Aprendiendo a ser tuya.

♡D O S

Toda la tarde me la pasé ausente y encerrada en mi habitación ahogándome en mis propias lágrimas y maldiciéndome a mí misma por las decisiones del pasado.

Un Uber me había traído al departamento de Alexey y mi estómago se revolvió cuando mi índice oprimió el timbre, ni siquiera sabía cómo iba a explicarle lo sucedido.

La puerta se abrió en un par de minutos y gruñí por lo bajo cuando lo miré con su bata, era psiquiatra y el hospital en donde trabajaba era uno de los más importantes de la ciudad, por tanto eran exagerados y obligaban a todos los trabajadores a usar la bata con el logo del hospital.

Sus ojos verdes brillaron al verme y de nuevo la culpabilidad me cortó la respiración.

—Hola, abejita —se agachó un poco para poder besar mi mejilla.

—Hola, mapachito —cuando lo conocí tenía unas marcas negras debajo de los ojos a causa de los desvelos de su pesada carrera y pese a sus enormes ojeras me pareció atractivo desde el primer día.

—Adelante —besó mi cabeza y me estremecí ante eso —¿quieres algo de tomar?

—Cervez... —negué para mí misma —agua mineral, por favor —frunció el ceño sorprendido, pero no preguntó y se dirigió a la cocina para entregarme la bebida que le había pedido.

Había venido muchas veces a su departamento, pero me fascinaba explorar hasta el rincón más olvidado, cada área tenía un toque característico de él, éramos mejores amigos y sabía con exactitud la razón por la que esos colores, objetos o decoraciones estaban en su casa.

Me dirigí al mueble en donde estaba una enorme plasma que ni siquiera utilizaba «era tan nerd que en vez de disfrutar su tiempo libre viendo una película o algo así, leía información diariamente sobre su carrera, se mantenía tan ocupado que a veces temía por su cerebro, ¡no lo dejaba descansar!» y tomé uno de los portarretratos que estaban ahí, uno en donde él y yo salíamos sonrientes, dudaba que volviera a sonreír así después de lo que le confesaría.

—Aquí está, Kay —informó a mis espaldas.

—Gracias —lo encaré y extendí mi mano para tomar el vaso con la bebida que le había pedido.

Nos dirigimos al sofá y nos mantuvimos unos segundos en silencio hasta que decidí romperlo.

—¿Qué tal el trabajo? 

—Fue un día pesado —se sinceró y tuve que voltear a otro lado, ver sus labios moverse causaban pensamientos perversos en mi interior, no podría olvidar el sabor de sus besos y la agilidad de su lengua.

—¿Muchos pacientes?

—Pocos pacientes con muchos problemas —rio.

—Eres más demente tú por estudiar esa carrera que ellos por estar enfermos.

—Me gusta ayudar.

—Lo sé —bufé, ¿por qué demonios debía hacer todo bien? ¡Era un candidato adecuado para el rey de la perfección!

—Me gusta cuando me visitas, Kay.

—Me gusta hacerlo, tu departamento es pequeño, pero hay muchas cosas para entretenernos.

—Tú eres quien goza de los beneficios del departamento.

—El trabajo de las mejores amigas es exprimir al máximo a sus amigos —reí.

—Vaya que eres una amiga excepcional —dijo con sarcasmo.

—Lo soy —le di un codazo.

—¿Tienes hambre? Puedo pedir comida tailandesa —negué con un poco de asco —¿estás bien?

—Estoy bien —sonreí forzada —no tengo hambre, pero seguramente tú sí, así que pide algo de comer para ti.

—Tampoco tengo hambre.

—Alexey... —debía ir al grano o terminaría huyendo sin haberle dicho nada.

—Dime —sus labios de expandieron formando una perfecta sonrisa.

—¿Me quieres?

—Por supuesto —tomó mi mano y besó mis nudillos.

—¿Qué harías por mí?

—Todo, sin dudarlo, abejita —por inercia fui acercándome a su cuerpo.

—Tengo que decirte algo muy importante.

—Te escucho —me rodeó con su brazo y su cercanía hizo que mi corazón dejara de latir por breves segundos.

—Mmm —sollocé escondida en su pecho y se asustó, ni siquiera yo supe en qué momento salieron mis lágrimas —no sé cómo decirlo.

—¿Qué pasa, Kay?

—Perdóname —hipé y me abracé cuán chinche a su cuerpo, necesitaba su cercanía.

—Estás asustándome.

—Nos protegimos, me tomé la pastilla y aún así me embaracé.

—¿¡Qué?! 

—Lo siento.

—¿E-estás embarazada, abejita? —titubeó incrédulo.

—Sí.

—¿¡De mí?!

—Noooo, de tu hermano —ladré de manera sarcástica —¡por supuesto que de ti!

—¡Seré papá! —mis lágrimas cesaron ante su reacción, ¿él estaba emocionado o yo estaba alucinando? —¡tendré un hijo de la chica que amo! —escuchar eso me hizo pedazos el corazón, mientras que él estaba feliz yo estaba deseando no tener a ese bebé.




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