Aprendiendo a ser un Zorro Dragón

CAPÍTULO 17

—En este momento quisiera tener un risco muy alto para lanzarme de ahí —exclamé muy avergonzado.

—¿Por qué? —Preguntó Kai burlonamente.

Yo solo la pude mirar de mala gana, aun sintiendo calor en mi rostro de la vergüenza que tenía por mi comportamiento que había tenido en la aldea. Después de un rato caminando, Kai estaba terminando de contarme todas las anécdotas que tenía sobre mí y mi comportamiento salvaje, el cual, aunque era desastroso, me aliviaba saber que ninguno tenía tendencia a ser agresivamente mortal.

—Una vez en la que yo...

—Para por favor —pedí ya no aguantando más historias —. Ya no quiero saber más.

—Esta será la última. Te prometo que esta es vergonzosa para mí también.

Mirándola dudoso, tenía cierta desconfianza hacia ella, pues había demostrado que me gustaba burlarse de mí.

—Está bien, cuéntame —dije desde ya arrepintiéndome.

—Una vez en la que yo estaba en mis días de hembra, pude tener más confianza para salir y estabas en casa. Las primeras veces me sentía rara, pero aquella vez regresé ya que me habían dicho que te la pasabas llorando.

—Creo que sigo teniendo más vergüenza que tú.

—Espera, espera, aunque no viene la parte divertida —pidió aguantando la risa—. Cuando llegue a casa, en vez de recibirme con tu particular embestida y tu intento de lamerme el rostro. Te quedaste quieto en el rincón que te encontré, suavemente olfateaste algo y empezaste a acercarte a mí lentamente. Estabas rodeándome como si tuvieras intención de cazarme y entonces querías...

—Ok, ok —la detuve entendiendo lo que había hecho —. Parecía un animal en todos los sentidos y al parecer domesticado.

—Domesticado no es la palabra que yo utilizaría.

Cuando figamos nuestra vista en nuestro camino, vimos a Souberk, quien había estado esperándonos en frente de nuestro hogar y aunque estábamos Kai y yo, el dragón de escamas grises oscuras me miraba fijamente.

—La maestra Eidivil me pidió que llevara al zorro a cazar. —Esto último lo dijo forzadamente.

—Se llama Brydres Sou. —Reclamó Kai algo enojada.

—Para esta aldea es una boca más que alimentar. Por eso hoy le toca cazar.

—Pero él no...

—Está bien, puedo cazar. —Interrumpí mintiendo mientras miraba de forma retadora al dragón llamada Souberk.

Ambos dragones me miraron incrédulos de mis palabras, incluso el dragón gris se mantuvo así hasta la salida de la aldea.

—No nos alejaremos más de cincuenta metros, veinticinco si la naturaleza se porta tan agresiva como dicen las escrituras.

—Entonces a ustedes también les interesa la información.

—No me compares con el capitán de ese patético valle. Seguro mira a todos como si fuera el mejor y desprecia a los otros. —Indico mientras mi miraba en busca de que le dé la razón.

—En realidad ella no mira así ni de ninguna manera a nadie —indique aguantándome la risa.

—¿Ella? —Pregunto confundido.

—Isalia es una dragona que desde que nació, no puede ver. Es ciega.

—¿Y así es una capitana del valle? —Cuestiono sin poder evitar expresar su sorpresa.

—Así es, logró elevarse por encima de todos los obstáculos y así destacar su verdadera fuerza y su firme liderazgo por el bien de todos.

—¿Es tan fuerte como para enfrentar a otro dragón de nivel con diferente elemento sin verlo?—pregunto dudoso de mi comentario.

—Tiene a un dragón de fuego rendido a sus pies con su sola presencia— mencioné al recordar mientras extrañaba presenciar esos momentos.

—¿Están enamorados? ¿Verdad?

—Sí —afirme divertido.

Aunque yo me sentía feliz y algo nostálgico, la mirada de Sou me dio a entender que lo que pasaba por su cabeza era serio y sin duda estaba luchando contra algo que lo hacía mantener su postura.

—¿Les permiten relacionarse sentimentalmente con dragones de un elemento diferente?

—¿Aquí no? —Pregunte confundido ante aquella nueva información.

—La maestra Eidivil nos ha prohibido por nuestro bien, para así mantener nuestra fuerza y aumentar la fuerza de nuestra aldea. Si eso pasa en el valle, es obvio que son más débiles al no tener un control de su supervivencia.

Miraba atentamente a Sou, pero aunque su discurso mantenía dureza, en sus ojos podía encontrar la duda de si que lo que tanto defendía, era cierto.

—Vamos a cazar zorrito —pidió Souberk ya sin ganas de hablar.

La entrada en la naturaleza era mucho más tranquila de lo que esperaba o ya estaba acostumbrado. Al parecer el pequeño brote cubría un espacio más grande, solo que no con la misma efectividad.

—Yo vengo de un mundo que igualmente nos limitan nuestras posibilidades por nuestro bien —dije mientras buscábamos algo que cazar.

—Si es algo que allá estaba bien, aquí también debe serlo —opinó Sou.




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