April ©

02 | Somos familia

     —Los Dominis son un grupo de personas conflictivas —expliqué y el doctor asintió —. Al principio, antes de que se dividieran por distritos, sectores, o territorios como ellos dicen, trabajaban para la policía. Su objetivo era encontrar criminales de los Vansers para entregarlos a los oficiales. Pero cuando el hermano del líder de los Dominis murió a mano de los Vansers, cambiaron sus objetivos, ya que el líder de los Dominis se frustró al perder a su hermano y que los detectives y oficiales no hicieran nada colmó su paciencia y empezó a hacer y deshacer junto a los otros integrantes. Desde esa vez, si ya entras no sales porque se esconden muy bien y si llegas a traicionarlos o decir media palabra de lo que planeaban, o ubicación, no vivirás para contarlo. Tienes que hacer todo lo que te pidan. A ellos no les importa la edad que tengas, de dónde vienes, o si tus señores padres son personas importantes. Ellos no tienen que ver con eso.

     Glambolia asentía a medida que yo hacía una pausa.

     —Y te uniste a ellos para descubrir quién asesinó a tu hermano —afirmé —. ¿Él te contó alguna vez que estaba involucrado con ellos? —negué moviendo la cabeza —. ¿Y cómo te enteraste de que Evan estaba con los Dominis?

     —Estaba en su habitación cuando me encontré un juramento escrito en una de sus libretas. Era el de ellos. Comencé a investigar sobre ese juramento y me adentré más en las informaciones hasta que di con ellos, no sólo en internet investigué, ahí había solo rumores y noticias, también en la escuela a personas de confianza les preguntaba quiénes eran.

     —¿Y le dijiste algo cuando lo descubriste? ¿Hablaron del tema?

     Asentí.

     Recuerdo que había entrado a casa hecha una furia, subí las escaleras de tres en tres mientras llevaba en mi mano la libreta que haría a Evan hablarme y decirme qué diablos estaba pasando por su vida.

     Abrí la puerta de su habitación haciendo que Evan, que estaba en su escritorio, levantara la mirada. Al verme, su expresión se volvió confundida. Y según parecía, estaba haciendo los deberes de la escuela.

     —¿Quieres explicarme qué te pasa? —Me preguntó.

     —El que tiene que explicar las cosas aquí, eres tú.

     Evan arrugó el entrecejo y yo puse con fuerza la libreta en su escritorio a la vez que lo miraba con dureza.

     —¿Qué demonios es esto, Evan? —le pregunté sin respiración.

     Mi hermano mayor puso los ojos más abiertos que un libro. Se levantó y se acercó a mí, notablemente enojado.

     —Sal de aquí —dijo después de echarle un vistazo a la libreta y cerrar los ojos.

     —¡No lo haré! —grité.

     —April, esto no es asunto tuyo.

     —Y una mierda.

     —¡Deja de meterte en mi vida! ¡Yo hago lo que se me dé la gana y no tienes derecho a decirme qué hacer y qué no!

     —¡Entonces de verdad estás con esos delincuentes!

     —¡No les llames así, no son delincuentes! ¡Son mi familia!

     —¡Evan, yo soy tu familia! ¡Ellos son unos asesinos!

     —¡Pues adivina, esos asesinos hacen mejor papel de familia que tú porque no andan metiéndose en mis asuntos!

     Y eso me partió el corazón en mil pedazos.

     Yo que siempre estuve ahí para él. Que lo ayudé a que mamá y papá no se enteraran de lo que hacía a deshoras en la calle, que siempre he tratado de darle apoyo, mi hombro cuando tenía problemas. Para que no pareciera que su vida era tan miserable porque al menos me tenía a mí.

     Así era como el maldito me agradecía.

     —Ojalá que te maten —fue lo último que le dije antes de salir de su habitación.

     —April.

     No entré bien a mi habitación y ya las lágrimas rodaban por mis mejillas. Mi corazón ardía y la respiración me faltaba. Mis llantos se escuchaban en la habitación entera y no podía parar de llorar.

     Me sentía derrotada, acabada, perdida, enojada, triste e impotente y lo único que podía hacer era llorar. Bañar mis mejillas de lágrimas, sentir mi pecho arder y mi mundo parecer insignificante.

     Lo único que tenía en mi cabeza eran las palabras dolorosas de Evan. Más dolorosas que cuando te clavan un puñal.

     —¿De verdad te dijo eso? —preguntó Glambolia. Yo confirmé con la cabeza.

     —No sabe cómo me arrepiento de esas palabras. Lo que le dije, fue lo más incomprensible que le he dicho en toda mi vida. Fue lo más bajo, lo más ruin, lo más doloroso y venenoso. No voy a perdonarme esas palabras, aunque Evan lo hiciera. Yo se lo deseé y es el mayor error que he cometido en toda mi vida.

     —¿Qué ocurrió después de esa discusión?

     —April —escuché la voz de Evan detrás de la puerta.

     Había anochecido cuando fue a mi habitación. Yo no le abriría la puerta. No le hablaría y ni siquiera le dirigiré la mirada.

     —April, yo...

     Se quedó en silencio, más no abrí.




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