Aprendiendo a Olvidar

Capítulo XIV

Esa noche Alejandro estaba en su cuarto durmiendo y tuvo un sueño muy vivido con Abigail.

Él le estaba haciendo el amor.

Se despertó sobresaltado pero no porque no le gustara el sueño. Más bien todo lo contrario. El sueño era tan real. Que se despertó con un gruñido.

Estaba teniendo problemas.

Podía jurar que la culpa de ese sueño fue la méndiga conversación que había tenido con el idiota de Sebastián. Nunca había pensado en Abigail y él hasta ese punto-y mucho menos soñado-tenía la esperanza de engendrar un heredero pero aun así sabía que no sería ahorita. Ella todavía estaba reciente del mal rato que pasó en el jardín de la casa de sus padres.

Ayer en la noche su hermano se fue con la muchacha de la taberna pero lo más extraordinario fue que cuando ella se le acercó tratando de seducirlo, él se retiró porque en su cabeza se paseó un cabello del color de la miel y unos ojos verdes que tenían la capacidad de transmitirte todo con una sola mirada.

No deseaba a nadie más más. Solo a Abby.

Tenía que ser esa conversación con su hermano. Jamás se había planteado que desearía con tanta fuerza a Abigail. Ella estaba ajena a lo que ocurría. Por lo que no la asustaría y trataría de olvidar el asunto.

Trataría.

Se levantó de la cama para vestirse y tratar de lograr borrar la cara de sueño que tenía. Cuando salió a desayunar, ya Abigail se encontraba en el comedor con Sebastián.

Ella reía de algún chiste que contaba su hermano, pero lejos de poner feliz a Alejandro, lo hizo enfurecer. Ella era su esposa. Sus sonrisas debía reservárselas solo para él. No para otros. Sonaba posesivo pero era la realidad. No le gustaba ver como Abby disfrutaba con su hermano. Sabiendo que estaba su esposo cerca.

«La veo como una hermana» Su mente se encargó de recordarle una frase que dijo su hermano en la noche. Y trató de tranquilizarse, tenía que hacerle caso a su hermano.

-Buenos días. -Masculló un poco enfadado Alejandro.

-Buenos días Alec. ¿Ocurre algo? -Preguntó Abigail. -Te noto algo... extraño. ¿Estás bien?

Alejandro sacudió su cabeza. -No claro que no. Solo un problema en unas cuentas. -dijo para zanjar el tema y no quedar en evidencia los celos que tenía. Quería negarlo pero sabía que era imposible.

-Bueno si es algo grave me dices. -Contestó ella, ajena a lo que pasaba por la cabeza de su marido. -Puedo ayudarte. Ayudaba a mi hermano con las cuentas.

- ¿En serio? -preguntaron ambos hermanos al unísono.

-Sí. Me gustaba formar parte de la contabilidad de la casa. Así que cuando tenía oportunidad lo hacía y se me daba muy bien. De hecho llegué a ayudar a Ethan. Al pobre a muchas veces casi lo encontré queriéndose sacar los cabellos.

Ambos Rushmore la vieron sorprendidos. -Eres muy inteligente Abby. Yo he odiado eso casi toda mi existencia. -Comentó Alec. -Estudié finanzas, pero las matemáticas las he aborrecido toda mi vida.

-Tienes una esposa inteligente Hermano. -Dijo Sebastián. -Eso es un lujo en esta sociedad de volandas y cintas. -se giró hacia Abigail. -Te lo pregunto de nuevo ¿No tendrás una prima, mejor amiga o cualquier chica que piense igual que tú?

-No, pero si conozco una chica así, te la presentaré. -contestó ella a lo dicho por su cuñado.

Terminaron de desayunar y Abigail se fue al salón verde con Violet. Ahí continuaron en donde lo dejaron ayer. Pero al finalizar llegó Malcon igual que el día anterior. Se le estaba haciendo costumbre.

-Disculpe señora. Hay una muchacha en la puerta. Se llama Lily Morgan y quiere hablar con usted. ¿Qué le digo?

Abigail buscó en su memoria y recordó a la chica de la tienda. Ella se mostró buena, por lo tanto la iba a dejar pasar. Aunque guardaba cierto recelo, a saber si la dependienta ordenada por su jefa la mandara a hacer algo que a Abigail le perjudicara. Ejemplo, terminar de insultarla.

Pasaría mucho tiempo antes de que olvidaran ese incidente en Londres.

Asintió a Malcon. -Hágala pasar, por favor.

Su fiel mayordomo salió y al saloncito entró la pelirroja del otro día. -Buen día, milady. -dijo Lily tratando de hacer una reverencia.

-Nada de formalismos, apuesto a que tenemos la misma edad. ¿Cierto Lily? -Respondió Abby probándola.

-Tengo dieciocho pero... -Abigail le alzó una ceja decidida a ganar. No le gustaba que la gente la tratara diferente por ser alguien de la aristocracia. Si le preguntaban si le caía bien esa gente, ella diría que no.




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