Me acerco a la ventana y, observo a escondidas, desde detrás de la cortina de mi habitación. Hace un bonito día. El sol brilla a su máximo esplendor, las hojas de los árboles se mueven al ser azotadas por el viento y el cielo se ve más azul que nunca. Suspiro, resignada. ¿Alguna vez tendré el valor de salir de aquí? Tan solo de pensarlo, me produce escalofríos en mi piel. Estoy condenada a vivir mi vida encerrada entre estas cuatro paredes. Un toque en la puerta me obliga a abandonar mis pensamientos. Giro la cabeza y miro por encima de mi hombro.
―Buenos días, Paty ―sonrío al escuchar su acostumbrada manera de llamarme desde que era una chiquilla. Es extraño que mi cerebro haya borrado de mi mente los sucesos de la noche de mi accidente, pero cada recuerdo de mi infancia sigue latente―. ¿Podemos hablar? ―asiento en respuesta―. Hay un asunto importante del que quiero platicar contigo.
Me acerco a él, lo abrazo y le doy un beso en la mejilla.
―Antes, me gustaría pedirte disculpas por mi comportamiento de ayer ―le expreso avergonzada―. Estoy tratando de ser una mejor persona, de dejar atrás todos mis miedos ―inhalo profundo―, pero ha sido difícil para mí.
Se inclina y me besa la frente.
―Sé que ha sido una travesía dura y complicada para ti, cariño, sin embargo, te pido, por favor, que sigas intentándolo ―asiento en acuerdo, a pesar de que sé que quizás ni siquiera pueda lograrlo―. Eso significaría mucho para mí, Patricia.
Sé que será una proeza muy complicada para mí, diría que, hasta imposible, pero por él estoy dispuesta a hacer lo que sea.
―Te prometo que pondré mi mayor esfuerzo para lograrlo ―sonríe con emoción al escuchar mi respuesta―. Ahora, ¿de qué es eso tan importante de lo que quieres hablarme?
Su sonrisa duplica su tamaño y la expresión de su rostro cambia por completo.
―Ven conmigo ―me toma de la mano y me arrastra hacia el sillón―, hace mucho tiempo quería hablarte de algo, pero no encontraba la manera de hacerlo ―no sé por qué, pero aquella simple frase me pone nerviosa―. Quiero que entiendas que el primer motivo que me trajo de regreso fuiste tú, pero hay algo más que precipitó mi decisión de volver.
¿Algo más?
―¿Qué sucede, Martín?
Me invita a sentarme en el sillón y luego se ubica a mi lado. Toma mis manos entre las suyas y fija su mirada en la mía.
―Conocí a una mujer muy especial ―los latidos de mi corazón se precipitan―. Hemos estado saliendo durante los últimos tres meses ―¿por qué me lo dice hasta ahora? De repente, me siento traicionada por su falta de confianza―. Fue amor a primera vista ―sonríe entusiasmado, en cambio, yo, siento que me hundo en arenas movedizas―. Y hace una semana recibí la noticia de que vamos a ser padres. ¿Puedes creerlo?
La sonrisa se esfuma de su boca al notar mi expresión adusta. Suelto sus manos y me pongo de pie.
―¡¿Tres meses, Martín?! ―niego con la cabeza―. ¿Y hasta ahora es que me lo dices? ―mi respiración se acelera―. Se suponía que solo éramos nosotros dos ―susurro con un sollozo―. ¡Ayer lo dijiste!
Rompo a llorar como una chiquilla. Un segundo después, siento sus brazos a mi alrededor.
―Quería contártelo, cariño, pero no es un asunto que se deba hablar por teléfono ―me explica, preocupado por mi reacción―. Estaba ansioso por regresar y darte la noticia. Además de nosotros, eres la única persona a la que se lo he dicho.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuerpo y hundo mi cara en su pecho. Saber que voy a perder a la única persona que tengo en la vida, me hace sentir pánico. Después de que papá murió, mi hermano se hizo cargo de los negocios y, desde entonces, ha tenido que viajar constantemente fuera de la ciudad para atender las distintas responsabilidades que heredó. Nunca nos habíamos separado durante tanto tiempo, y cada vez que sabía que tenía que irse, mi ansiedad se duplicaba. Ahora, esto es completamente diferente, sé que se irá para siempre.
―¿La amas?
Elevo la cara y lo miro a los ojos.
―Sí, amo a Dayana con toda mi alma.
Me cuesta aceptar esta confesión, porque significa que debo resignarme a perderlo. Sin embargo, lo comprendo. No es justo que renuncie a su felicidad para sacrificar su vida al lado de una mujer que le robó su futuro y que lo mantiene atado a una vida tan miserable como esta. Es el momento de hacer mi primer sacrificio en su nombre. Martín es un hombre maravilloso, comprometido y noble. No voy a permitir que siga destruyendo su futuro por mi culpa.
―Entonces, ¿voy a ser tía?
Suelta un bufido de alivio. Me levanta entre sus brazos y comienza a girar sobre sus talones, dando gritos de emoción.
―Sí, ¿me imaginaste alguna vez como un papá?
Sí, porque él ha sido como uno para mí.
―Ese bebé será el pequeño más afortunado del mundo ―detiene las vueltas y me coloca sobre el piso―. Estoy convencida de que serás un padre dedicado y amoroso ―me alzo sobre la punta de los pies y lo beso en la mejilla―. Lo hiciste muy bien conmigo.
Sus ojos se llenan de ternura y comprensión.
―Te amé desde el segundo en que te vi en la cunita de aquel hospital, tan frágil y vulnerable ―sus palabras derriten mi corazón―. Juré cuidar de ti y protegerte con mi vida, Patricia.