Otra noche de insomnio por parte de Alejandro. Quería dormir desesperadamente pero no podía hacerlo después de besarse de esa manera con Abigail.
Parecía la propia adolescente casadera suspirando por el partidazo del momento.
Lo que sentía por Abigail era algo inexplicable, sin razón. Él era un hombre de ciencia, creía en el método científico, no en cosas sin juicio. Como el amor.
Alejandro estaba buscando una forma de como enamorar a su esposa. Él no quería amarla, solo esperaba compartir con ella y tenerla a su alrededor. Además de conseguir al heredero que necesitaba. Y cumplirle la promesa de hacerla olvidar.
Solo que cuando se ponía a pensar en sus labios, en sus besos y en la mirada que ella le daba cuando estaban juntos bastaba y sobraba para mandar su rígido plan al carajo.
La mañana por fin llegó por lo que se vistió y se acercó al comedor. Se encontró con ella que estaba sentada esperándolo y no podía estar más espléndida. Su cabello estaba de lado y tenía un vestido azul que increíblemente realzaba sus ojos verdes.
Se acercó a la mesa y se sentó. Hoy empezaría llevar a cabo el plan de enamorarla.
—Buenos días Abby. ¿Cómo dormiste? —preguntó Alejandro mientras el lacayo le servía una taza de café.
—Buen día, Alec. Dormí bien ¿y tú?
Recordó su noche sin dormir. —Fantástica. —mintió para no quedar en evidencia. Comenzaron a desayunar y Alejandro siguió hablando. —Tengo una petición que hacerte.
Abigail se tensó. — ¿De qué se trata?
Él terminó de masticar. —Quiero que vayas conmigo a un picnic.
Eso no tenía nada malo por lo que sonrió ante la propuesta que le hacía. —Me encantaría.
—Perfecto. No tienes nada que hacer está tarde ¿Cierto?
Abigail hizo una sonrisa irónica. — ¿Es en serio, Alec? Desde que estoy aquí no he hecho nada más que estar tranquila, me conozco hasta la cantidad de pelusas tiene la alfombra. Me he convertido en una vaga.
—Descuida que veremos la forma de cambiar eso. —le sonrió. —Por cierto ¿Quieres ir en la calesa o ir a caballo?
—A caballo. Me encantaría cabalgar.
—A caballo. Será.
Más tarde esa mañana mientras estaba en el salón amarillo leyendo algún libro llegó Violet.
Ella se sentó en un cojín. Mientras veía el libro que tenía en la mano de Abigail. Estaba embelesada mirando las letras. Abigail dejó de leer y le preguntó:
— ¿Quieres leerlo? —Violet negó. —Está bien. Si quieres hacerlo luego, me dices. Te lo puedo prestar, es muy bueno. —le mostró una sonrisa esperando que ella asintiera, más fue todo lo contrario ya que empezó a negar.
—No sé leer —exclamó Violet pesarosa.
— ¿Quieres aprender? —interrogó.
—Sí. —sonrió triste. —Pero ya soy una adulta y nadie podrá enseñarme. —agachó su cabeza triste.
—Yo puedo enseñarte. —Un halo esperanzado pasó por la cara de Violet. Pero luego cambió pues ella sabía que esa no eran obligaciones para su jefa.
—Señora usted es mi jefa. No le corresponde.
—No me importa. Te ayudaré. Adoro leer y quiero ayudarte. Así que mañana te espero a esta misma hora y empezamos.
—Gracias señora. Mañana estaré aquí con toda la disposición del mundo. —sonrió y se fue emocionada de la sala.
🌸🌸🌸
Alejandro fue a buscar a Abigail a su cuarto. Tenía preparado una canasta de picnic con algunos pasabocas para comer mientras conversaban.
Llegó y tocó ligeramente la puerta y al poco salió Abigail sonriente. Mejoraba mucho su día al verla así. —Ya saldremos. —la miró bien. —Por cierto, estás muy hermosa esta mañana. —llevaba un traje de montar color verde que realzaba la tonalidad de sus ojos. Pero lo que más le sorprendió es que tenía puesto un pantalón que glorificaba mucho más su cuerpo dulce y femenino.
Ella se sonrojó. —Gracias.
Caminaron hasta los establos y llegaron a la cuadra de Luna. Abigail se acercó y acarició el pelo blanco del animal con tanta delicadeza. No era normal ver ese amor hacia los animales de parte de una dama.