Mariana
Pensé que el café me ayudaría, pero me equivoqué, ¡Dios!, ¿Por qué me torturas de esta forma?
He sido una buena persona, buena amiga, buena hermana, prima, tía… bueno… sé que no he sido muy buena, Diosito… pero… ¿me merezco algo así?
Okey… tal vez… tal vez he hecho una que otra broma un tanto pesada o de mal gusto a algunos miembros de la familia… pero me las debían, y si, sé que en mi segundo semestre en la universidad fui una de las que participó con el “pequeño” accidente que hubo con la fuente, pero después de todo, Diosito, fue eso, un accidente, hoy en día me encuentro muy arrepentida, no creo, de verdad, no creo que me merezca ésta clase de tortura.
Mientras alzo mis plegarias desde lo más profundo de mi corazón, el teléfono, al que ya he comenzado a odiar con tanta intensidad, vuelve a sonar.
¡Dios! ¡Ayúdame!
Sin ánimos, y con la poca paciencia que me queda (tampoco es como que tuviera mucha) contesto la llamada.
Por, solo Dios sabe qué vez es, escucho esa irritante voz al otro lado de la línea, y, que para mi desgracia, jamás podré olvidar.
-A ver chica, tú y yo sabemos que Xander está ahí, solo pásamelo, querida.
-Señora, ya se lo he dicho, el Sr. Xander no está aquí- digo molesta, que insistente es.
-niña…- dice claramente irritada, uh, sí que odia que le digan Señora- ya te lo he dicho varias veces… no me digas Señora, prefiero el término de “Señorita”.
-¿Señorita?, discúlpeme, pero ya la he visto, y tiene las suficientes arrugas como para catalogarla en el “término” de Señora.
-Agh, mocosa insolente, no comprendo como Xander pudo contratar a alguien como tú- dice molesta.
-yo le diré la razón, soy muy buena haciendo múltiples tareas- deslizo audaz y en doble sentido.
-ya comprendo… te gusta tu jefe o… ¿me equivoco?
-Señora, no me mal interprete, yo nunca dije eso, ¿pero qué si es así?- suelta una amarga risa haciéndome fruncir el ceño.
-suerte, niña, ese hombre volverá a ser mío, nosotros tenemos “historia”, algo que tú no- quiero responderle y decirle todo, restregarle la verdad en su cara, pero es muy tarde, me ha colgado la llamada.
“Arpía”.
“Bruja”.
“Oportunista”.
“Falsa”.
Son tantas las cosas que me gustaría gritarle a esa mujer, pero no puedo, no puedo, ni debo, debo saber controlarme.
Aprovecho éste tiempo que por fin me ha dado esa mujer y reviso las estadísticas, apuntes y anotaciones que necesitará Xander para la Reunión que tendrá dentro de poco.
Cuando me quedo sin ese líquido negro, rehabilitador y energizante, llamado café, me dispongo a buscar más, me lo merezco, además, también lo necesito, esa mujer me ha causado un dolor de cabeza horrible.
En cuanto rodeo mi pequeño escritorio comienzo a escuchar voces de niños.
¿Niños?, aquí no deberían haber niños.
Dos pequeños aparecen detrás de la pared corriendo alrededor de un hombre y un niño un poco más grande que los dos primeros.
Los conozco, ¿Qué hacen aquí?
-Buenos días Señorita…
-¡Tía!- grita el más pequeño, Moisés, aferrándose a mis piernas.
¡Dios!, ¿Por qué lo gritó?
El hombre me analiza para luego hablar con un gesto más suave que al inicio.
-oh, claro, tú eres la pareja de Xander, recuerdo haberte visto en la boda de Carlos, nunca nos presentaron formalmente, mi nombre es Kevin, un placer conocerte…- deja la oración al aire esperando que yo continúe.
-Mariana, mi nombre es Mariana- extiende su mano la cual estrecho amable.
-perfecto, si estás aquí me imagino que Xander también ¿verdad?
-sí, él está en su oficina.
-¡Gracias Dios!, sabía que no me habías desamparado- dice y exagerando su reacción levanta ambas manos al cielo- necesito que le lleves a estos niños, si pregunta la razón solo dile que la niñera cancelo por un problema familiar y que no tenía con quién dejar a los niños.
-pero yo…
-muchas gracias Mariana- me interrumpe alejándose lentamente de espaldas- te debo una muy grande- se da media vuelta y se va rápidamente.
¿Pero qué ha ocurrido?
-hola tía Mariana- me saluda el más grande.
-hola Mariano, tú… ¿tú sabes que fue eso?- le pregunto refiriéndome a su padre.
-tenía prisa, iba tarde a una reunión con algunos de sus socios extranjeros- me explica.
-claro…- para ser pequeño, éste niño es bastante inteligente, perspicaz y maduro- bien, será mejor que entremos a la oficina de tu tío.
Los dos más pequeños se nos adelantan y entran sin avisar, mientras Mariano y yo entramos más atrás.
Veo divertida la conversación entre Mariano y Xander, este niño es muy sincero.
Lo que no me esperaba era que Xander me pidiera ocuparme de sus sobrinos.
Yo no puedo hacer eso, tengo trabajo que hacer, además, él tampoco se puede ir, también tiene trabajo.
Y, aunque intenté convencerlo, a la final fue él quien terminó convenciéndome a mí, y, dejándome sola con tres niños, y una reunión la cual no puede ser aplazada, no nuevamente.
-¿quieren dibujar?- les pregunto a los dos más pequeños.
-no, no, yo quiero jugar- dice Sofía.
-¡sí!, juguemos, juguemos- le secunda Moisés dando saltos por toda la oficina.
-Mariano…- nombro al niño junto a mí- ¿podrías entretenerlos?, tengo que encargarme de algo primero, y luego salimos de este lugar si quieres.
-está bien tía.
-toma- le doy mi teléfono- aquí hay algunos juegos, y si quieres pueden descargar otros, sólo mantenlos entretenidos.
-si tía, tranquila, pero… tengo una pregunta…- me agacho a su altura y le indico que siga, lo cual hace- ¿usted trabaja para mi tío?