Fabiola se acercó hasta la salida del parque donde Omar y sus hermanos pequeños estaban esperándola.
— ¿Son dulces? — Preguntó Laura emocionada. — A mí me gustan los dulces, pero Omar dice que son malos para los dientes.
— Sí, son dulces. — Le dijo Fabiola sonriendo. — Tu hermano Omar ha querido que os comprara unos pasteles para comerlos ahora al llegar a casa.
Omar caminó con los niños y con Fabiola, a la que le quitó la cajita con los dulces.
— Gracias por ir a comprarlos. — Le agradeció Omar.
— Es lo mínimo que puedo hacer. — Respondió Fabiola. — Estoy viviendo en nuestra casa y sin dar nada a cambio.
Fabiola se agarró entonces a la chaqueta de Omar, queriendo ayudarlo en todo lo que estuviera en sus manos.
Ángel se quedó mirándolos, era evidente para el pequeño que entre su hermano mayor y Fabiola podía haber algún sentimiento. Y a él no le parecía mal, ya que se hermano no había salido con nadie por ser el tutor de ellos.
Cuando llegaron a casa, Omar vio el abrigo del amigo de Álvaro colgado en la entrada.
— Ya estamos aquí. — Avisó Omar, cerrando la puerta de casa.
Fabiola tomó de la mano de Omar la cajita con los dulces y se dirigió a la cocina.
Omar entró entonces en el salón al igual que sus dos hermano pequeños y vio allí a Álvaro y a su amigo Ján, que hacían los deberes en una mesa redonda de cuatro sillas.
— Hola, Omar. — Lo saludó Ján.
— Comeremos unos dulces ¿te apetece merendar con nosotros, Ján? — Le preguntó Omar.
Ángel y Laura pusieron la televisión, esperando que Omar pusiera una película de la plataforma digital de películas.
— Nunca digo no a los dulces. — Respondió Ján, dejando sus libros y acudiendo junto a los pequeños Brown.
Omar sonrió, le gustaba ver que sus hermanos se relacionaban con sus amigos.
— ¿Y Teresa? — Preguntó Omar a Álvaro, que estaba todavía liado con sus deberes.
— Se marchó cuando te fuistes con los enanos. — Contestó Álvaro. — Puede que se encuentre con su novio Maikel. Se pasan todo el día juntos, un día nos dará una desgracia andando con él.
Álvaro miró el rostro serio de su hermano y cómo sacó su teléfono móvil para llamar a Teresa.
— ¿Por qué le has dicho eso? — Preguntó Ján al ver que Omar se marchó del salón.
— Es la verdad, se pasa todo el tiempo con Maikel. — Respondió Álvaro. — En la casa no solo vive ella.
Ángel salió del salón al recibidor de la casa y se agarró al brazo de Omar.
— Es un dolor de cabeza cuando se lo propone. — Suspiró Omar, bajando su teléfono móvil cuando Teresa no le respondió y prestando atención a Ángel. — Preparemos unos chocolates.
Ángel asintió, aferrándose a su hermano Omar y siguiéndole a la cocina.
Fabiola ya se estaba ocupando de preparar las bebidas calientes.
— ¿Aún está sin contestar la llamada? — Preguntó Fabiola, acercándose a Omar que estaba sentado en la mesa del comedor.
Omar levantó la mirada de la pantalla de su teléfono móvil y vio a Fabiola debajo del umbral de la cocina.
Todos habían disfrutado de los dulces y el chocolate caliente y los más pequeños todavía veían una película en la televisión del salón.
— Todavía no. No sé en qué piensa cuando actúa así. — Habló Omar. — Lo siento. Ni siquiera te he preguntado cómo te encuentras.
Fabiola sonrió parándose a su lado.
— Todo sería más sencillo si el bebé que espero fuese tuyo.
— No hables así, ese bebé tiene un padre. — Le dijo Omar. Fabiola arrastró una de las sillas y se sentó a su lado. — Cuando recuperes la memoria, seguramente, te arrepentirás de lo que acabas de decir.
Fabiola apoyó sus brazos en la mesa y se dio cuenta de que el ordenador portátil de Omar se encontraba abierto y encendido.
— ¿Y eso? — Fabiola observó que Omar estaba echando currículos en distintas empresas. — ¿Estás buscando trabajo?
— Es difícil para mí porque no he terminado la carrera de administración, pero me gustaría trabajar en una de esas empresas y poder darle mejor vida a mis hermanos. — Confesó Omar, mostrando en su sonrisa con tristeza y nostalgia. — De no ser por la señora de la librería no tendría trabajo.
Fabiola lo agarró de una mano acercándose más a él.
— Tengo un buen presentimiento. — Le dijo Fabiola, inclinándose y apoyando su barbilla en el brazo de Omar. — Seguro que te llamaran.
— Gracias, de verdad gracias por tus buenos deseos. — Contestó Omar agradecido por su amabilidad.
Cuando escucharon la puerta de casa y Fabiola vio a Omar ir directamente al recibidor, no tardando demasiado en oír las voces de discusión entre él y Teresa.
— ¿Qué tiene de malo que salga con mis amigos? — Se quejó Teresa. — ¡Tengo dieciséis años! No me trates como Ángel o Laura.
Teresa subió las escaleras, furiosa por verse vigilada por su hermano mayor. Ella no era una bebé cómo eso sus hermanos pequeños, que siempre eran consentidos y mimados por Omar.
— Si no quieres que te trate como a ellos, no actúes como una niña. — Contestó Omar, que la siguió hasta la segunda planta. — En esta casa tenemos unas normas.
— ¿Normas?
Teresa iba a cerrar la puerta de su dormitorio pero Omar se lo impidió.
— Sí, tenemos deberes que hacer y normas que debemos cumplir. — Dijo Omar serio. — Entrégame tu teléfono móvil.
Omar extendió su mano y Teresa se negó a dárselo, él no tenía derecho a hacerle eso.
— ¡No eres papá o mamá para que me obligues a que te entregue mi teléfono! — Gritó Teresa, negándose a obedecerlo. — ¡DÉJAME EN PAZ!
Omar sintió dolor por las palabras de su hermana Teresa e iba a soltar la puerta que mantenía abierta, pero oyó a Álvaro.
— Deja de ser tan estúpida. — Le dijo Álvaro a Teresa, pasando por sobre su hermano Omar y dándole una bofetada a Teresa. — ¿Por qué no te das cuenta de todo lo que Omar hace por nosotros?