Aprendiz

Decreto - Parte 1

El sol estaba por salir y Luna se preparaba para marcharse. No comprendía del todo por qué, pero le dolió tener que cerrar la habitación donde había dormido sin sentir una pesadez al despertar, y le partió el corazón no poder despedirse de quienes la acogieron sin saber más de ella que un nombre falso porque así se lo pidieron. Las personas de ese singular pueblo la trataron de una forma distinta, una que ella comenzó a amar y que seguro extrañaría. Pero su amigo se lo había pedido con esa dulce voz que la hizo obedecer enseguida; la forma en que le hablaba la doblegaba sin saber por qué. Quizá si Alí hubiese podido formar parte de Orión sin duda sería el dirigente porque era fácil hacerle caso.

«Te tienes que ir cuando comience el amanecer y sin despedirte de nadie. Por favor, hazlo por mí. ¿Lo harías?», recordaba sus palabras con tristeza.

Tomó la espada enfundada que Isis dejó sobre la cama y la colocó en su cintura, saboreando un aire que debía ser de libertad.

—Te extrañé —le dijo al objeto que colgaba del cinturón. Entonces recordó que la última vez que la utilizó había sido esa noche que se enfrentó con León. Pensar en su nombre siquiera la llenaba de rencor. Se sentía segura de que él había sido el culpable de que ella tuviese que irse—. El muy cobarde ni siquiera dio la cara. Solo espero no volver a verlo nunca —pronunció en voz alta, suspirando con pesar mientras caminaba hacia el comienzo de la brecha por donde llegó cuando buscaba a sus compañeros, y la cual conducía al espeso bosque que rodeaba a Isadora.

A su paso, un paso lento que dolía, fue admirando los bellos brillos del agua en las hojas de los árboles que ahora relucían por causa del frío que estaba por esfumarse. Escuchó atenta los sordos sonidos del aire y el peculiar olor que despedía. Comenzó a permitirse disfrutar de la naturaleza; algo que no recordaba haber hecho antes de toda esa aventura… Se mantenía concentrada, hasta que de pronto un ruido casi inaudible la despertó del estupor. ¡El sonido que advirtió entre las plantas se lo avisó! Alguien andaba tras de ella y parecía que demasiado cerca.

—¡Una trampa! —musitó enseguida, intentando bloquear la idea de que Alí fuese cómplice—. ¡Sal de ahí quien quiera que seas! —gritó mientras sacaba la espada de la vaina—. Si pretendes atacarme por lo menos que sea de frente. —Se preparó para defenderse y sujetó el arma con fuerza—. ¡¿Qué no me escuchas?! ¡Sé que estás cerca! Ya no puedes esconderte. —Buscó con la vista entre los árboles y la maleza una y otra vez, dando vueltas con el cuerpo agazapado.

De pronto, terminando con la incógnita, una mano rosó su hombro y ella amenazó al cuello al acosador con un giro veloz.

—¡Wow! Tranquila, gatita. —León había hecho acto de presencia y no de la mejor forma. Ahora una filosa hoja rosaba con su piel, intimidándolo.

A pesar de que era de día, el sitio donde se toparon se mantenía bañado en sombras gracias a los grandes árboles que los rodeaban. Así, usando también su capa, el hombre pudo mantenerse en la oscuridad cuando decidió salir de su escondite.

—¿Qué es lo que quieres? ¡Cobarde! —Sus facciones endurecidas demostraban su determinación. No había más espectadores, si quería acabar con su vida, esa era la oportunidad.

—¿Te vas sin despedirte de mí, cariño? Me temo que voy a tomar eso como un insulto. ¿Cómo es posible? —exclamó en su ya conocido tono de burla, aunque tuvo especial cuidado en no moverse.

—¡Dame una buena razón para no cortártelo! —gruñó con verdadero rencor, refiriéndose a su cuello, y ejerciendo un poco de presión sobre él.

—No vas a hacerlo. —El hombre parecía seguro de su afirmación.

—Si no te callas esta vez no voy a perder, ¿entiendes lo que digo? —Empuñó con más fuerza el arma al desconocer por qué la perseguía si le habían permitido irse.

—Está bien, relajémonos. —Levantó con lentitud las manos y se dio cuenta de que ella relajó los hombros—. Me tendré que ir antes de que pierdas por completo la cordura… Y yo que venía a darte una noticia —aseguró, dándose poco a poco la vuelta para retirarse y mostrando una sonrisa perturbadora.

Luna solo resistió un instante, bajó la espada, la guardó y luego lo llamó.

—Espera. ¿Qué noticia?

La curiosidad que la dominó logró que cambiara de forma abrupta su comportamiento. Además, ¿qué podía ser peor que ser expulsada de allí sin una razón válida?

León se giró un momento solo para darle evasivas.

—Creo que ya no importa. Adiós emm…, bella dama. —Y le dio la espalda una vez más.

En realidad Luna era incapaz de ordenar sus ideas y la duda hizo de las suyas al atraer su interés.

—¡No! Detente. Dime qué noticia querías darme —le pidió y caminó detrás de él para alcanzarlo, respirando muy profundo para evitar desear herirlo de todas las formas posibles.

Él se detuvo divertido, dio la vuelta y se acercó un poco a ella; lo suficiente para no tener que hablar tan fuerte.

—Está bien. Tus súplicas me han convencido. —Antes de seguir hizo una pausa, como si buscara exasperarla—. Verás, mi desarrollado sentido de percepción me dice que tú no quieres irte.

—¿Qué te dijo Alí con exactitud? —Supuso enseguida que ellos dos habían hablado después de su despedida.




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