April ©

03 | Su último día

    Mis lágrimas se desplazaban por mis mejillas. El pecho me ardía y mis frágiles manos temblaban. El doctor Glambolia solo se limitaba a mirarme con firmeza.

     —Esa noche —hablé —, entendí que no importaba cuán enojada estuviera con mi hermano. Yo siempre iba a estar para él —dije mientras observaba mi café.

     —¿Prefieres hacer una pausa?

     —¿A qué se refiere?

     —Si prefieres dejarlo para la próxima. Tu madre dijo que tenías que descansar.

     Negué.

     —Podemos seguir —declaré.

     —Bien. ¿Puedes contarme qué ocurrió después de ese incidente? Después de que lo acompañaste y fuiste testigo de su sufrimiento.

     Estuve de acuerdo en seguir contándole.

     —Evan duró unos minutos para calmarse. Me refiero a poder entablar bien una conversación con él.

     Yo solo me limitaba a quedarme callada y escucharlo si quería decir algo. Sin darle ningún sermón y decirle ''te lo dije''. No era el momento para eso.

     —¿Si pudieras salir, lo harías? —le pregunté a Evan.

     —No —respondió.

     Suspiré hondo. No dije nada. Solo dejaría que Evan hablara y yo lo escucharía. Y si yo tendría que decir algo, lo diría, pero en su momento. Eso fue lo que hice.

     —Perdón, April.

     Dirigí mi mirada hacia él y nuestros ojos se encontraron.

     —Tú eres mi familia, perdóname.

     Yo tomé su mano y lo miré nuevamente.

     —Tú lo habías dicho —le dije —: estabas enojado por meterme en tus asuntos.

     —De igual forma no tuve que decirte eso. Tú solo estabas cuidándome.

     —Igual, ya pasó.

     —Perdóname por gritarte, por favor —se veía muy afligido. Impaciente y preocupado.

     Yo le sonreí y asentí. Acto seguido, lo abracé y le comenté cuán importante era él para mí. Y que haría cualquier cosa solo por él.

     —Como entrar a los Dominis para descubrir quién lo asesinó —comentó Glambolia.

     El lugar se quedó en silencio y Glambolia esperó a que yo me recuperara.

     Respiré y lo miré.

     —April, ¿estás dispuesta a contarme sobre la muerte de Evan?

     Mis ojos se aguaron. Mordí mi labio inferior y me quedé quieta. Un nudo se me había hecho en la garganta y los músculos de mi vientre se contraían.

     Suspiré profundamente y asentí.

     —La forma en que ocurrió fue muy cruel —comenté.

     Estaba demasiado asustada. Mis muñecas estaban atadas a los brazos de una silla y mi boca tapada. Mi respiración estaba muy agitada y las lágrimas caían por mis mejillas.

     Traté de calmarme. Miré a todos lados y me di cuenta de que no reconocía el lugar. Joder, ¿en dónde estaba?

     Movía mi pierna derecha con nerviosismo y las lágrimas no cesaban. Lloré. Pensé lo peor. Me matarían. De aquí no salía viva, lo sabía.

     Mi corazón latía rápido y mis manos sudaban.

     De repente escuché una puerta abrirse y me quedé única y totalmente quieta. Escuché pasos y estos se acercaban.

     Me removí con incomodidad en la silla.

     —Sí, ella esta despierta —escuché una voz varonil.

     Uno de ellos se acercó con pasos cautelosos. Puso sus manos a los lados de mis piernas, apoyándolas en la silla. Solo vi sus ojos verdes, ya que un pañuelo de color rojo tapaba la mitad de su cara.

     Llevó su mano cerca de mi rostro y quitó con fuerza la cinta que tapaba mi boca provocándome un ardor muy incómodo.

     No podía hablar, tenía un nudo en la garganta, además, el miedo no me dejaba mencionar ni una palabra.

     —Pobre, has estado llorando —dijo.

     El otro de ellos se acercó a mí y me miró. El pañuelo que tapaba la mitad de su cara era negro, su cabello oscuro y sus ojos marrones. Otra vez me removí con incomodidad.

     —¿Qué haremos con ella? —Preguntó el que me había hablado hace unos segundos.

     —¿Qué tal si la torturamos solo un poquito?

     ¿Torturarme?

     Volví a derramar lágrimas.

     ―¿Qué es lo que quieres? ―escuché una voz familiar y miré al dueño de ella.

     Evan abrió los ojos cuando me vio atada a aquella silla. Se acercó, pero el chico del paño rojo lo agarró por detrás impidiéndole el movimiento. El de paño negro se acercó y comenzó a golpearlo en la cara y el abdomen hasta dejarlo débil.

     —Acércalo y ponlo en frente de ella —ordenó el que habló de torturarme.

     Vi como ponían un asiento a unos metros lejos de mí, y sentaron a Evan allí. Cuando estuvo en frente de mí, levantó su mirada y me observó. Lo miré con mucha atención. Sus manos estaban detrás de él y parecía cansado. Exhausto.




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