Pasaron unos minutos antes de que me encontraran saliendo del extraño callejón entre dos casas, en los ojos del dragón podía ver que algo era diferente y como siempre lo desconocía.
—Marlos, supongo que puede que seas la solución a mi hambre.
—Bueno zorrito, depende que tanta hambre tengas —sonrió mientras bajaba del cielo —. Tienes que guardar algo para la noche.
—No prometo nada si es una lasaña de papa.
—¿Lasaña de papa? —Pregunto el dragón rojo confuso
—No me hagas caso, confusiones mías —dije dudoso, aunque poco a poco, ya no se sentía como una.
Ambos levantamos vuelo y nos dirigimos al restaurante de Rafago, en el cual estaban ya los capitanes, Milett y Alely. Esta última siendo vigilada por un dragón de escamas verdes. Adrivier siempre estuvo cerca, pero nunca lo había tomado en cuenta, hasta que escuche su amenaza e hizo llorar.
Arlet fue la única que regresó a ver cuál era el objetivo de mi mirada y sonrió. Era la primera vez que la veía sonreír después de mucho tiempo y al parecer captó mis intenciones, al igual que los presentes.
—¿Te encuentras bien Brydres? —Preguntó Milett.
—Por supuesto —respondí sonriendo.
—Tu pelaje erizado no parece estar de acuerdo.
—Solo es la emoción de comer, no tuve desayuno, así que tengo algo de hambre —en un esfuerzo por relajarme, me senté ante la atenta mirada de todos.
—Me comentaron que me estabas buscando. ¿Está todo bien? —Milett estaba atenta y aunque estábamos a la espera de la comida, me sentía demasiado observado.
—Sí, pero supongo que podremos hablar después.
El ayudante de Rafago llegó y nos entregó la comida, mencionando que guardábamos espacio para lo que habrá en la noche, la cual promete un banquete muy por encima de lo que muchos imaginan.
Cuando todo terminó, todos decidieron despedirse, mientras yo era secuestrado por la dragona de escamas blancas.
—Muy bien zorrito, eres la estrella de esta noche y a menos que quieras ser una mal oliente, hoy te toca el baño —sentenció Alely mientras dejaba de lado todo lo que tenía en la mente.
—No huelo tan mal —afirme olfateándome.
—¿Estás bromeando? —Cuestiono mirándome y deteniendo su caminar. —Puedo olerte aunque estés oculto y con dos dragoncitos bien aseados.
Aun sin bañarme, sentí correr por mi espalda una ola de agua helada al sentirme descubierto.
—Alely... ¿Estás de acuerdo? —Pregunte mirándola a los ojos.
—¿Con qué Brydres? —Su mirada no era una que veía a menudo, era la que podía seguirle un juego de cambiar de tema. Lo usábamos normalmente cuando alguien interrumpía cierta conversación privada.
—¿Con bañarte conmigo? —Sonreí coqueto.
—Llegaste tarde, ya hice una cita con alguien para bañarme.
Me tarde más de tres meses entender cómo mover mis alas y por fin saber a lo que se refería Rafago cuando intentaba explicarme la forma de volar y usarlas. Pero con Alely, me bastó la mitad de un segundo para imaginarme a ella y Adrivier bañándose y haciendo más que una lamida en la mejilla.
—Isalia y yo nos acompañaremos y a menos que quieras quedar sin pelaje o quieras intentar convencer a Dievaro. Te bañarás sólo —aclaró mientras se daba la vuelta.
Mientras caminaba a mi destino, iba buscando el lugar perfecto para golpear mi rostro y detener la pelea interna que no pensé que iba a tener.
Decidir entre quedar sin pelaje durante una temporada o tener una visión algo extraña de Dievaro e Isalia. En cada pensamiento que hacía calentar mi rostro, no me importó casualmente tropezarme para chocar contra la pared más cercana.
—Realmente necesitas un baño para despertar. ¿Seguro te encuentras bien? —Preguntó Alely divertida.
—Después de un baño helado, me encontraré mejor.
Me era incómodo caminar y más aún sabiendo que cierta parte de mí exponía un deseo algo vergonzoso. Aunque se sentía un alivio al tenerlo libre, un sentimiento de nostalgia me decía que antes podía ocultarlo con mayor facilidad, sin importar que aquello me provocaba la misma molestia al caminar.
Por suerte, el baño, que era un pequeño lago con agua en circulación, ayudó de gran manera, y eso hizo que la posibilidad de la oportunidad se perdiera al terminar de bañarme. Guardaba cierta esperanza de que unas escamas blancas aparezcan cuando menos esperaba.
Al terminar, me encontré con la guía de ambos capitanes barones. Miraba a Dievaro pensando en la posibilidad de que haya aceptado y a Marlos, sabiendo de primera mano que su mal humor era solo un odio por limitar la felicidad de Arlet.
—Muy bien zorrito, tienes una fiesta que celebrar antes de encajarte en tu trabajo —indicó Dievaro mostrándome el camino a seguir.
Marlos permaneció callado y aunque el dragón de escamas azules intentaba saber la razón, este se mantuvo callado hasta llegar al páramo donde todo estaba de acuerdo a lo organizado, pues se veía increíble.