En un tambaleo que ni yo podía controlar, hicimos muchas visitas para la fiesta que se iba a efectuar el día de mañana. No sabía que era peor, caminar mareado o que cada vez que nos deteníamos sentía ganas de vomitar. Obviamente esto era visto por todos los habitantes del valle que sabían perfectamente la razón de mi mal.
—Sí que sacas una sonrisa a todos —indicó Alely con una sonrisa.
—A mí no me causa gracia —mencioné tratando de caminar lo más suave posible para que mi cabeza no tambalee y duela tanto.
—A mí sí —rio Alely con más ganas, el único benefició que encontraba ante la situación.
Tras una rápida visita, a los que organizarían el banquete, los que los que cocinarían, los que prepararían el lugar en una amplia pradera y el encargado de las bebidas. Solo pedía irme a casa para que todo pasase y eso incluía el malestar al no tener energías suficientes.
—Es una suerte que Rafago no nos pidiera entrenar hoy, no hubiera podido ni correr — mencione mientras más rápido caminaba para llegar al hogar donde dormiría a gusto.
—Cierto. Además de que se me hace extraño que Arlet no me llamara tampoco a entrenar —las palabras de Alely me hizo recordar lo que había pasado durante mi estado de embriagues y la sospecha que tenía sobre ella.
Había experimentado de primera mano lo que era escuchar a Oscas, un dragón que sin duda sabía utilizar las palabras con el objetivo que él quería. No se podía ocultar que era mi fan número uno si la comparaba con los otros que había conocido, pero Arlet no encajaba en las ideas de Oscas. Si así fuera, ni siquiera ayudaría a Alely, sin duda ella tenía un propósito diferente, pero antes de que pudiera preguntar a la dragona blanca si sabía algo, un dragón llego a nuestro encuentro.
—Rafago los envía esto, se imaginó que dado tu estado Brydres, no querías caminar hasta el restaurant —menciono mientras en el suelo dejaba dos cuencos con su elemento aire —. Deberías moderarte, beber todo un barril es mucho para cualquiera.
Antes de siquiera poder aclarar al verdad, el dragón se fue riéndose, mientras Alely empezó a reírse al escuchar como un simple accidente iba exagerando.
—¿Es bueno o malo que ahora sea un barril? —Pregunte con sarcasmo a Alely.
—Depende. Tal vez en la fiesta te inviten a romper ese límite —rió con burla ante mi posible futuro.
—Sigue sin hacerme gracia —indique dirigiéndome dentro del hogar para que el día y el malestar termine.
—A mí sí —continuó esbozando una sonrisa mientras recogía los cuencos con el agua.
Comiendo lentamente, porque hasta al masticar me hacía sentir que mi cerebro sufría un terremoto de fin del mundo, acabE después de ser todo el tiempo observado por Alely que al parecer disfrutaba con mi sufrimiento.
Teniendo miedo de que lo que había comido saliera con las ganas que aún tenía de vomitar, decidí dormir en un intento de que el día acabara por fin para mí. Esperando que mi sueño no sea la continuación de la oscuridad amenazadora y violenta, cerré los ojos.
Muchas imágenes, sonidos, sentimientos y ¿rostros humanos? Pasaron velozmente por mi cabeza sin dejar que los pueda ver con mayor claridad, solo dejando a su paso una destrucción que me despertó tras el golpe de la puerta de la casa cerrándose. Por la oscuridad aún se notaba que el sol no había salido, pero el silencio que había en los alrededores, era inquietante.
Levantándome en busca de quien fue el responsable del estruendoso ruido, solo me encontré con todas las habitaciones vacías, dejando a Alely como la única responsable.
Dándole poca importancia, me fui a dormir lo que me quedaba de oscuridad antes de que el sol saliera, pero al recostarme, un dolor diferente a los efectos de después de tomar alcohol, se intensificó en mi cabeza, reproduciendo nuevamente las extrañas imágenes que ya había visto en mis sueños.
Poco pude distinguir entre tanto que paso por mi mente, pero lo que se quedó, me hizo mirarme la pata y empezarla a comprar con algo diferente. Mientras más lo pensaba, más familiar se me hacía lo que vi y más extraña era la pata que era mía. Largas extensiones salían de una pata algo plana, sin uñas filosas y no parecía que estaban hechas para caminar con ellas.
Recostándome, dirigí mi cabeza hacia arriba, que aunque no veía nada, la oscuridad parecía un lugar perfecto para plasmar lo que pasaba ferozmente por mi cabeza, aunque el precio a pagar era ligeras punzadas como una corriente eléctrica. No sabía con exactitud cuánto tiempo pasó, pero en cuanto el sol salió, mi único objetivo era encontrar a Milett.
Al salir de casa, me encontré con el ayudante de cocina de Rafago, el cual me traía el desayuno. Extrañamente, este lo dejo caer en cuanto me vio, demostrando confusión.
—¿Te encuentras bien Brydres? —Mi propio nombre era lo último que me faltaba que me sonara extraño.