Aprendiendo a ser un Zorro Dragón

CAPÍTULO 14

La incomodidad se apoderó del momento y en la cara de mi jefe se formó una mueca con la que se marchó.

—Cuando se pone difícil, todos se alejan —dijo aquella sombra mientras me seguía mostrando mi vida.

—Igual que nosotros mismos nos abandonamos y dejamos que todo se derrumbe — me quejé al empezar a sentir odio ante mi jefe en ese tiempo.

—¡Él no se hace responsable de los empujones que nos dio después de escucharnos hablar de ella, quien nunca apareció y nos dejó mal frente a los vecinos! —Me gritó a la vez que nuestra versión humana botó al suelo todo lo que había en la mesa y se fue de ahí.

—¿Te importa más la opinión de los desconocidos? Siempre es lo mismo —dije señalando nuestro pasado —, diferentes personas, diferentes situaciones y el mismo resultado. Nosotros no hemos cambiado en cuanto a echar la culpa a los demás por nuestros fallos.

Pasé cinco días sin comer, solo tomando agua y dormir llorando durante la mañana, tarde, noche, en realidad no tenía un horario para hacerlo. Hasta para lamentarme era un desorganizado.

Al sexto día salí de mi sucio departamento en busca de comida que no estuviera dañada, antes que mi propio estómago se comiera a sí mismo.

—Parecía que nuestra paz no dura más de cinco días, ni siquiera cuando nos estamos lamentando —dijo la sombra, quien ya empezaba a tener la imagen de mi yo humano con mayor claridad.

—¿Voy a morir? —Pregunté esperando lo peor y sin querer perderme ningún detalle.

—Es el momento en el que tenías razón y me arrepiento. Nunca fue culpa de los demás, pero de una forma, duele menos cuando culpas a alguien más.

Caminando por la calle y en la esquina donde vendían periódicos, vimos que todos tenían el mismo título en la primera plana, algo que me fue imposible de ignorar.

"Carta de la chica en bicicleta"

Lo miré extrañado, la sombra empezó a temblar y mi forma humana dejó salir una risa sarcástica ante la ironía del destino.

Compró una de ellas y en un momento, los tres empezamos a leer la carta con los mismos ojos.

"Hola extraño que deje sin palabras con un beso.

Lo siento por escribir ese momento, aunque no acordamos que sería nuestro secreto. Lo dije porque sé que así llamaría tu atención y te aseguraría que soy aquella chica, la que le sacaste una respuesta, una sonrisa, un sonrojo, un apuro por pensarte tanto por la noche y te arrebato a gran velocidad el hermoso ramo de lirios. 

Gracias por ello, me encantó.

Lo del beso lo dije porque es mi momento favorito y hubiera apostado que nuestra cita le hubiera quitado esa preferencia y colocando aquella tarde y si era posible, noche, como el mejor momento de mi vida, pero si estás leyendo esto, significa que no habrá esa cita y mi beso en tu mejilla se quedará como mi favorito.

Estoy escribiendo esta carta desde la cama de un hospital, en realidad lo estoy dictando, porque algo me impidió llegar a nuestro lugar de encuentro y también no me dejó evitar que esta carta se publique.

Es que pedí que lo pusieran en todos los periódicos, solo si no sobrevivía al accidente".

Una intensa luz interrumpió la lectura y junto a ella, escuchaba una voz familiar que me llamaba

Una intensa luz interrumpió la lectura y junto a ella, escuchaba una voz familiar que me llamaba.

—¡Brydres! —Grito la dragona de escamas blancas.

Sus garras y colmillos me sacaron de mi encierro, aunque eso no evitó que mi caída lo hiciera con la suerte de caer en mis patas lastimadas.

—Por la suerte de la mierda —expresé mientras chillaba de dolor.

—Muévete, tenemos que irnos —exigió Alely

—No puedo mover las patas, tuve la sentencia de los zapatos de cemento versión Oscas.

—¿Qué? —Pregunto al no entender a lo que me refería, mientras que por mi parte, por primera vez, entendía perfectamente mis palabras raras —. No es momento para tus chistes.

—Es que no puedo moverme. —Explique mientras veía a Alely atacar con gran furia. Empleando sus garras y colmillos para una batalla feroz que estaba perdiendo.

Los árboles seguían creciendo sin señal de detenerse y ocupando el espacio que Oscas había quemado.

—Vete Alely —pedí al verla como las ramas de los árboles empezaron a atinarle golpes que ella no podía esquivar.

—No, eso no haría ni mi madre, ni mi padre.

—¿Entonces estarás dispuesta a dejar la misma tristeza que dejó tu padre o la que iba a dejar tu madre?

Mis palabras la congelaron y sin tiempo a que pueda reaccionar, todo un árbol la golpeó dejándola en el suelo sin moverse.




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