le causó gracia su palabra mal sonante. — ¿No se supone que una muchacha no debe maldecir? —dijo intentando de cambiar el tema.

—No, ahora las puedo decir porque soy una mujer casada y estoy a solas con mi esposo. —Ella se estremeció cuando dijo eso, no creía que se acostumbra a ello. —Además más nadie la escuchó solo tú. Y no me cambies de tema.

Touché —la miró enternecido por su preocupación. — ¿Y qué te hace pensar que hay más?

Alzó una ceja, incrédula por lo que acababa de escuchar. —Gritabas un nombre. Ellie, Eloise... —siguió pensando en nombres hasta que recordó. —Eleonor.

Una mirada de tristeza pasaba por su rostro. —No es nada. Lo siento por molestarte.

—Tranquilo, Alec. —lo miró fijamente y en un impulso le limpió con un pañuelo que tenía en la mesa de noche la frente que estaba bañada en sudor. La piel pálida estaba volviendo a su color. — ¿Quién es ella?

Él tomo aire. —Era mi hermana.

🌸🌸🌸

Esas palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas. Nunca se había sentido tan vulnerable en toda su vida. La historia de su hermana gemela era algo de lo que no podía hablar con facilidad. Ni sus mejores amigos conocían esa parte que lo atormentaba desde ese día que vio a su hermana menor por dos minutos, morir en sus brazos.

— ¿Tu hermana? —preguntó recelosa.

Él no quería contarle pero, sabía que necesitaba desahogarse. Hacía unos meses que no sentía esas pesadillas. Pero inevitablemente siempre que había tormenta volvían esos sueños horrorosos a dañarle su estabilidad.

—Mi hermana gemela. —ella sabía que no tenía ninguna hermana. Así que la liberó de dudas. —Murió hace catorce años. —Abby dio un chillido ahogado.

Puso su mano sobre la de él. —Lo lamento mucho, Alec.

Eso le enfureció. —Tu no tuviste la culpa por lo tanto no te disculpes. —espeto.

Ella retiró su mano y Alec sintió la pérdida del calor.  —Disculpa pero no lo hacía por eso. Sino porque... —ella se exaltó, estresada. —Olvídalo, Alejandro.

Se sintió una basura. —Discúlpame a mí. No debí gritarte.

—Sí, no había que gritarme.—reprendió. —Pero no tienes nada de qué preocuparte. —no siguió ahondando el tema porque sabía que era algo difícil para él. Ella todavía lloraba a su madre aunque habían pasado unos siete años desde que la perdió, ella lamentaba cada día no tenerla. Más en estos últimos que se había sentido muy sola.

Se recostó sobre su almohada y trató de cerrar sus ojos pero Alec rompió de nuevo el silencio. —Ella murió por mi culpa.

Abigail se incorporó de nuevo. — ¿Por qué dices eso? —prendió una vela que estaba en la  mesa de noche. Si iban a tener esa conversación debía mirarlo a la cara.

—Murió cuando salí con ella y Sebastián al lago que estaba cerca de Abeforth Manor. —él se sumió en sus pensamientos. —Estábamos jugando y comenzó una tormenta. —él le costaba hablar pero continuó con el relato. —Corríamos jugueteando, ella trataba de hacer siempre las actividades de chicos. —Sonrió ante el recuerdo. —Cuando un trueno la asustó, ella se resbaló y cayó golpeándose con una piedra. —A Abigail se le salían las lágrimas. —No pude hacer nada. Sebastián fue en busca de ayuda y yo me quedé con ella. La sangre corría por todas partes y trataba de pararla pero fue en vano era como agua entre mis dedos.  —se levantó furioso de la cama. —Si no hubiera dado la idea de escaparnos al lago ella estaría aquí. Preferiría haber muerto antes que ella le hubiese ocurrido algo.




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