Aprendiendo a ser padres

12. El deseo de mis padres.

A la mañana siguiente, Omar, Fabiola y los dos pequeños Brown salieron a caminar por los alrededores de la aldea. 

Los cuatro iban por un camino entre árboles altos. 

— ¿Vez ese palacete? — Le preguntó Omar a Fabiola, señalando más allá de los altos árboles. 

Fabiola se detuvo mirando el palacete y tomó en su mano su medallón. 

— Sí, me fijé en él cuando llegamos ayer por la tarde. — Respondió Fabiola, contemplando como Omar miraba hacia el lugar con nostalgia. 

— En ese lugar vivían un abuelo y su nieta. — Le contó Omar sonriendo. — Éramos unos niños pequeños, pero ella fue mi primer amor. 

Omar miró a sus dos hermanos pequeños, como iban agarrados de la mano mientras Laura cantaba. 

— ¿Y después en el instituto te enamoraste de Violeta? — Le preguntó Fabiola, acercándose a Omar y agarrándose a su brazo. 

— Violenta, ella solo fue una fase sin importancia. — Se disculpó Omar por lo ocurrido aquel día en el colegio de sus hermanos. — No recuerdes el encuentro con ella, por favor. 

Fabiola sonrió, poniéndose después de puntilla y dándole un beso en la cara. 

— Tenemos que avanzar cuando llegamos a casa. — Le pidió sin vergüenza. 

Omar se sonrojó por la repentina proposición de Fabiola. Estaba claro que le estaba sugiriendo desnudar sus cuerpos y lanzarse los dos a la pasión carnal. 

— Hermano, tienen la cara roja. — Le dijo Laura que le señaló con el dedo. 

Omar vio a sus pequeños hermanos frente a él, los dos pequeños lo miraban. 

— Yo… — No supo Omar qué decir a sus hermanos. 

Fabiola lo soltó del brazo y tomó las manos de los pequeños. 

— Vuestro hermano se encuentra bien, solo le ha subido la temperatura. — Les dijo Fabiola a los pequeños, caminando con ellos. 

Omar se llevó la mano a la cara, él nunca había estado con una chica antes. Pensar en pasar una noche íntima los dos, claramente lo ponía muy nervioso, más aún pensando que Fabiola estaba embarazada. 

Teresa tendía la colada en los largos tendederos del jardín. El día era frío, pero el sol brillaba. 

— Abuela ¿por qué tengo que ocuparme de esto yo sola? — Se quejó, creyéndose esclavizada por su abuela por ponerla a hacer quehaceres de la casa. — ¿No tendría que ser obligación de mi hermano Omar hacer estás cosas? 

— Tu hermano siempre se ocupa de vosotros y además trabaja mucho. — Contestó la abuela Dulce seria. — Ahora está de vacaciones y a ti no te viene mal aprender a hacer cosas del hogar para ayudar a tu hermano. 

A Teresa no le interesa aprender nada de eso, ella tendría a alguien que le hiciera las cosas del hogar. 

— ¿Y la tía? — Intentó Teresa que su tía Dorotea también moviera el codo. 

— Tu tía está en su dormitorio trabajando en su novela. — Respondió Dulce a la floja de su nieta. 

— ¿Y el tío Eduardo… ? 

La abuela le dio un tortazo en el trasero y Teresa se quejó. 

— Tu tío trabaja muy duro y está aquí para descansar. Tu hermano Álvaro se ha levantado antes del amanecer para ayudar al abuelo con las tareas del campo, ¿y tu calentita en casa no puedes ayudarme con los quehaceres del hogar? 

Teresa quería echarse a llorar por los regaños de su abuela y tuvo que morderse la lengua, era mejor obedecerla hasta regresar a casa. 

La casa se preparaba para la cena de Nochebuena, Laura y Ángel se encontraban ilusionados por los regalos que recibirían el día de Navidad. 

— Omar. — Lo llamó la tía Dorotea y Omar, que ayudaba a su abuela Dulce en la preparación de la cena, la miró. 

— ¿Qué ocurre, tía? — Le preguntó Omar, aunque sabía que sería la misma conversación que tenían todos los años desde que sus padres fallecieron. 

— Ya estás por cumplir veintiséis años, ¿no crees que sería bueno que volvieras a la Universidad y terminaras tu carrera? — Le dijo su tía. — Puedes dejar a tus hermanos con tu tío y conmigo.

La abuela Dulce miró a su hija y luego a su nieto que se había convertido en el padre de sus hermanos. 

— Gracias, tía, pero no. — Omar tenía más que claro que él cuidaría de sus hermanos. — Quiero complir el deseo de mis padres, vernos crecer a todos juntos como una familia. 

— Pero mi hermano ya no está, murió hace unos años. — Dorotea quería que él avanzara en su vida. — ¿Qué pasará una vez que ellos crezcan? Te quedarás solo. 

— Ese día sabré que he hecho las cosas bien, tía. — Respondió Omar. — Por favor, respeta mi decisión. 

Fabiola que entró en la cocina abrazó a Omar por la espalda. 

— Omar no se encuentra solo. Ese día estaré a su lado. — Dijo Fabiola, sonriendo a la tía Dorotea. 

— ¡Dios, es verdad! — La abuela Dulce habló de repente. — No te había dicho, pero ambos están esperando un bebé. 

La abuela se sentía feliz sabiendo que su nieto no estaría tan solo como toda la familia había pensado. 

— Un bebé. — Titubeó Dorotea. 

— ¡ABUELA! — Gritó Teresa, que llegó soltando en el suelo la cesta con la ropa seca. — No digas esas cosas sin el consentimiento de ellos. 

Teresa agarró a su abuela temiendo que porque el simple hecho de que su hermano y Fabiola fuesen novios y esperaran un bebé, ella se viera encerrada en la villa de sus tíos. 

— El bebé no es mío. — Aclaró Omar a su tía. — Lo único que hay de verdad es que estamos empezando una relación. — Declaró. 

En esos momentos, Omar solo quería lo mismo que Fabiola quería, estar juntos. 

— No lo digas así. — Dijo Fabiola a Omar sin soltarlo y sonrió. — Teresa va a terminar de creer la verdad. 

Los dos vieron como Teresa rápidamente se llevó a la tía Dorotea de la cocina. 

— Mi hermano no te ha dicho la verdad, el bebé sí es suyo. — Le decía Teresa, pensando que su hermano estaba mintiendo. 

En cuanto llegó la noche todos se sentaron a cenar alrededor de la mesa, la abuela Dulce había preparado mucha deliciosa comida con la ayuda de su nieto Omar. Los platos iban de un lado a otro de la mesa. 



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En el texto hay: drama, amor, #familia

Editado: 18.03.2024

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