Omar llegó a casa tras salir del trabajo y recoger a sus hermanos pequeños del Colegio. Los pequeños Brown fueron a sus habitación para dejar sus mochilas y lavarse luego las manos, pero cuando Laura dejó su mochila en su cama, vio que sobre ésta había una bolsa de papel.
— ¿No lo vas a abrir? — Preguntó Fabiola, acercándose hasta la habitación de la pequeña Laura.
La niña sacó de dentro de la bolsa una caja de zapatillas con la marca Love baby.
— Las zapatillas que quería. — Dijo la pequeña nada más reconocer el logotipo de la marca Love baby.
Laura sacó las zapatillas de la caja y sus ojos se llenaron de emoción.
— ¿Te gustan? — Fabiola entró en la habitación y se acercó a la pequeña Laura.
La niña asintió, ahora ella también llevaría al colegio unas zapatillas Love baby, como hacían sus amigas.
— ¿Me la has comprado tú? — Le preguntó Laura.
— Algo así. — Contestó Fabiola, agarrando a la pequeña de los brazos y sentándola en la cama.
— ¿Mi hermano Omar se enfadará cuando las vea? — Laura pensaba en su hermano, él no podía comprarle las zapatillas… pero Fabiola lo había hecho en su lugar.
Fabiola se sentó a su lado y tomando una de las zapatillas de la caja se preparó para probarsela a la niña.
— ¿Por qué me enfadaré? — Preguntó Omar, que entró en la habitación y vio a Fabiola poniéndole las zapatillas a su hermana.
— Me ha regalado Fabiola, son unas Love baby. — Dijo Laura contenta.
Fabiola sonrió y al mirar a Omar vio confusión y preocupación en su rostro.
— He ido a comprarme unas zapatillas para casa. — Le explicó Fabiola, extendiendo una pierna para mostrarle las zapatillas de casa que llevaba puestas. — Por la compra me han regalado un ticket para participar en un sorteo y resulta que he podido elegir entre cualquiera de las zapatillas que había en la tienda. — Le mintió descaradamente, algo de lo que Omar no se dio cuenta.
— Cierto, te dije que fueras a comprarlas. — Omar se acercó a ella. — Pero no imaginé que hicieran sorteos en las zapaterías.
— Se ve que es por las navidades.
Fabiola sonrió y se levantó abrazando a Omar, quien se sintió avergonzado por estar en frente de su hermana pequeña.
— Fabiola. — Le llamó Omar la atención.
Fabiola sonreía sin importarle la presencia de Laura, que disfrutaba de sus deseadas zapatillas nuevas.
Después del duro día y ya con sus hermanos en la cama, Omar se sentó en la cama tras haberse duchado y abrió el cajón de su mesilla de noche para poner su teléfono móvil a cargar, pero encontró el sobre blanco dejado por Álvaro. Omar agarró el sobre y lo abrió, viendo dentro dinero.
«¿Y esto, de dónde ha salido?», pensó Omar y rápidamente sospechó de Fabiola.
Cuando tocaron a la puerta de su dormitorio y Omar vio a Álvaro entrar en la habitación.
— ¿Lo has encontrado? — Preguntó Álvaro parándose a su lado.
Omar se levantó y enseñando el sobre le preguntó directamente.
— ¿Es tuyo?
— Es para la familia. — Asintió Álvaro y Omar bajó el sobre.
— ¿Has estado trabajando? Cuando no tenías mi permiso para ello. — Le preguntó Omar molesto.
Lo único que Omar quería era que sus hermanos estudiaran. De lo demás él mismo se ocuparía.
— ¿Qué has hecho? ¿Pintar graffitis? — Era lo que menos deseaba Omar. — Ya hemos tenido problemas con tus…
— ¡No, no, no… ! — Álvaro agitó con rapidez sus manos. — No he hecho nada malo para conseguir el dinero. He estado trabajando cargando con la mercancía de una tienda.
Álvaro prefería mentirle a que supiera que estuvo pintando el mural de una escuela.
— Mañana iremos a esa tienda para hablar de cómo han podido contratar a un chico de dieciséis años sin el consentimiento de su tutor. — Le dijo Omar serio. — Es que no tiene ética esa persona.
— Lo engañe, diciendo que era mayor de edad. — Álvaro se preocupó de que descubriera su mentira y tomó la mano de su hermano. — Por favor, hermano, déjalo pasar, no quiero causarle problemas a esas personas.
Álvaro agachó la cabeza, esperando que su hermano lo dejara pasar.
— Vale, vale. — Pronunció Omar las palabras que Álvaro quería escuchar. — Pero la próxima vez piensa en las consecuencias. Ahora vete a la cama, mañana hablaremos del castigo que te pondré.
— Claro, hasta mañana.
Álvaro sonrió sintiéndose aliviado y caminó hacia la puerta.
— ¿Pero por qué sonríes? — Omar se sintió molesto por verlo sonriendo como si nada hubiera pasado. — ¡Oye!
Álvaro salió aún así de la habitación, cerrando a su espalda y suspirando en el pasillo.
«La próxima vez tendré que quedarme con el dinero y gastarlo para ayudar de otra manera», pensó Álvaro, teniendo claro que volvería a hacer otro trabajo como el que hizo si tenía la oportunidad.
Por fin Omar se metió en la cama, necesitaba descansar y pensar en el castigo que le pondría a su hermano Álvaro.
Pero su tranquilidad fue interrumpida cuando tocaron a la puerta de su dormitorio. Omar se incorporó apoyándose con el codo en la cama y viendo a Fabiola abrir la puerta.
— ¿Te encuentras bien? — Le preguntó Omar, preocupado por su embarazo.
Fabiola cerró la puerta nada más entrar y se apresuró a acercarse hasta la cama.
— Quería dormir contigo ¿me lo permites? — Le preguntó Fabiola, extendió su brazo y agarrándose a la camiseta del pijama de Omar. — No me gusta estar sola en la cama, sería más placentero si pudiera dormir en tu compañía…
Omar se vio atrapado por Fabiola que se subió en la cama y se recostó, aferrándose a él y obligándolo a tumbarse también.
— No creo que esto sea una buena idea. — Dudó Omar.
— Yo creo que sí lo es. — Contestó Fabiola mirando el rostro de Omar. — Eres una persona que respeta a los demás y aunque es admirable, me molesta que no veas que estoy interesada en ti.