— Pensaba que no hablabas. — Le dijo Omar a la chica.
— Lo siento. — Se disculpó ella. — Pero pensaba que si hablaba me dejarías tirada.
Omar la tomó de una mano, soltando su chaqueta de ella y preguntándose si de verdad no recordaba quién era.
— ¿Cuál es tu nombre? — Le preguntó Omar, mirando el medallón en su cuello. — ¿Es Fabiola?
La chica se encogió de hombros apenada, pues no recordaba su nombre.
— ¿Me echarás si no sé mi nombre? — Se preocupó la chica.
Omar la miró en silencio, viendo como la chica agachaba la cabeza como un perro necesitado de afecto.
— No, no lo haré. — Suspiró, restregando con su mano su cabello. — A vísperas de saber tu nombre, te llamaré Fabiola.
La chica asintió, tomando las manos de Omar y viendo en su mirada un alma noble y bondadosa.
— ¡Me gustas! — Dijo la chica, sin ningún pudor y sacando los colores de las mejillas de Omar.
— Basta, no está bien que una señorita se lance así con un desconocido. — Pronunció Omar avergonzado.
La chica no dejó de sonreírle, haciendo que el corazón de él latiera desesperado.
Cuando Ángel agarró la mano de su hermano y Omar lo miró.
— Oh, hola. — Le habló con confianza Fabiola.
Ángel tiró la mano de su hermano mayor y Omar le colocó una mano en la cabeza.
— ¿Qué es lo que quieres, Ángel? — Le preguntó Omar, llevándolo hacia fuera de la habitación.
Fabiola se quedó mirando a Omar con su hermano pequeño. Como el menor se frotaba la barriga diciéndole así que tenía hambre.
Ángel dejó de hablar tras la muerte de sus padres y aunque estaba recibiendo ayuda médica, todo dependía de él para volver a hablar.
Omar preparaba la cena, una tortitas de calabacín con salsa de yogur y para el postre macedonia de frutas. Cada día tenía que pensar una buena y saludable cena para sus hermanos, ahora más que nunca, Omar admiraba a su difunta madre por haberse ocupado siempre de todos ellos.
Ángel agarró a Omar de la camiseta, sacándolo de sus pensamientos. Omar se dio entonces cuenta de que no solo Ángel lo tenía sujeto de la camiseta.
— Te he dicho que no te echaré, así que déjame espacio. — Le dijo Omar a Fabiola.
Ángel llevaba sobre su cabeza una toalla y Omar lo apartó del hornillo, poniéndose a secarle el cabello con la toalla.
— Me gusta estar agarrada a ti. — Murmuró Fabiola. — ¿Tiene algo de malo? No te estoy molestando.
Álvaro que ponía la mesa redonda y de ocho sillas del comedor cocina, miró a su hermano cargando con la extraña chica.
— Molestas y mucho. — Le dijo Álvaro serio, ya que su hermano no lo hacía. — Está ocupado, ¿es que no lo ves?
Fabiola vio que Álvaro la acuchillaba con la mirada, pero aún así no desprendió su mano de la camiseta de Omar.
— Álvaro, silencio. — Le ordenó Omar. — Termina de poner la mesa que vamos a cenar.
— Sí, ya. — Contestó Álvaro, molesto por la actitud de su hermano mayor.
Cuando la pequeña Laura entró corriendo en albornoz en el comedor cocina, aferrándose a la pierna de su hermano Omar.
— Ya me he bañado. — Dijo la pequeña.
Omar que se ocupaba todavía del cabello de Ángel, le sonrió a su hermana y ella se sintió contenta.
— ¿No tenía Teresa que está ocupándose de ti? — Preguntó Omar a Laura.
— Está hablando con su novio Maikel por teléfono. — Contestó Laura, aún abrazada a la pierna de su hermano.
Omar colocó bien con sus dedos el cabello de Ángel, dejando la toalla en un taburete.
— Álvaro, que Teresa se ocupe de Laura, vamos a cenar enseguida. — Le habló Omar, que tenía que servir la cena en los platos.
Álvaro dejó lo que estaba haciendo y se acercó cargando en brazos con su hermana Laura, llevándola hacia la segunda plata.
— Vamos a molestar a Teresa. — Le dijo Álvaro, haciéndola bota en sus brazos.
La pequeña Laura se rió, aferrándose al cuello de su hermano.
— Sí, la vamos a molestar. — Promoció riéndose Laura.
— Claro, así Maikel la dejará por ser una pesada y flojera. — Dijo Álvaro, queriendo molestar a su melliza, que era unos minutos más mayor que él. — La veremos llorar mientras limpia el piso con sus lágrimas.
Omar servía ya la cena y se dio cuenta de que Fabiola siguió con el trabajo de poner la mesa que Álvaro había dejado a medias. Todo lo que necesitaba colocar Fabiola en la mesa estaba sobre la isleta.
— Ey, floja y fea del demonio. — Dijo Álvaro, abriendo la puerta del dormitorio de Teresa. — Omar ha dicho que te ocupes de Laura.
La pequeña Laura se agarraba a la mano de su hermano Álvaro, quien recibió un cojinazo en la cara.
— ¿Quién ha dicho que entres en mi dormitorio sin avisar? — Le preguntó Teresa, que se levantó de la cama.
— No tienes nada que ocultar en tu tabla de planchar. — Se burló Álvaro y Laura se rió de lo que su hermano había dicho.
Teresa aspiró profundamente para no sacar a patadas a sus hermanos de su dormitorio, su santuario.
— Tienes cinco años, deberías aprender a ocuparte de ti misma. — Gruñó Teresa a Laura, tomándola de la mano. — Los demás se van a reír de ti.
— Está hablando la que necesita la ayuda de Omar para todo. — Contestó Álvaro y Teresa le clavó la mirada. — Deberías avergonzarte por hablarle así a Laura que es una bebé todavía.
Álvaro caminó hacia las escaleras por las que bajó, dejando a Teresa más molesta.
— No seas como Álvaro. Sería dañino para la familia. — Le aconsejó Teresa a Laura, entrando las dos al dormitorio de la pequeña.
Laura no entendía las discusiones de sus hermanos mellizos, pero tampoco veía que fuese algo tan malo.
Fabiola cenó a gusto con la familia Brown, aunque su cabeza se encontraba en blanco por completo, le resultaba agradable y tranquilizador la presencia de Omar junto a ella.