No sabía cómo, pero estaba en mi asiento, me sentía como la televisión que transmitía la telenovela favorita de toda la oficina.
—¿Tan raro es verme feliz? —Pregunté a mi vecino de cubículo que hasta traía comida.
—Cual eclipse en luna roja —mencionó el bromista, que por primera vez me hacía reír.
—Ves, nunca te has reído de mis chistes hasta hoy —recalcó sorprendido.
Después de recibir muchas bromas sobre que se acabaría el mundo si yo cambie mi expresión, me fui a casa. Solo que esta vez, mantuve toda mi atención en la calle a todo el que estaba subido en una bicicleta. Era algo cardíaco ver como los buses casi podían derrumbar fuertemente a una bicicleta. Me sentía incómodo al ver como algunos utilizaban una prenda demasiada apegada al cuerpo y hasta tuve que golpearme contra la ventana al ver cómo alguien de pelo medianamente largo manejaba una. Ya que me emocioné al pensar que tal vez era ella, pero me sentí decepcionado y más cuando vi que solo era un chico con demasiado pelo y bien cuidado.
Llegué a mi departamento y por primera vez noté que estaba demasiado desordenado. Reí divertido al recordar las palabras de mi madre, que me decía que todo a mi alrededor iba a mi estado de ánimo y sin duda, mi humor no iba conforme a la acumulación de basura.
Después de ordenar rápidamente lo que encontré a mi paso, me dormí algo más tarde de lo normal y como desde hace mucho tiempo, emocionado de que sea mañana. Entregado a la oscuridad, no noté cuando me dormí, pero al escuchar la tercera alarma programada, me levanté cual resucitado con electricidad.
Estaba atrasado no solo para el trabajo, faltaba poco para que sea la misma hora que pasara la chica. Vistiéndome lo que deje a un lado de mi cama, salí sin arreglarme demasiado y pude ver como la chica estaba en la esquina pedaleando lentamente.
En cuanto me pudo ver, acelero para nuestro segundo encuentro.
Traté de sonreír de la forma menos escalofriante posible, pero lo único que recibí de su parte fue una risa burlona, pero seguía siendo hermosa. Aunque pasó por mi lado sin detenerse, nuevamente se arriesgó a despedirse de mí girando lo que pudo y moviendo su mano.
Sin entender que había provocado su sonrisa, me puse en camino a la oficina, solo que esta vez no tan feliz.
—¿Hoy no la viste? —Me pregunto mi jefe al notar mi energía.
—Sí la vi —explique mientras seguía repitiendo la escena en mi mente —. Solo que hoy creo que se burló de mí.
—¿No era esa tu intención con el peinado de brocha que tienes? —Pregunto dejándome confundido.
Sin demorarme, me fui al baño y al verme en el espejo, vi que el peinado que llevaba sí que parecía la de una brocha. Normalmente mi pelo era bajo, pero estaba demasiado largo y mi vello facial descuidado tampoco ayudaba.
Arreglando el desastre con un poco de agua, pasé el día avergonzado por lo que había pasado, hasta que al salir de la oficina, me dirigí a una peluquería y pedí un nuevo corte de pelo.
Al siguiente día me levanté temprano, me arreglé mejor y al salir a la calle, me puse a buscarla. Hasta que pasó muy cerca de mí en un pedaleo muy lento y no fue hasta que nos miramos directamente. Pasó unos segundos hasta que ella me reconoció.
Su asombro valió la pena y me relajo en lo que pensaba era un mal corte. Me dedico su sonrisa, esta vez una coqueta..., o eso quiero creer, pues hizo que mi corazón latiera fuerte y en mi rostro se dibujara una expresión de bobo cautivado que me duró hasta la oficina.
—¿Sabes que está prohibido venir fumando marihuana en la oficina? —Me pregunto mi jefe al encontrarme en mi cubículo.
—No fume nada —respondí con una sonrisa —. Le gustó mi corte.
Mi jefe sonrió y tras unas palmadas en el hombro, se marchó para que trabajara embobado. No me importaba estar así, estaba bien, porque ahora ella estaba en mi vida y creo que está bien buscar la felicidad.
Antes de irme de la oficina, me topé con mi jefe, que al parecer me estaba esperando con una pequeña bolsa en sus manos.
—Tranquilo, no estás despedido —indicó adivinando lo que tenía en mente —. Me alegro que estés feliz y veo que lo reflejas en tu trabajo. Así que, lo que te falta es esto —dijo entregándome una pequeña funda.
—¿Qué es?
—Es un perfume, espero que también le guste —mencionó subiéndose en su auto.
Hace mucho que no usaba perfume, pero al olerlo, tenía la misma tensión que tuve al cortarme el pelo y la misma pregunta.
"¿Le gustara?"
Al día siguiente me levante temprano y tenía nervios, solo al salir del edificio, fui consciente de que el viento soplaba favor de ella. Lo que significaba que podría oler mi perfume antes de que pase por mi lado.
No sabía si me había puesto poco o demasiado, solo recuerdo como mi hermano se ponía antes de una cita.
"Por si me besa, por si me abraza, por si se pasa"