El beso que Abigail le dio a Alec, encendió su deseo. Quería más de ella pero no podía llegar más lejos. Así que contra de toda voluntad se despegó de sus labios que lo atraían tanto.
Ella al sentir ese rechazo, le dolió. Así que lo miró lastimada, se sintió un poco tonta. No debía haberlo besado. Quiso darse una cachetada mental por ser una idiota y dejarse llevar por los impulsos. Además por lo visto a Alec no le había gustado el beso.
—Lo siento mucho, Alec. —dijo totalmente turbada. —No sé qué me pasó.
Él negó, se acercó a ella y le secó una lágrima que se le había escapado sin su consentimiento. —No lo sientas Abby. Es solo que estoy sorprendido de que me besaras. Nunca habías iniciado tú. Me gustó mucho, pequeña.
A Abigail le bajó un poco el susto, aunque no del todo. —Pero...
—Nada de peros hermosa. Me encantó que lo hicieras. —él se acercó a ella y la besó en respuesta, al cuerno con lo que dictara su conciencia. Quería experimentar más besos con su mujer.
La besaba con pasión, él le tocó con la lengua la comisura de los labios invitándole a que se acostumbrar a él. A sentirlo. Ambos estaban perdidos en el beso que no se dieron cuenta cuando habían llegado a la cama.
Él estaba sobre ella y la besaba, solo se separaban para tomar aire. Y eran los segundos más dolorosos para ambos por eso no demoraban demasiado para unirse de nuevo.
Abigail estaba disfrutando el placer que era besar a Alec. Sus labios suaves moviéndose al compás de los de ella, era más de lo que podía soportar. Alejandro era tan dulce que casi lloraba de la emoción. Él sabía hacerla sentir bien, única y hermosa.
Él quería todo con Abigail, sabía que se estaba enamorando irremediablemente de ella y no podía detenerlo. ¿Cómo estaba ocurriendo eso? ¿Cómo estaba pasando tan rápido? Esas eran las preguntas que le carcomían el pensamiento a Alec en todo momento.
Nunca en su vida había pensado que podía sentirse así por una mujer. Creía que todas eran iguales, que esa parrafada del amor estaba lejos para hombres como él.
Se estaba dejando llevar y cuando iba a proseguir a desvestirla se acordó de un hecho. Abigail era virgen. Y ella merecía que fuera especial. Nada rudo y que fuera rápido. Solo para saciar sus necesidades. Ella debía ser tocada con tacto, con respeto. Haciéndola sentir especial. Por lo que ahora si se alejó completamente. Si seguía cerca de ella, aspirando su aroma, lo iba a volver loco y no sabría de lo que sería capaz. Y mucho menos si tenían una cama detrás de ellos.
—Me vuelves loco. —le susurró. —No sé qué me haces.
Abigail abrió sus ojos que estaban cerrados y notó a Alec agitado. Era la imagen más excitante que había visto. —A mí también. Así que estamos a mano.
—Pues si señorita. Usted tiene toda la razón. —le contestó. Le dio un suave beso en la nariz. —Me iré a dormir, hermosa. Buenas noches, mi Abby.
Se le paró el corazón cuando lo escuchó posesivo con su nombre.
“Respira Abigail Rushmore, que no se te olvide respirar” —susurró su conciencia.
—Buenas noches, Alec. —le dijo olvidando su lucha interna.
Alejandro se retiró a regañadientes para su habitación, no quería dejar a Abigail. Meditó todo y antes de dormir tuvo que darse un baño de agua muy fría. Debía pensar con su cabeza y no con otro órgano de la anatomía masculina.
🌸🌸🌸
Abigail se levantó temprano en la mañana, mucho antes que todo mundo. Había intentado dormir luego de eso, pero la necesidad de estar cerca de Alejandro, la roía.
Así que se le ocurrió una idea. Ya que era temprano podía hacer algo que le había llamado la atención desde que Alec le enseñó ese lugar. Por lo que tomó una manta, toalla y se fue a los establos. Buscó a Luna y la ensilló ella misma como le había enseñado Ethan. Subió al galope y se fue al lago que tanto le gustó.
La luz del amanecer era lo que bañaba el campo. Y le gustó mucho esa imagen. Todo parecía tan hermoso y supo que había encontrado su lugar en el mundo.
Quizás nunca su marido la amara, pero podían tener un buen matrimonio. Aún conservaba todos sus miedos y males, y no sabía si lograría salir de estos. Sabía que quedaba un largo camino por recorrer antes de lograr salir adelante.