Apuesta de amor

Capítulo 18 Promesa de amor

Suspiro con alivio, al notar que el auto de ese engendro no está en casa. Salgo de mi deportivo y me dirijo al interior de la mansión.

―Buenos días, señor Cardozo.

Saluda el mayordomo al verme llegar.

―Buenos días, Sebastien.

―¿Sabes a dónde fue papá a esta hora de la mañana?

Ese malnacido nunca sale de casa a menos que sea necesario. Ahora que soy el presidente de las empresas de la familia, anda pululando por los alrededores. Recordándome a diario que tiene en sus manos la vida de mi familia. Pero eso no será por mucho tiempo. Una vez que María Camila cumpla dieciocho años, su poder sobre ella llegará a su fin. Faltan tan solo dos meses para que eso ocurra. Es su albacea hasta tanto ella sea menor de edad. No obstante, el único problema lo tengo con mi madre. Se niega a abandonar esta casa, porque a pesar de todo el daño que le ha hecho mi padre, lo sigue amando con toda su alma. ¿Amor? ¡Patrañas! ¿Qué de bueno tiene el amor? ¿No se da cuenta de que ese sentimiento inútil ha sido el instrumento de su destrucción? No encuentro la manera de hacerle entender que el amor no existe, que lo único que mi padre quería de ella, ya lo consiguió. Entonces, ¿por qué no lo deja? ¿Por qué insiste en sufrir en su nombre?

―No lo dijo, pero le escuché mencionar el nombre del señor Arismendi ―su respuesta me pone los pelos de punta―. Poco después le pidió a su chofer que preparara el auto, porque tenía una reunión muy importante.

¿Qué hace Rubén llamando a mi padre?

―Gracias, por informarme, Sebastien, por favor, mantente en alerta y avísame cuanto antes de cualquier cosa sospechosa que notes en mi ausencia.

Asiente en acuerdo.

―Puede contar conmigo para lo que sea, señor, mi lealtad está con usted.

Un súbito grito me hace sonreír. Me doy la vuelta para quedar de frente a ella.

―¡Enzo! ¿Qué bueno que llegas a tiempo?

Mi pequeña hermana corre hacia mí como un vendaval. Así que abro mis brazos para recibirla.

―Hola, cariño.

Su emoción es tan desmedida que por poco no envía directo al suelo. Le beso en la frente.

―Anoche fui a buscarte a tu habitación, pero no te encontré. ¿Por qué no le dijiste a mamá que te quedabas a pasar la noche fuera de casa? ―esboza una sonrisa traviesa―. ¿Amaneciste en brazos de alguna chica?

Casi me atraganto con la saliva al escuchar aquella pregunta. ¿Qué clase de ideas se le han metido dentro de esa loca cabecita? ¿Por qué supone que si no he venido a casa es porque estaba con una mujer? De repente, recuerdo a la chica que amaneció dormida en mi regazo, completamente desnuda. Bueno, esta vez tengo que reconocerlo. Sí, amanecí en brazos de una mujer, pero no por las razones que ella supone. Nada más allá de la realidad. No hay nada entre esa chica y yo, y nunca lo habrá.

―¿Qué clase de pregunta es esa?

Hace un mohín de lo más gracioso.

―¿Por qué razón nunca no has presentado a una de esas chicas con las que siempre apareces en los diarios? ―me mira con ojos profundamente ilusionados―. ¿Nunca has estado enamorado? ¿Alguna de ellas te ha provocado retorcijones en las tripas y aleteos del corazón?

¿Qué ridiculeces está diciendo?

―Tú mejor que nadie sabe que no tengo “novias” ―hago comillas con mis dedos―. Esas chicas que ves retratadas conmigo en los diarios, son solo amigas ―no voy a decirle que son mis amantes, es un tema muy profundo para la comprensión de una jovencita tan inocente―. No creas en todo lo que publican en la prensa, son demasiado amarillistas.

Esta vez tiene una expresión de desilusión en su precioso rostro.

―¿Qué estás esperando, Enzo?

Inhalo profundo, antes de responderle.

―Me gusta la vida que tengo, María Camila, no necesito nada más.

Niega con la cabeza.

―¿Nadie puedo ser feliz sin alguien a quien amar?

¿Qué narices?

―Creo que estás consumiendo demasiadas novelas románticas.

Le doy un toquecito con mi dedo en la punta de la naricita.

―Mamá, sueña con verte casado, Enzo ―suspira profundo―. Quiere conocer a sus nietecitos, antes de que…

Esto se está poniendo demasiado incómodo para mi gusto.

―¿Cómo está mamá? ―cambio el tema de nuestra conversación, porque no me gusta el rumbo que está tomando―. ¿Está despierta?

Rueda los ojos.

―No creas que no me doy cuenta de lo que intentas hacer ―tuerce su boquita con enfado y suspira resignada―. Sí, ella no pegó un ojo en toda la noche ―la respuesta me hace sentir decepcionado de mí mismo―. Supongo que no descansará hasta saber que estás bien y comprobarlo con sus propios ojos.

Asiento en comprensión.

―Iré a verla

Se alza sobre las puntas de sus pies y me besa en la mejilla.

―Y, por cierto, ―sonríe con picardía―. No pienso dejarte en paz hasta que traigas a una chica a esta casa y la presentes como tu novia formal.



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En el texto hay: romance, drama, venganza

Editado: 10.01.2025

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