Apuesta de amor

Capítulo 14 Mi futuro y mi felicidad dependen de mí misma

Después que sale de la habitación me quedo observando los alrededores, en especial, la mesa en donde están las fotos. Me levanto, pero un dolor insoportable punza en mi tobillo. Recuerdo habérmelo doblado cuando intenté caminar con los zancos a los que llaman zapatos. Una vez de pie, cojeo y me acerco a la mesa. Levanto el portarretrato en el que aparece el chico de ojos verdes. Acerco la mano a la pantalla y acaricio su rostro con las yemas de mis dedos. Una sonrisa espontánea abarca mi boca y tira hacia los lados.

―Pensé que solo eras parte de mis sueños, pero ahora sé que existes.

La aplasto contra mi pecho y la rodeo con mis brazos. Nada me hizo tan feliz como saber que mi único compañero de aventuras, la persona que ha sido mi confidente en cada uno de mis sueños, es de carne y huesos. No sé cómo ha sido posible, pero eso no me importa. Tengo que encontrarlo, hablar con él y averiguar su nombre. Un golpe en la puerta me hace pegar un brinco y por poco la dejo caer al suelo. Con nerviosismo la devuelvo a su lugar y me alejo de allí.

―¿Puedo pasar?

La voz de aquel hombre pone a latir mi corazón con impaciencia. Retrocedo hasta que mi espalda choca contra la pared. Aún no me siento cómoda con las personas y creo que eso pueda cambiar por lo pronto. Sin embargo, recuerdo que ya no estoy en casa, que ya no son mis reglas las que prevalecen. Trago saliva, antes de responder.

―Sí, adelante.

Mantengo la vista puesta sobre la puerta hasta que esta se abre y veo entrar al hombre que vi cuando llegué a esta casa. Apenas era consciente, pero lo recuerdo.

―Hola, mi nombre es Ferguson y trabajo para el señor Cardozo ¿Se acuerda de mí? ―sopeso mi respuesta antes de dársela. Así que lo hago con un asentimiento. Eso parece hacerlo muy feliz, porque esboza una sonrisa tan elocuente que le alcanza hasta las orejas―. Me contesta saber que ya está bien ―lo miro con desconfianza. No sé cuáles son sus intenciones, así que me mantengo en alerta―. El señor me pidió que la invitara a desayunar con él, anoche no probó ni un bocado de la sopa que preparé especialmente para usted ―encoge sus hombros con indiferencia―. Supongo que debe estar hambrienta.

Mis tripas rugen como si la pregunta fuera dirigida a ellas. Para ser sincera, me duele el estómago debido al hambre que tengo.

―¿Puede traerla a esta habitación?

Me mira con los ojos entrecerrados.

―Creo que el señor preferiría que baje a acompañarlo.

Trago saliva. Me le quedo mirando por algunos segundos y termino asintiendo, a pesar de que no sé si sea capaz de hacerlo.

―Necesito hacer una llamada, ¿puede prestarme un teléfono?

Sonríe. Muy pocas veces he visto sonrisas tan sinceras.

―Por supuesto, puede usar el mío ―mete la mano en el bolsillo de su pantalón, saca su móvil y me lo tiende―. Le daré privacidad para que hable con confianza. Estaré esperando afuera.

Espero a que abandone la habitación para marcar el número de mi hermano. Debe estar muy preocupado por mí. Responde al primer repique.

―¡Aló!

El tono con el que responde es una clara señal de que está a punto de perder los nervios.

―Martín, soy yo, Patricia.

Todo queda en silencio.

―¡Por el amor de Dios, Patricia! ―expresa con una mezcla de alivio y pánico en su voz―. ¿Dónde estás? ¿Alguien te hizo daño? ¿Cómo saliste de la casa? ―comienza a soltar una pregunta tras otra sin darme chance a explicar lo que ha sucedido―. ¿Estás bien?

Inhalo profundo antes de responder.

―Sí, Martín, estoy bien ―fijo la mirada en la imagen del chico de ojos verdes que me mira desde la distancia―. No te preocupes por mí, por favor.

―¿Qué no me preocupe? ―trata de contener sus emociones, pero puedo percibir que está haciendo un gran esfuerzo para contenerse―. ¿Tienes alguna idea del infierno que he estado viviendo durante estas últimas horas? ―siento remordimiento al escuchar aquellas palabras―. ¿Pensando en las cosas terribles que pudieron haberte pasado?

Me muerdo el labio inferior. Nunca me sentí tan culpable como en este momento. Fue egoísta pensar solo en mí y olvidar que existe alguien en este mundo que se reocupa por mí.

―Lo siento, Martín, no fue mi intención preocuparte.

Lo escucho inhalar profundo al otro lado de la línea.

―¿Dime en dónde te encuentras para ir por ti?

Mi corazón empieza a latir desbocado. No, no puedo irme de aquí hasta encontrar al chico de mis sueños.

―Estoy bien aquí, Martín, por favor deja de preocuparte por mí ―me acerco a la mesa una vez más y levanto el portarretrato―. Estoy segura y a salvo.

Lo escucho maldecir en voz baja.

―¡¿Segura y a salvo?! ―pregunta con incredulidad―. No tienes amigos, no conoces a nadie más que a mí y a los miembros del servicio, nadie sabe de ti, todos creen que estás muerta ―un par de lágrimas ruedan por mi rostro al escuchar aquellas afirmaciones tan dolorosas―. Nunca antes tuviste valor para salir de tu habitación ―susurra en voz baja―. ¿Ni siquiera sé cómo conseguiste hacerlo? ―bufa, resignado―. Nunca sentí tanto miedo en mi vida desde aquel día en que creí que también iba a perderte a ti.



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En el texto hay: romance, drama, venganza

Editado: 11.12.2024

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