Parecía ser que solo me faltó un chapuzón en una helada laguna para relajarme y enfriar mi actitud. Me veía más amigable, incluso más animado. Mi extraña cola se movía de un lado a otro con gran energía, mostrando emoción y algo de ansiedad. Aunque bien era extraño el mechón de pelo en la punta, me quedaba.
Lo más impresionante era esas gigantescas alas en mi espalda, me hacía ver aún más raro de lo que mi extraña combinación me permitía, pero sin duda eran para mí. Aunque era la primera vez que veía la mezcla de un zorro y un dragón, todo parecía tener su sincronía al momento de mi creación. Aunque las escamas en las patas y en parte del abdomen no era lo más estético, que sea blanco y anaranjado mantenía los colores naturales. Lo más destacable sin duda era el azul de mis ojos, los cuales brillaban de emoción.
La parte inferior de mi hocico y el pecho tenía cubierto de pelaje blanco, mientras el pelaje anaranjado cubría toda la parte de mi rostro siguiendo por mi cabeza, bajando por mi espalda, cubriendo los hombros y parte de mis patas traseras, deteniéndose en donde iniciaba mi cola. Mis orejas eran las únicas que tenían el pelaje de color negro.
Lo único extraño que se notaba, era que yo veía los detalles de mi forma. Me di cuenta mientras poco a poco me acercaba a mi mismo y quien sea que estaba en mi cuerpo parecía reconocerme, hasta incluso parecía caerle bien, pues levantaba su pata derecha en un intento de indicarme que me acercara más a él.
Enternecido por su pedido, me acerqué, pero en cuanto casi lo alcanzaba, un fuerte dolor me detuvo y me sacó del sueño que en realidad había estado. Me hubiera parecido raro que en el más allá dejaran entrar a quienes utilizaran un lenguaje tan grosero y que existiera el dolor que tenía en la frente.
—Maldito zorro apestoso -reclamo quien parecía ser una dragona de fuerte voz y sin duda de mal carácter también—. Tiene la cabeza dura a pesar de tener tanto pelaje.
Mis patas las llevé directamente al golpe en mi cabeza, que fue provocado por el choque con la dragona, ella tampoco tenía la cabeza muy suave. Poco a poco empecé a abrir los ojos encontrándome con una hermosa dragona de escamas blancas. El color de su iris era un rojo intenso, que ni las pequeñas lágrimas que le salían por el dolor parecían poder apagarlas.
—Lo siento —atine a decir ante el dolor que le había provocado.
—Esto me lo pagaré también, estúpido... —la agresiva dragona se abalanzó contra mi con ganas de vengarse, pero una pared de agua se interpuso entre nosotros.
—Creo que eso tendrá que esperar —declaró quien se escuchaba como una dragona adulta a comparación de la dragona de escamas blancas.
Pasando desapercibida, a un lado se encontraba una dragona con cierta similitud a los otros, solo que ella sí tenía pelaje. Su presencia me estremeció hasta la punta del último pelo de mi cola. Sin dejarla de ver, me levante en mis cuatro patas dándome cuenta de que ella era de mi misma estatura.
La dragona con intenciones de lastimarme se paró a su lado mostrándome sus afilados dientes, una amenaza que no pasó desapercibida por mi instinto que me pedía que me alejara de ella lo más que pueda. Aunque ella sobrepasaba a la dragona de pelaje por un poco, parecía tener la misma edad que Isalia.
—¿También vas a atacarla zorro rabioso? —Preguntó la dragona blanca mientras se agachaba lentamente tomando una posición de ataque.
Su pregunta hizo que el recuerdo de mi anterior acción antes de caer al lago pasara por mi mente como un rayo, dejando como secuela el arrepentimiento de mi agresiva acción. Ni yo mismo había entendido por qué había reaccionado de esa forma, pero lo hecho, hecho estaba.
—Lo siento —dije bajando la cabeza.
—Eso se lo tienes que decir a la maestra Arlet —explicó la dragona blanca —. ¿Por qué la atacaste?
Su pregunta era muy buena, pero ni yo sabía con exactitud el porqué. En cuanto entendí que no tenía ni un recuerdo sobre mí y ni siquiera sabía mi propio nombre, un tremendo miedo parecía haber hecho un hueco en mi pecho. Rápidamente aquel enorme espacio fue llenado de rabia, para luego ser dirigida hacia quien me ayudó a entender eso.
—Cuando me pregunto sobre quién era, ni yo mismo sabía —conteste sabiendo que no era una respuesta válida.
—Pero ahora ya lo sabes, ¿verdad? —Las palabras de la dragona con pelaje daban a entender que sabía lo que me había pasado.
—Brydres.
Durante el extraño sueño de verme a mí mismo fuera de mi cuerpo, pude escuchar mi nombre antes del doloroso despertar.
—Mucho gusto Brydres. Mi nombre es Milett, supongo que más de uno te dijo que quería conocerte. Ella es mi hija, Alely.
Su presentación me dejo un poco confundido, hasta el punto de repetir sus palabras una y otra vez en mi cabeza conforme las miraba tratando de encontrar algo que confirme que no me estaban tomando el pelo.
Milett era una dragona de un pelaje de apariencia suave y de un color blanco como las nueves. Al igual que a mí, se le extendía por una gran parte de su lomo y patas, solo que en su cola, su pelaje se cubría hermosamente toda la parte superior y no parecía un corte de pelaje mal hecho como el mío. Lo más destacable de ella eran los tres mechones que le salían de su nuca; rosado, celeste y verde. Aunque no eran tan fuertes, su suave color sin duda quedaba con ella. Sus ojos de color celeste reflejaban paciencia, entendimiento y amabilidad.