Omar llegó a tiempo a la parada del autobús del colegio, llevando a rastras a los pequeños Ángel y Laura.
— Justo a tiempo. — Dijo la profesora que acompañaría a los niños en el autobús.
Omar miró a la profesora Mara que se rió tímidamente. Laura, que sostenía una de las manos de su hermano Omar, tiró de él.
— Ángel ha olvidado su mochila en casa. — Habló Laura.
Omar rápidamente miró a Ángel, viendo que, efectivamente, no llevaba con él su mochila.
— No puede ser… — Omar se lamentó, echándose la culpa por no ser responsable.
— Omar. — Lo llamó Fabiola, que se acercó trayendo con ella la mochila de Ángel. — He traído la mochila de Ángel, la había dejado en casa.
Al irse Omar con sus hermanos menores, Fabiola se dio cuenta de que se habían dejado atrás una de las mochilas.
— Gracias, Fabiola. — Le agradeció Omar y ella se acercó dándole la mochila.
Fabiola se quedó prendada al ver como Omar le puso la mochila a su hermano de siete años y como se despidió después de los dos pequeños.
Cuando el autobús se marchó, Omar se despidió agitando una mano.
— ¿Lo he hecho bien? — Preguntó Fabiola, agarrándose al brazo de Omar.
Omar se sonrojó al sentir en su brazo el contacto del pecho de Fabiola y al mirarla vio una cálida sonrisa en su rostro.
— Lo has hecho bien. Gracias de nuevo, Fabiola. — Le dijo Omar.
Fabiola llevaba viviendo con ellos más de dos semanas y Omar todavía estaba esperando a que May averiguara algo de ella.
— Me gustas, lo sabes. — Fabiola no le quitaba sus ojos de encima a Omar. — Es agradable estar a tu lado.
Fue cuando Fabiola soltó su brazo, que Omar se fijó en que la chica llevaba puesta ropa prestada de sus hermanos.
— ¿Te apetece ir de compras? Tengo tiempo hasta empezar a trabajar. — Le propuso Omar.
— Sí, me gustaría mucho. — Fabiola lo tomó de la mano tirando de él. — ¿A dónde iremos de compras?
Omar bajó su mirada hasta sus manos agarradas. Por su apariencia física, Omar había supuesto que Fabiola debía de tener más o menos la misma edad que él.
— Vamos al mercado, allí podemos encontrar ropa que te quede bien. — Contestó Omar y Fabiola asintió emocionada.
Omar iba a comprarle ropa.
Fabiola no podía evitar sentirse feliz porque Omar le hubiera comprado ropa.
Contenta y con sus bolsas en la mano, siguió a Omar por el mercado mirando los distintos puertos, hasta que Omar se detuvo para preguntar el precio de unas zapatillas.
— Todo barato, joven. — Le habló el dueño del puesto.
Omar se agachó, tomando el pie de Fabiola y comprobando si le quedaría el número de zapatilla.
— No sé si será tu número de pie, pero te compraré unas. — Le dijo Omar, levantándose. — Escoge la que más te guste y pruébatelas.
Fabiola asintió y entregándole las bolsas a Omar se puso a mirar las zapatillas. Omar se quedó mirándola hasta que su teléfono móvil sonó y tomándolo del bolsillo de su chaqueta contestó la llamada.
— ¿Sí? — Preguntó, sin siquiera mirar quien estaba al otro lado del teléfono cuando contestó.
— Te habla May, ¿puedes venir al hospital a verme? — Le preguntó May, sentado en el asiento detrás del escritorio de su consulta.
— ¿Tiene que ser ahora? — Preguntó Omar.
Fabiola que estaba probando las zapatillas que había escogido.
— Sí, ahora mismo. Y por favor, trae a la chica contigo. — Respondió May, mirando la pantalla de su ordenador.
Omar colgó la llamada, tal vez May sabía quién era la chica y había encontrado a su familia.
Se guardó el teléfono y se acercó a pagar las zapatillas que Fabiola había elegido.
Al llegar a la consulta, May les atendió y les explicó su llamada repentina. No era porque supiera algo de la chica, sino por los resultados de los análisis de sangre que le habían realizado.
— Estás embarazada. — Comunicó May a la chica que se sentaba frente a él.
— ¿Embarazada… ? — Preguntó Fabiola y se señaló con el dedo el pecho. — ¿Yo?
Omar se sorprendió al saber que la chica que tenía acogida en su casa se encontraba embarazada.
— Eso he dicho, estás de trece semanas de gestación. — Le dijo May. — Me gustaría hacerte una ecografía para comprobar si todo está bien con el bebé.
Fabiola sintió como si le hubieran lanzado un cubo de agua fría, estaba embarazada de trece semanas… Ya no era solo que no saber quién era, llevaba un bebé en su interior.
— Lo bueno de eso es que debe de haber alguien que te esté buscando. — Habló Omar, agarrando a su amigo May de la bata de médico. — ¿Salimos un momento?
— Claro, salgamos. — Contestó May, siendo arrastrando fuera por Omar.
Fabiola sintió que se le apretaba el corazón dentro del pecho. Le gustaba Omar desde que los vio por primera vez y ahora le estaban diciendo que esperaba el hijo de alguien más.
Temió incluso tocar su vientre con miedo de que fuese verdad lo que el doctor May le había dicho sobre su embarazo.
— ¿Y ahora qué pasará… ? — Temió Fabiola ansiosa.
Omar agarró a su amigo del cuello de la bata y lo puso contra una pared, estando molesto.
— ¿Qué hago ahora con ella? La chica está embarazada y quieres que siga estando en mi casa, con mis hermanos.
May intentó calmar a su amigo, agarrándole las manos que lo tenía acorralado.
— ¿Y qué? ¿Piensas echarla de tu casa? Serías mala persona si hicieras eso. — Le dijo May, soltandose finalmente de él.
Omar sabía que May tenía razón, pero no comprendía cómo se había visto envuelto en un asunto así.
— Encuentra a su familia rápido. — Le exigió Omar y se sentó en uno de los asientos de la zona de espera.
May sonrió, era tan fácil hacer ceder a Omar. Era demasiado bueno.
— No te preocupes, mi amigo en la policía está buscando información sobre ella. Seguro que antes de que te des cuenta la chica estará con su familia. — May apoyó su mano en el hombro de su amigo. — Así que tranquilo, lo único que tienes que hacer es cuidar mientras de ella.