Aprendiendo a ser padres

11. La casa de los abuelos.

Al día siguiente la familia Brown se puso en marcha para no llegar muy tarde a la aldea donde sus abuelos paternos vivían, lugar que se encontraba a unas horas de distancia de la ciudad. Omar sabía que sería un trayecto largo con sus cuatro hermanos. 

— Tengo hambre. — Fue Laura la primera en levantar la voz. 

— Ya estamos cerca de la aldea, espera un poco más. — Le pidió Omar. 

Omar conducía el espacioso coche de su amigo May, pues el suyo no era tan amplio para un viaje familiar. 

— Mirad. — Dijo Fabiola, que veía a lo lejos las primeras casas de la aldea. — Es un lugar rústico, me gusta. 

Las calles de la aldea eran de tierra y piedra. Las casas disponían de terrenos para sus sembrados y estaban separadas por estarías. Era un pequeño paraíso de naturaleza. 

— La casa de mis abuelos está cerca. — Habló Omar a Fabiola a su lado. 

— ¿No será desvergonzado que me presente en una reunión familiar? — Le preguntó Fabiola. 

Él negó, se encontraba contento de que Fabiola estuviera con ellos. La cena navideña en casa de sus abuelos había sido dolorosa y silenciosa desde que sus padres fallecieron. Ese año iba a ser distinto, Omar estaba convencido. 

— ¿Pero de qué estás hablando? Será agradable tenerte en casa de nuestros abuelos. — Contestó Omar.

Sus hermanos sentados detrás solamente miraban. 

— ¡Por Dios mío! Me estoy ahogando con vosotros dos. — Chilló Teresa cuando no aguantó más y Álvaro le dio un tortazo en la cabeza. — ¡OYE IMBECIL! — Lo insulto Teresa molesta. — Ellos están trayendo un bebé al mundo y ni siquiera Omar nos dice la verdad. 

— Tonta. — Álvaro no podía creer que su melliza fuese tan tonta de creer que Omar había dejado embarazada a Fabiola. — Trabaja tu cabeza, no lo utilices solo para peinarte. 

— Ya basta. — Les regañó Omar serio mientras conducía. 

Fabiola sonrió, mirando por la ventanilla y escuchando a los mellizos seguir discutiendo mientras Omar les regañaba. La mirada de Fabiola se fue directa a un palacete con grandes jardines y abandonado que se encontraba en lo más alto de la aldea. 

— Llegamos. — Dijo Laura según se acercaban, los sembrados de la familia Brown se extendía a sus lados. — ¡Los abuelos! 

En la entrada de la casa esperaban los abuelos, felices de que sus nietos llegaran. En cuanto Omar detuvo el coche, no hubo niño que no saliera corriendo a saludar a sus abuelos. 

Fabiola acompañó a Omar hasta la entrada de la casa y los ancianos abrazaron a su nieto mayor. 

— Lo estás haciendo bien. — Le dijo su abuelo Sergio. 

Omar se lo agradeció y su abuela Dulce lo tomó en sus brazos cuando Sergio lo soltó. 

— Mi niño ha tenido que crecer rápido. — Le dijo la abuela, ella no quería esas obligaciones para su nieto mayor. 

A la abuela Dulce le habría gustado que Omar acabara su carrera y que hubiera conocido a una buena chica… Verlo casado y con sus propios hijos, no verlo convertido en el padre de sus hermanos. 

— Abuelos. — Los llamó Omar que se soltó de su abuela Dulce. — Ella es Fabiola y está viviendo un tiempo con nosotros. 

A Dulce se le iluminaron los ojos de felicidad al contemplar a la chica que venía con ellos.

— Está embarazada de Omar. — Habló Teresa sin pudor. 

Al escuchar eso la abuela se puso aún más contenta y tomó las manos de Fabiola. 

Fabiola sonrió, no iba a desmentir a Teresa ya que le hubiera gustado que su bebé fuese de Omar. 

— Abuelos, eso es… — Quiso Omar desmentirlo. 

— Entremos, empieza a hacer frío. — Lo interrumpió el abuelo Sergio, agarrando a sus nietos pequeños y entrándolos en la casa. 

— Es ridículo desmentir eso ahora mismo. Los abuelos se encuentran contentos de que tengas novia. — Le dijo Álvaro a su hermano mayor. — Y no creo que Fabiola esté a favor de desmentir lo que Teresa ha dicho. 

Omar frotó el cabello de su hermano y después lo empujó para que lo ayudara a sacar el equipaje del coche y entrarlo en la casa junto con las compras que habían hecho para los abuelos. 

Los abuelos estaban contentos por todo lo que Omar les había traído. Mantecados, turrones y muchos alimentos deliciosos que era difícil de conseguir en la tienda de la aldea. 

— Bombones de licor. — Celebró la abuela Dulce, quitándole el envoltorio a un bombón y llevándolo a la boca, saboreando el sabor del licor. — Niño, no tienes que traer de todo cada vez que vienes. 

Omar sonrió observando a su abuela, cómo no iba a traerle cosas si lo disfrutaban tanto. 

— No es gran cosa, abuela. — Respondió Omar, que abrazó a su abuela y ella acarició su brazo. 

— Mi niño. Todo ha sido tan duro para ti y tus hermanos. — La abuela Dulce cada noche le pedía a su difunto hijo que cuidara de sus nietos. — Me gusta Fabiola, se nota con solo mirarla que está enamorada de ti. 

Omar vio a su abuela ir a guardar los alimentos que había traído y pensó que tendría que aprovechar para desmentir todos, Fabiola no era su novia, ni su bebé era de él, ella debía tener a alguién que estaría preocupado por ella. 

— Abuela… 

— Tu abuela sabe que estáis hechos el uno para el otro. — Le dijo su abuela con una sonrisa y empezó a tararear una canción navideña. 

Omar miró hacia fuera, su abuelo Sergio estaba asando castañas en una chimenea que tenían en la terraza. Fabiola se encontraba allí al igual que sus hermanos y al cruzar su mirada con ella, Fabiola lo saludó con mucho énfasis. 

— Quiero pensar también que estamos hechos para estar juntos. — Pronunció Omar, caminando hacia la puerta de la terraza. — Yo también quiero castañas. — Le dijo a su abuelo. 

Dulce sonrió mirando a su nieto mayor, sabiendo que era su momento de ser feliz. Se encontraba agradecida con su hijo, que había hecho un gran trabajo al poner a esa chica en el camino de su amado nieto. 



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En el texto hay: drama, amor, #familia

Editado: 18.03.2024

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