April ©

14 | Howland al rescate

     Quinn y yo todavía le pisábamos los talones a los Dominis. El lugar en donde estábamos era muy solitario, callado y un poco oscuro. Apenas las luces de neón alumbraban las aceras. Saqué mi cabeza del muro de donde yo estaba escondida y noté que los Dominis se detuvieron en frente de lo que parecía ser una casa abandonada. Esta era grande, con dos pisos.

     Con mis ojos busqué a Ethan, quien se encontraba frente a frente con un chico. Este último tenía más chicos y chicas detrás de él. De seguro era el líder de los Vansers.

     ¡Joder! ¡No puedo creer que vaya a ver a personas de los Vansers! Esto iba más allá de lo que una vez imaginaba ver algún día.

     Y de repente pensé en Evan. En que posiblemente él tenía que lidiar, pelear y a asesinar a uno de ellos cuando se presentaba la oportunidad.

     Hice esos pensamientos a un lado y me enfoqué en tratar de escuchar el intercambio de palabras entre Ethan y aquel Vanser.

     Dios, dos bandos distintos. Aquí había máximo treinta personas.

     —Ethan no dudará en asesinarme frente a todos por dejar que te escapes. Me pondrá una pistola en la frente, halará del gatillo y creará una escena aterradora para los Dominis —fruncí el ceño al escuchar el comentario de Quinn. Y este se arrugó más en cuanto me pregunté si Ethan asesinaría a uno de sus seguidores.

     —¿Ethan sería capaz de asesinar a uno de sus subordinados? Digo, por lo que decía el juramento.

     —Es el líder, puede hacer lo que quiera. Si ve una amenaza es su deber acabar con ella. Y, respondiendo a tu pregunta, no, nunca ha asesinado a un Domini.

     Sentí que el alivio inundaba mi cuerpo en cuanto escuché la respuesta de Quinn. Visualicé a Ethan y entre los espacios que dejaban las personas, pude notar ese pañuelo negro. No podía negarlo, ese pedazo de tela era muy similar al que usó ese chico que asesinó a Evan. Ethan lo llevaba como la primera vez en la que se lo vi: colgando del bolsillo trasero de sus tejanos negros.

     Deslicé mis ojos por sus piernas largas, estudiándolas, examinándolas, analizándolas. Grabándolas en mi memoria. Esos tejanos se ajustaban muy bien a ellas. Igual que esa jodida camiseta negra.

     ¡Diablos! ¡El condenado era demasiado sexy!

     Siempre me imaginé al líder de los Dominis un hombre como de treinta y algo de años. Pero jamás pensé que el líder fuera un tipo joven, indiferente, cuidadoso, y alerta. En pocas palabras: una persona como Ethan.

     Hice una mueca mientras me esforzaba por escuchar qué estaban hablando. Vi como Ethan convertía sus manos en puños. Desde aquí notaba como su cuerpo estaba tenso. Tenía miedo de que terminara por sacar el arma que estaba acomodada entre su espalda baja, le disparara a ese chico y empeorara la situación. Esperaba que supiera que no podía arriesgarse a hacerle daño a un Vanser, porque fácilmente le harían daño a Liza.

     Mierda, Evan debería estar aquí, a su lado, sin ser un estorbo como yo lo era para Ethan.

     Pero mientras más miraba ese paño negro colgado en sus pantalones, más me confundía. Nada de esto tenía sentido, miles de ideas se agolpaban en mi mente, como la idea de que Ethan fuera quien asesinara a Evan, la idea de que fuera él quien tuvo el valor para tomar esa navaja y acabar con la vida de mi hermano. No quería pensar en ello. Porque primero, según Quinn, Ethan nunca había asesinado a un Domini; y segundo, él no pudo haberse mencionado a sí mismo la noche en que asesinó a Evan, sería ilógico. Y me frustraba no comprender qué estaba sucediendo y que no avanzara nada en lo que me había propuesto lograr: saber quién asesinó a mi hermano.

     Mis oídos escucharon como todos los que estaban allí preparaban su arma para halar del gatillo. Y de un momento a otro todos estaban apuntándose. Aquí se iba a librar una batalla.

     Miré aquella casa preguntándome si Liza estaría ahí. Todo allá dentro estaba un poco oscuro, excepto una habitación del segundo piso que no estaba tan alumbrada, pero desde aquí se veía iluminada por una luz no muy fuerte.

     —Creo que Liza está allá arriba —le informé a Quinn mientras señalaba con mi cabeza el segundo piso. Mi compañera alzó los ojos hacia donde yo le estaba indicando.

     —Posiblemente.

     —Tengo que buscar una forma de subir sin que nadie me note.

     —Imposible. Tal vez aquí afuera estén la mayoría de los Vansers, pero no creo que se arriesguen a dejar a Liza sola.

     —¿Insinúas que hay Vansers dentro? —Quinn asintió.

     —Por eso es imposible que no te vean. Aunque podríamos ir y yo podría cubrirte.

     —No lo sé —dije no muy segura.

     —No puede ser, April, ahora tienes miedo.

     Puse los ojos en blanco.

     —No tengo miedo por mí, sino por ti —le dije con un poco de dureza —. Soy capaz de ponerme en peligro y arriesgarme, pero a otra persona no.

     Quité mi vista de la casa y la puse en Quinn. Sus ojos estaban abiertos, mirándome con las cejas alzadas, sorprendida.

     ¿Y ahora qué le picó?




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