Aprendiendo a Olvidar

Capítulo XXII

Abigail estaba a la espera de la llegada de su periodo por tercera semana consecutiva y este no hacía acto de presencia. Y aún seguía con el vómito y las náuseas cada mañana. Ella estaba completamente segura.

Estaba embarazada.

Sonrió al pensar en la criatura que se formaba en su vientre y no pudo evitar las lágrimas de felicidad. Iba a tener un hijo fruto del amor de Alejandro y ella. Un hijo al que darían amor con cada uno de los latidos de su corazón, porque sabía que su esposo lo amaría con la misma intensidad que ella.

No lo había visto desde la mañana cuando habían hecho el amor. Por lo que aprovechó y salió emocionada para contarle la noticia. Así que se dirigió a su despacho feliz y agradecida con la vida por su hijo.

🌸🌸🌸

—Alejandro, debes hablar con ella ahora mismo. —Exclamó Sebastián. —Nuestro padre está buscando la forma de que anulen su matrimonio en la cámara. Me dijo explícitamente que maldecía a tu mujer y a ti. Fue después de que salió el artículo en los ecos de sociedad en donde tú y mi cuñada se les veía muy enamorados.

—Lo haré, pero no será ahora. La he notado extraña y con la partida de Ethan, quedará devastada y no me perdonará.

—Ya lograste tu ansiada venganza, el duque perdió dos transacciones millonarias porque dos lores puritanos no quisieron invertir en sus empresas por lo que ocurrió en nuestro jardín. Está que se lo lleva el diablo, porque está en banca rota, esa era la última oportunidad de salvarse. —Alejandro no quería escucharlo, ya eso no le importaba. El juego de la venganza murió para él hacía mucho tiempo. —David, si sigues perdiendo el tiempo no vas a cambiar el hecho de que si no le dices te va a odiar.

—Déjame en paz, maldita sea. —espetó. —Y no me llames como mi padre.

—Hermano... —dijo en tono conciliador— Papá no está de acuerdo con tu matrimonio. —Le siguió hablando, pues el motivo de su visita a Folkestone era hacer entrar en razón a su hermano y que hablara con Abigail. No aceptaba las mentiras en su vida, las odiaba.

—Me importa un carajo lo que piense él. —agachó la cabeza derrotado. — ¿Cómo le digo a Abigail que me casé con ella nada más para incordiar a mi padre? Que no la deseaba en mi vida más de lo que podría querer a un insecto molesto. —se rio sin humor. —Que solo lo hacía por la mala reputación que tuvo esa noche. El hecho de que quedó como una mujerzuela fue un éxito. Mi plan era seducirla mientras durara este matrimonio para que me diera un heredero que fuera la estocada final y hacer a mi padre odiarme por dañar su “hermosa dinastía”. ¿Cómo le digo que la necesitaba por su poca reputación? Explícame, Sebastián porque no sé.

Cuando esas palabras salieron de su boca, un sollozo se escuchó desde la puerta. Alec alzó la cara y vio a la mujer que amaba llorar desconsoladamente. Ella no tardó ni un segundo entrar en la habitación. — ¿Es cierto, Alejandro? —preguntó Abigail con un tono diferente.

Alejandro se acercó a ella rápidamente y la tomó de los brazos. —Mi amor...

—Es cierto. —concedió ella. —Te odio. Te odio tanto como una vez te amé.

Se soltó de sus manos. —Mi amor, no es lo que parece.

Abigail tomó aire. — ¿Entonces lo que no tratas de decir es que te casaste conmigo nada más para molestar a tu padre por la noche en quedé como una ramera en el jardín de tu casa? —Abigail estaba tan dolida que no le importó gritar esa palabra tan fea que nunca en la vida había dicho.

—Abby. Yo te amo... —Alejandro trató de hablar pero ella puso una mano en frente de su rostro para acallarlo.

—No sigas, porque no te creo. Te odio—salió del despacho y se fue a un cuarto desconocido de la casa y se encerró en él. Cerró la puerta con seguro. No quería saber más nada de él. Borrar de su mente sus recuerdos y sensaciones. La manera en que ella creía que la miraba, su voz susurrándole te amo. Quería que todo eso quedara eliminado de su ser.

Quería morir.

Se derrumbó en el suelo y se abrazó a sus rodillas queriendo hacerse pequeña y desaparecer.

«El hecho de que quedó como una mujerzuela fue un éxito»

La frase que había dicho Alejandro se repetía una y otra vez en su mente. Un hombre que creía que la amaba como lo hacía ella él.

Todo había sido un plan para seducirlo y luego botarla a la deriva. Un plan de venganza en donde la verdadera y única afectada sería ella. Pues a él no le importaba sus sentimientos, solo el placer de ver a su padre endurecer.




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