El Marqués de Abeforth fue visto con su esposa en un Drury Lane está semana.
El marqués de Abeforth fue a ver el último estreno del teatro, acompañado con su joven esposa. Ambos se le veían muy felices y no solo eso, nos da entender que su boda es una unión por amor. Deseamos que su matrimonio continúe así por el resto de su vida.
Ecos de la sociedad de Londres
12 De agosto de 1815
El viaje a Londres fue un relámpago. Abigail pasó todo el viaje con miedo de llegar, pues sabía que cuando la vieran empezarían los cotilleos. Y estaba casi segura que el encendedor de la mecha sería su madrastra.
Alejandro se había ido a la cámara, mientras que ella estaba en su departamento sin más nadie, se sintió muy aburrida. No había nada que hacer y estaba triste. Era increíble que en tan poco tiempo se hubiera acostumbrado tanto a la compañía de su marido.
La empleada que la ayudó en su primera vez en la casa, apareció en el salón donde pasaba el rato. —Buenas tardes señora. En la puerta se encuentra el señor Ethan Blackwell. —A Abigail los ojos le brillaron emocionados.
—Hágalo pasar Eloise, por favor. —La empleada salió.
Cuando ella vio a su hermano pasar por la puerta tuvo una sensación de Deja vù. Corrió a sus brazos y lo abrazó fuertemente. Al igual que ella, él la apretó contra su pecho. Eran más de dos meses que no se veían y ambos se habían extrañado desesperados, desde que Ethan regresó de la escuela, rara vez se separaban.
—Hermana. —le besaba la frente repetidas veces. —Te extrañé tanto mi pequeña. —la miró de arriba—abajo. —Estás hermosa.
—Gracias hermano. —respondió a su elogio. —Yo también te extrañé mucho, Ethan. —susurraba de vuelta mientras seguían abrazados.
—Estoy feliz de verte. Tenemos que hablar muchas cosas. Por ejemplo. —meditó un segundo. — ¿Por qué estás en Londres? Abeforth nunca te había traído.
—Alec quiso que viniera. —él asintió pero hubo una mirada de parte de Ethan que daba entender que sabía más de lo que en la conversación estaba explícito.
Ethan tomó aire pero de igual forma veía todo rojo. —Mataré a Abeforth. Ahora mismo lo haré.
El aire salió de los pulmones de Abby, no entendía absolutamente nada de la reacción que tuvo su hermano. — ¿Qué?
—Lo mataré, sencillamente como eso. Primero lo despedazaré y luego lo aventaré al Támesis.
—Pero ¿Por qué? No entiendo nada, Ethan Blackwell.
— ¿Cómo que no entiendes nada? —fue una pregunta capciosa y ella lo sabía. —Te ha quitado tu virtud. Lo mataré, Abigail. —Abby se sonrojó de inmediato. —Por Dios. Te sonrojaste. Está confirmado. Lo mataré.
Abby no sabía ni que decir, ni que hacer. —Ethan…
—Si lo veo, lo mato. Eso no es así. — se levantó de la silla y empezó a caminar en círculos en la habitación. —Él no puede hacer eso. Tú no vas a ser ninguna tonta de nadie. Él no puede entretenerse contigo y luego en un futuro próximo, dejarte. No señor, no lo permitiré. Primero... —Abby se hartó de su perorata.
—Me dijo que me ama. —dejó salir.
Ethan la vio sorprendido. — ¿Te ama? No puedes hablar en serio.
Ethan que era el típico mujeriego que no creía en el amor se sentó a asimilar la noticia de que su mejor amigo podría estar "enamorado". Y nada más y nada menos que de su hermana.
—Me lo dijo. ¿Acaso no crees que él pueda amarme?
Ethan que había utilizado artimañas de esa calaña para seducir a una que otra fémina no lo creyó. Aunque sería un insulto hacia su hermana decírselo.
—Tendré que ver para creer. —Refunfuñó entre dientes. —Y tú ¿Le quieres?
Ella asintió enérgicamente. —Lo amo con toda mi alma.
Ethan aún no asimilaba tal noticia. Siempre supo que su hermana un día se casaría y sería una mujer hecha y derecha. Pero no esperaba que fuera de su disoluto amigo, él que fue su compañero de juergas y hedonismo. Decidió quedarse toda la tarde con ella quería comprobar lo que decía Abigail. Tenía que velar por su hermana. Ante todo, la seguridad de ella.