Aprendiendo a ser tuya.

♡T R E S

Los días pasaron con rapidez, las cosas en casa seguían normal, pues a excepción de León, nadie sabía sobre mi embarazo, de hecho, recién estaba decidiendo qué era lo que haría.

Mis últimos días se basaron en investigar sobre el embarazo, abortos seguros y programas para dar en adopción al bebé, había tanta información que mi cabeza explotaría entre tantas lecturas, vídeos terroríficos y experiencias en donde las madres se arrepentían de haber abortado a sus bebés, mientras que otras se arrepentían de haberlos dado en adopción, pues los padres no eran tan sanos como les habían hecho creer. Uno de los casos que más me aterró fue el de una adolescente que dio en adopción a su bebé a unos padres que parecían ser candidatos perfectos, lo que jamás imaginó es que eran unos usurpadores y ellos realmente eran traficante de órganos, de ninguna manera permitiría que algo tan ruin como eso le sucediera a mi bebé, ni siquiera con lo pesado que era para mí enterarme que estaba embarazada en un momento equivocado.

Por supuesto que no estaba en mis planes embarazarme, menos de la manera en la que sucedió, pero debía hacerme responsable de mis actos, abortar sólo sería el claro ejemplo de mi falta de responsabilidad y darlo en adopción sería una clara prueba de cobardía, en cambio tener al bebé podía hacerme cambiar y mejorar para bien, al menos eso era lo que sentía en el fondo de mi corazón.

Tendría al bebé, eso era un hecho y por el momento no me preocuparía por el resto, más bien me encargaría de comunicárselo a Alexey.

Tomé el teléfono inalámbrico de casa y tecleé rápidamente su número telefónico.

—Hey, hola —respondió de inmediato.

—Hola —saludé.

—¿Cómo están? —hablaba en plural desde que le conté sobre el bebé.

—Estamos bien, ¿y tú, maravilloso futuro papá? —reí para no llorar.

—Estoy bien, escucharte me renueva.

—¿Sigues trabajando? —miré la hora en el gigante reloj que estaba en la pared.

—Ya voy de salida, ¿estás en casa?

—Sí.

—¿Puedo ir a verlos?

—En teoría sólo puedes verme a mí —escuché que se rio —pero sí, ven, estaremos esperándote.

—Enseguida llego.

—Bye, maneja con cuidado —colgué la llamada.

Cada que Alexey venía a casa al salir del trabajo, comíamos juntos, era una rutina que teníamos como los mejores amigos que éramos, la diferencia es que ese día mamá no había cocinado, encargamos pizza y nos la acabamos, así que debía encargarme de preparar algo para él «¡incendiaría la cocina!».

Me dirigí a la cocina y abrí el refrigerador analizando todas las posibles comidas que podía «pero que no sabía» hacer, proseguí abriendo el congelador, ¡bingo!

Saqué una bolsa de papas fritas y otra de Nuggets, esa sería nuestra ligera cena «nótese el sarcasmo».

Tomé uno de los sartenes mágicos que anunciaban en la televisión, aquellos que decían no dañarse con nada y confiando en esas promesas, lo coloqué en la estufa eléctrica, mientras se calentaba lavé mis manos y leí las instrucciones de las papas, no parecían ser difíciles, esperaba que no fuera algo engañoso.

Coloqué varias piezas de Nuggets y los metí al microondas «¡no sabía usar el horno!» por los segundos indicados en la envoltura.

Vacié aceite en el sartén, busqué la tapadera y me envalentoné para lanzar las papas al sartén, me saqué un susto de muerte al ver como salpicaba el aceite burbujeante, pero lo tapé y el peligro expiró.

Le bajé al fuego y esperé a que ambas cosas estuvieran, mientras eso sucedía, me dirigí al refrigerador y tomé un envase de cartón con helado de vainilla, mi favorito era el de chocolate, pero seguramente Daphne se lo acabó.

Tomé una cuchara y me serví un poco de helado, lo disfrutaba mientras esperaba a que las cosas estuvieran listas.

El tiempo de las papas fritas se terminó, tomé una de ellas, la probé y me gustó, quedaron en su punto, las coloqué en una servilleta para que absorbieran el aceite y tomé una de ellas para sumergirla en el helado.

—¡Ewwk! —se quejó el dolor de cabeza de la familia.

—Cierra la boca, Mara —ladré —es delicioso, que tú no lo valores no es mi problema.

—¿Pensabas comerte todo eso tú sola? —frotó mi estómago haciendo referencia a lo inflamada que quedaría y la empujé con rabia porque tocó mi vientre, eso me ponía demasiado histérica considerando que había alguien ahí dentro —¿qué te pasa, histérica?

—Lo que no te importa —alegué —y no, no lo comeré sola, vendrá Alexey.

—Alexey —suspiró y rodé los ojos.

—Vete —exigí.

—Vine a comer, también me dio hambre.

—Qué casualidad —rodé los ojos.

Acomodé en un amplio plato lo que preparé, saqué una gaseosa y una cerveza del refrigerador y algunos aderezos necesarios para lo que comeríamos.

—¿Alexey no tomará cerveza? —elevó su ceja con curiosidad.

—Yo no tomaré, ya deja de arruinarme la maldita existencia, Mara.




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