Aprendiendo a Sentir

Capítulo 4

IRIS

 


Parece que por fin he agarrado mi paso, ya no llego tarde a todos lados, todo el tiempo, después de lo que me dijo mi padre de Fernando he tratado de distanciarme de nuevo de él, ciertamente acepto sus consejos para mi tesis, pero trato de mantener mi distancia de él. 
Hoy es un día raro, un día en el que voy caminando hacia el metro con toda tranquilidad y hasta me tomo el tiempo de ver cosas que no había notado. Como a la señora con peluca que vende los periódicos, su peluca esta algo torcida. De nuevo el semáforo en rojo, así que pacientemente espero a que cambie. Miro a la gente alrededor de mí, algunos se miran apurados y no dejan de ver sus relojes ¿así me veo cuando voy tarde? Y otros parecen aburridos, parece que se mueven más porque tienen que hacerlo que porque así lo quieran, finalmente cambia el semáforo y atravieso la avenida a paso normal con el resto de la gente.
Llego a la entrada al metro y bajo con calma las escaleras, notando por primera vez que hay algunos escalones realmente feos, les faltan pedazos de concreto y están hundidos en las zonas por donde concurre más gente, veo como algunas personas bajan a toda velocidad esquivando a la gente. ¿Realmente me veo así? Miro como un chico más joven que yo baja corriendo los escalones, en el último escalón tiene un tropiezo, pero logra mantenerse en pie y continúa corriendo, es cuando lo noto al final de la escalera, lleva un impecable traje negro con el saco desabotonado, su postura es increíblemente rígida, mira hacia el chico que tropezó en las escaleras y que ahora trata de alcanzar el tren que esta llegando a la estación. La mismo mirada de granito que el otro día, debe sentir que lo miro porque voltea y me ve directamente a los ojos. Yo le sonrío y él sin expresión alguna voltea el rostro apartando su mirada de mí y continúa caminando. Yo termino de bajar las escaleras y trato de darle alcance. Finalmente lo alcanzo cuando llegamos a los torniquetes de entrada, desliza su tarjeta y detrás de él, yo. 
Él continúa caminando hacia el área donde llegan los trenes y se mantiene en pie, en esa rígida postura, yo me acerco a él mientras ajusto las correas de mi bolso en mi hombro.
—Hola. —le digo tímida, él voltea a verme, de nuevo esos ojos me dejan inquieta, es como si me mirará analizandome.
—Hola. —me responde sin ninguna expresión en el rostro.
—Yo, quería agradecerte y disculparme por lo del otro día. —retuerzo la correa de mi bolso nerviosa, él continua mirándome fijamente. —Ya sabes, por salvarme de matarme en las escaleras. Y por no agradecerte en ese momento lo que hiciste por mí.
—No hay problema, tengo reflejos perfectos. No fue nada. —me responde y me deja con la boca abierta. ¡Vaya! ¡Sí que es modesto, el chico! —Solo procura continuar como hoy. ¿Es tan difícil dejar de correr y arrojar a la gente a tu pasó?
Yo lo miro tratando de descifrar si me esta tomando el pelo o lo esta diciendo en serio, pero es un maestro ocultando sus emociones.
—¿Estas de broma? —decido preguntar, porque me confunde.
—Yo jamás bromeo, no sé hacerlo. No estoy programado para ello. —me responde y somos interrumpidos por la llegada del tren a la estación, me cede el paso para abordar y me ajusto de pie en medio de un par de señores con cara de cansancio, sorprendentemente ojos de granito se queda frente a mí.
—¿Por qué dices que jamás bromeas? —le pregunto y él se gira para mirarme de frente.
—Ya te dije que no estoy hecho para ello. —me responde y yo lo miro escéptica.
—No te creo, todos bromeamos en algún momento. —el niega y yo entorno lo ojos. —¿Qué tal si me estas bromeando en este mismo momento?
El mantiene su cara inescrutable. Yo lo miro atentamente en busca de algo que delate que esta jugando conmigo, pero nada, es un maestro escondiendo sus emociones. ¡Demonios! ¡Tendré que pedirle unas clases!
—Solo creeme, tampoco miento jamás, no esta en mi programación. —me dice y yo lo miro extrañada.
—¿Y qué hay de los chistes? ¿Te causan gracia? —le cuestiono.
—Nada que tenga que ver con emociones y sentimientos esta en mi programación así que no sé qué es gracioso o alegre. —yo me rio porque es realmente divertida su manera de hablar. El tren sigue avanzando a una velocidad constante y yo sigo tratando de descifrar al chico de ojos grises, las estaciones pasan y yo intento que se ría incluso me atrevo a hacer algunas ridiculeces que le sacan una risa o una sonrisa disimulada a más de un pasajero en el vagón pero nada a él. Sigue tan impenetrable como una piedra.
—¿De verdad no te causo ni tantita gracia? —le digo después de colocar mi zapato de nuevo en mi pie tras mi fallido intento de hacerlo reír fingiendo una llamada en mi zapato.
—Ya te dije que no. —me responde y yo doy un suspiro largo y pienso ¿qué no he probado? 
El se aleja de mi y se acerca a la puerta de salida.
—La próxima estación es la mía. —me dice y yo lo miro.
—¡Oh, claro! —él me mira una última vez.
—Espero no volver a tener que rescatarte de caer por las escaleras, no corras por favor. Siempre corriendo no es seguro. Deja de correr. Adiós.
El tren se detiene en la estación y las puertas se abren.
Es cuando caigo en cuenta que no sé su nombre. Ni él el mío. 
—¡SOY IRIS, POR CIERTO! —le grito y el voltea a mirarme cuando las puertas se cierran y el tren empieza a avanzar.
Me quedo pensando en lo misterioso que es ese chico, y no sé ni su nombre para buscarlo en Facebook. ¡Qué mal! ¡Ojala vuelva a verlo algún otro día! Tiene una mirada increíblemente misteriosa, y una cara hermosa, con ese asomo de barba, esos labios perfectamente delineados y esa nariz tan recta, todo tan perfectamente simétrico. Y ese increíble porte y su postura tan firme. Nunca había visto a alguien conservar esa postura por tanto tiempo. Es tan misterioso, guapo y místico. ¿Será real? ¿O lo imaginé? 
Llego a mi estación, me acerco a las puertas y bajo con cuidado. Sus palabras »Deja de correr« me llegan a la mente y es cuando me doy cuenta que él me ha visto varias veces, él sabe que siempre estoy corriendo. ¡¿Cómo es que yo nunca lo había visto antes?! ¡¿Qué más me estoy perdiendo por siempre andar corriendo?!




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