Apuesta de amor

Capítulo 5 Macarena

Una semana después

Esta ha sido una semana demasiado agitada para mi gusto y comodidad. Sigo conmovida por el anuncio de mi hermano, por la visita de su prometida y por la fiesta que en pocas horas se estará llevando a cabo. Conocer a Dayana no fue tan traumático como lo imaginaba, pero una vez que mi hermano la trajo a mi habitación, me sentí a gusto con ella.

Observo desde mi ventana el ajetreo que se desarrolla en los alrededores de la mansión. Ver tanta gente me pone nerviosa. No creo estar lista para mezclarme con una multitud de más de cien personas. Sin embargo, siento que no tengo otra opción. Mi hermano me pidió que estuviera allí con él. No puedo defraudarlo. Esto es importante para él, así que también lo es para mí. Pego un respingo en cuanto escucho dos golpes en mi puerta. Me llevo la mano hasta mi corazón debido al susto que acabo de llevarme. Tengo los nervios a flor de piel.

―Adelante.

Me quedo mirando la puerta como si de un momento a otro fuera a aparecerse Jack el destripador.

―Buenas tardes, señorita Patricia, traemos algunos encargos que le envió el señor.

Trago saliva, mientras observo la exagerada cantidad de paquetes que comienzan a dejar sobre mi cama.

―Mi hermano está en casa.

Le pregunto a Macarena, una de las criadas en la que más confío.

―Sí, señorita, está en el despacho, encargándose en persona de los últimos detalles de la recepción ―ruda los ojos―. ¿No se supone que son atribuciones de la planificadora de eventos? ―ríe y niega con la cabeza―. Hace mucho tiempo que no se veía tan nervioso como hoy.

No más de lo que yo lo estoy.

―No creo que deba dejar un asunto tan importante en manos de desconocidos ―comento, basándome en mis propias inseguridades―. Quizás no confía en ellos.

Giro mi cuerpo y vuelvo a mirar a través de los cristales de mi ventana. Cierro los ojos e inhalo una profunda bocanada de aire.

―Es una empresa muy reconocida por su profesionalismo y responsabilidad ―replica, al escuchar mi respuesta―. Así que le aseguro que no se debe a su falta de confianza. Intenta distraerse para no pensar en lo que va a suceder esta noche. No todos los días se compromete uno con la persona que ama. ¿Cierto? ―asiento en acuerdo, pero no opino al respecto. ¿Qué sé yo de los asuntos del corazón? Elevo la mano de manera mecánica y acaricio las cicatrices de mi rostro. ¿Qué hombre se fijaría en mí? Dayana es una mujer muy hermosa, así que se justifica el que mi hermano se haya enamorado de ella―. Por cierto, en un par de horas vendrán las personas que fueron contratadas para que se encarguen de usted y de la señorita Montero.

Mi corazón comienza a golpetear debajo de mi pecho con todas sus fuerzas. Me doy la vuelta rápidamente y le pido que me explique lo que acaba de decir.

―¿Encargarse de mí?

Pregunto, con un susurro nervioso. Ella me mira con dulzura y comprensión.

―Sí, señorita ―termina de acomodar todos los paquetes y se acerca a mí―. Estas personas tienen la responsabilidad de embellecerlas ―trago saliva―. Maquillarlas, peinarlas, hacerles la manicura ―observo mis uñas cortas y quebradizas―. Las dejarán hermosas para esta velada tan importante ―me abrazo a mí misma, porque de repente comienzo a sentir frío―. Serán como las princesas de un cuento de hadas.

No creo en cuentos de hadas ni me considero una princesa de historias que solo ocurren en el mundo de la imaginación y la fantasía. Quizás sí, una princesa del horror. Mantengo el pensamiento para mí misma.

―Puedes traerme un té, por favor.

La poca seguridad que estaba sintiendo, empieza a desvanecerse como por acto de magia. Macarena nota mi ansiedad, se acerca y toma mis manos entre las suyas, pero se las arranco de un manotazo.

―Todo va a estar bien, señorita Patricia ―intenta calmarme―. He estado con usted durante los últimos cinco años y no pienso dejarla sola en este momento ―mis ojos se anegan de lágrimas―. En mí tiene a una amiga incondicional.

Macarena llegó a esta casa un día después de que despertara del coma. Ha estado conmigo desde entonces. Ella es mi conexión con el mundo exterior. Mi hermano la contrató para que se encargara de mis cosas, pero la pobre no se da abasto con las tantas exigencias que requiere una persona con tantos problemas como los míos. Para mí fue como volver a nacer. Me vi obligada a aprender a ser una mujer, cuando ni siquiera tuve la oportunidad de ser una adolescente. Adaptarme a mi nueva realidad fue una de las etapas más difíciles de mi vida. Descubrir que el mundo que dejé atrás ya no era el mismo, que mis amigos habían dejado de ser niños, que perdí gran parte de mi vida postrada en una cama, mientras que el mundo seguía rotando sobre su eje, segundo tras segundo, horas tras hora, día tras día y año tras año, sin importarle dejarme atrás; fue una noticia difícil de digerir. Lloré a mares y me negué a continuar con mi vida bajo aquellas circunstancias. Dejé de hablar y me negué a comer, porque dejarme morir era la solución más fácil, que afrontar un mundo para el que no estaba preparada. Sobre todo, cuando, por accidente, vi mi reflejo en el espejo del baño. Mis huesos se notaban a través de mi piel transparente y delgada, mi cabello estaba marchito, mis ojos muertos y hundidos en dos fosas profundas manchadas de negro, pero lo más traumático de todo fue ver mi rostro desfigurado. Requirió de largas cesiones con los especialistas más reconocidos del mundo, para ayudarme a salir del infierno personal en el que estaba viviendo. Psicoterapeutas, fisiatras, psicopedagogos, terapistas del lenguaje; un montón de profesionales que estaban comprometidos con mi recuperación. Sin embargo, fue Macarena la persona que me ayudó a superar mi estado emocional.



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En el texto hay: romance, drama, venganza

Editado: 11.12.2024

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