Aprendiendo a Olvidar

Capítulo XVII

Las palabras «Te amo» resonaron en la cabeza de Abigail. Enseguida todo el sueño que tenía se disipó rápidamente.

Ella tomó la sábana entre sus brazos, se tapó y se giró hacia Alec. Él la miraba con una intensidad que quitaba la respiración. Nunca la había mirado así.

— ¿Qué dijiste? —susurró nerviosa.

Él tomó aire y la miró de nuevo. Fijamente. Queriendo que su mirada fuera la prueba de todos sus sentimientos. Que viese en sus ojos el amor que sentía por ella.

—Que te amo. —dijo de nuevo. —No sé en qué momento, ni en qué lugar. Solo sé que te quiero y que mis días son mejores desde que te conocí. Que nunca creí enamorarme hasta que tú... —le señaló con su dedo índice en la nariz en gesto cariñoso. —…llegaste a mi vida y me enseñaste que el amor existe. Soy un hombre feliz porque estás aquí. Mejoras todo en mi ser. Me haces querer ser mejor persona. —secó las lágrimas que Abby derramaba de la emoción.  —Sé que no soy  perfecto. Pero quiero ser el mejor esposo para ti. Quiero ser mejor por ti y... —inhaló de nuevo. —…y por la familia que quiero crear contigo. Quiero que dejes que te ame. Sé que a lo mejor no lo haces, pero anhelo que me des la oportunidad de acercarme más a ti. Y de enamorarte. ¿Me permites? ¿Me permites enseñarte a amarme? Por favor.

Eran las palabras más hermosas que había escuchado en toda su vida. No podía creer que tenía el amor de su marido. Justo lo que más quería en el mundo. Su esposo la amaba y ella lo hacía devuelta.

Negó. —No, no te lo permito... —la mandíbula de Alec se desencajó. El corazón se le iba a romper, sentía que se le resquebrajaba con esas palabras. —No te lo permito. Porque yo ya estoy locamente enamorada de ti. Yo también te amo. Creo que te he amado desde siempre y no te lo había dicho por miedo a que me rechazaras.

En el pecho de Alec hubo una emoción incontenible. Una sensación de que estaba completo en el mundo. Que había encontrado a su otra mitad. Su complemento. Así que la besó. —Te amo, Abby. No te arrepentirás de esto. Lo prometo. —la besó de nuevo y minutos más tarde le volvió hacer el amor. Demostrándole con su cuerpo y caricias, cuanto la amaba.

🌸🌸🌸

Abigail despertó y se sintió por primera vez en mucho tiempo descansada. Su mente  durmió completamente. Aunque también le dolía lugares que en su vida se imaginó que podrían doler, pero no le importó, pues se sentía amada.

La luz del sol entraba por la ventana y el brazo de Alejandro la tenía sujetada a él, como si no quisiera separarse de ella ni un segundo. Experimentaba una dicha grande. Amaba esa sensación de la piel de su esposo junto a la de ella. Sentir su calor sin que nada los separara.

Nunca pensó que se iba a enamorar de su esposo. Pero ahí estaba. Más que enamorada de él. Y lo mejor de todo, es que él la amaba de igual forma. Un hombre que comenzó a creer en el amor por ella.

Se giró y lo vio dormir, su cara estaba relajada y transmitía una paz que la enardeció. Parecía un niño pequeño que disfrutaba de una buena siesta, aunque luego de lo de la noche anterior, tenía claro que estaba muy lejos de ser un niño.

Comenzó a acariciarle el rostro, a pasarle los dedos por las cejas y bajando por sus mejillas. Miraba sus largas pestañas que descansaban sobre sus mejillas. Tenía el rostro muy bello.

Él abrió uno de sus ojos grises y le sonrió cuando notó que se asustó por descubrirla explorándolo. Se levantó y se colocó encima de ella. Le dio un largo beso apasionado.

—Buen día, mi amor. ¿Cómo te sientes? —Abby aún se sonrojaba recordando lo que había ocurrido en la noche. La cantidad de veces que Alejandro la poseyó. El placer tan grande que le hizo sentir.

—Bien, me siento perfecta. —la besó dulce pero no fue mucho más allá. — ¿Vas a irte de nuevo a Londres? —preguntó. Él le había dicho que sólo iba a estar ahí uno o dos días y luego se iría de nuevo a la cámara.

Él negó, sonriendo. —Hoy no. Hoy tengo todo el día libre. Por un día que falte, no pasará nada.

—Pero pueden tomar decisiones sin ti. —contestó sabiendo que eso era lo único que no faltaba ni su hermano, ni su padre.

Él se levantó un poco más, bajando la sábana de su pecho y mostrándolo desnudo. — ¿Acaso quieres que me vaya? —dijo en broma.




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