Omar colocó unos libros en una de las estanterías de la librería donde trabajaba. Cuando su compañera de trabajo, Vero, se acercó a él.
— Omar, tiene una llamada. — Le avisó Vero.
— Voy. — Respondió Omar y dejando los libros que tenía en las manos en un carrito, se dirigió hasta el mostrador. — Contesta Omar Brown. — Habló Omar por el teléfono fijo.
— Tienes que recogerme en la estación de policía. — Oyó Omar al otro lado del teléfono. — Y no vayas a tardar.
Omar subió de dos en dos los escalones de la estación de policía y al entrar por la puerta vio a su hermano de dieciséis años que se levantó de un banco de madera.
— Has tardado. — Se quejó su hermano Álvaro.
Omar se le acercó y un policía se aproximó a ellos.
— ¿Es usted su tutor? — Preguntó el agente de policía.
— Sí, soy su tutor. — Contestó Omar. — ¿Qué ha hecho mi hermano?
El agente de policía señaló el mostrador, donde su compañero se encontraba y sobre el mostrador había varios botes de pintura de colores.
— Lo hemos pillado grafiteando en el viejo metro de la ciudad. — Le dijo el agente.
Omar miró serio a su hermano, viendo que Álvaro no parecía preocupado en absoluto por lo que había hecho.
— ¿No piensas disculparte? — Le preguntó Omar, tomándolo de la nuca y haciéndolo inclinar la cabeza frente al agente.
— ¿Por qué debería? ¡Si es arte!
— Tu arte solo me trae problemas. — Lo regañó Omar molesto.
El agente de policía y su compañero sonrieron al ver la escena de los hermanos, pero eso no haría que de allí se fueran de manos vacías, se llevaría con ellos una buena multa por pintar en una zona pública.
Omar y su hermano Álvaro pasaron por el supermercado a comprar los alimentos que necesitaban para la cena.
— ¿Has llamado a Teresa? — Le preguntó Omar a su hermano, una vez que hicieron los mandados y abandonaron el supermercado.
— Sí. — Respondió Álvaro, que miró a su hermano arrastrando el carro del supermercado hasta donde había dejado aparcado el coche. — Dice que no tardes o tendrás que subirle su paga.
Omar golpeó a su hermano en la nuca, quejándose Álvaro.
— Eso me recuerda que no recibirás tu paga al menos por un par de meses. — Le dijo Omar serio. — No es nada graciosa la multa que he tenido que abonar por tu gracia.
— Oye, ¿qué pasa con mis gastos? — Se preocupó Álvaro de no obtener su paga.
Omar lo golpeó nuevamente en la nuca, quejándose Álvaro aún más fuerte.
— Deberías de estar agradecido por solo quedarte dos meses sin tu paga. — Le regañó, caminando de nuevo empujando el carrito. — Pero si estás descontento ya puedes buscarte un trabajo.
Álvaro se ofendió, solamente tenía dieciséis años. Era preferible aguantar sin sus próximas dos pagas.
Álvaro siguió a su hermano, cuando sus ojos se fijaron en una pequeña luz que venía del fondo del aparcamiento.
— Hermano. — Lo llamó Álvaro y señaló con una mano el pequeño brillo. — ¿Qué es eso?
Omar miró hacía donde su hermano Álvaro señaló y luego los dos hermanos se miraron mutuamente.
— Espera aquí, iré a ver lo que es. — Habló Omar a su hermano.
Omar dejó el carrito al lado de Álvaro y caminó hacia la sospechosa luz, encontrándose con una chica tirada en el suelo.
— Una mujer. — Mencionó Álvaro.
Omar se dio cuenta de que Álvaro lo había seguido, pese a haberle dicho que lo esperará allí.
Omar se acercó a la chica tirada en el suelo y se agachó comprobando si estaba bien.
— ¿Se encuentra bien? — Le preguntó Omar, agitando suavemente el brazo de la chica.
La chica abrió los ojos, mirando el rostro de Omar y abrazándolo de pronto.
— No me dejes. — Exclamó la chica y empezó a llorar aferrándose desesperadamente a Omar.
— Oh, oh, oye… — Titubeó Omar nervioso, queriendo soltarse de los brazos de esa chica que se aferraba más fuerte a él. — ¡ÁLVARO, ECHARME UNA MANO!
Álvaro se acercó a su hermano y lo intentó ayudar, la chica parecía no querer soltarlo y las personas que estaban en el aparcamiento se les quedaron mirando.
Finalmente Omar fue liberado y tuvo que acompañar a la chica hasta el hospital donde la revisaron.
— ¿Ella está bien? — Preguntó Omar al doctor de emergencia.
El doctor, de nombre May, asintió.
— No parece tener nada. — Habló May, mientras miraba la pantalla de una tablet. — Lo único, que ella no recuerda quién es.
Omar miró hacia la camilla donde la chica se encontraba sentada, Álvaro la estaba acompañando y le hablaba.
— ¿Qué debería hacer con ella? — Preguntó Omar, lamentándose por haberla encontrado.
May puso su mano en el hombro de Omar y le sonrió.
— Llévala a tu casa. — Le dijo sin ningún tapujo.
— ¿Estás loco? ¿Quieres que meta a una desconocida en casa con mis hermanos allí? — Gruñó Omar, negándose. — Podría ser una persona peligrosa.
Omar caminó luego hacia su hermano y la chica desconocida y agarrando a su hermano de la muñeca de la mano se lo iba a llevar.
— Omar. — Le dijo el doctor que lo detuvo. — Hablemos las cosas.
— Nosotros nos marchamos, ocúpate tú de ella. — Contentó Omar, serio y aferrando la muñeca de su hermano.
Cuando Álvaro vio como la chica se agarró a la chaqueta de Omar, como un gato abandonado.
— Hermano… — Lo llamó Álvaro.
Omar y el doctor miraron a la chica, la desconocida se agarraba a Omar no dejando que se marchara sin ella.
— Es el destino, amigo mío, es toda tuya por el momento. — Le dijo May con una sonrisa, obteniendo la mirada molesta de Omar. — Mientras, yo me ocuparé de averiguar quién es ella.
Omar soltó la muñeca de su hermano y se restregó la cara con sus manos.
— ¡Ya estamos en casa! — Habló Álvaro, bien alto para que sus otros hermanos lo oyeran.