Cómo invitar a bailar
Cristina
Nada es feliz para siempre.
Joder, ojalá eso fuera igual de falso que las extensiones de Trina.
Pero no lo es, y cuando estaba pasando un buen momento, pero de esos que literalmente son ¡los buenos momentos!...Tenían que hacer esto.
Dios, quiero un descanso.
Solo puedo mirar los restos-porque eso para nada es lo que era-del vestido que compre con las chicas. Esta sobre la cama, cortado y rasgado. Se nota por las partes bien cortadas y las otras tiradas por fuerza bruta.
Quien lo ha hecho definitivamente odiaba su diseño y quería alterarlo...
Pero dejarlo irreconocible ¿era tan necesario?
Hago una mueca tomando un trozo y aprieto fuertemente la tela. No me molesta que decidieran romperlo, me molestan las intenciones que tuvieron al hacerlo.
Esa persona no me quiere en esa estúpida fiesta.
Pero no solo eso, sino que tampoco me soporta. Porque hacer esto, sin duda era estúpido y se necesitaban ovarios para las consecuencias.
La puerta se abre a mi espalda y Elena, Olivia y Dalia se levantan mientras saludan a la entrenadora.
-¿Qué ha pasado?-pregunta.
No respondo, ella misma lo ve cuando se acerca. Se sorprende para luego mirar furiosa a todas las de la habitación.
-¿Quién lo ha hecho?-pregunta con voz fría pero nadie responde-¡Quiero a todas las del equipo aquí en cinco minutos!
Con el rostro inexpresivo asienten y salen del lugar, pero antes que salgan les llamo.
-¡Esperen! Solo díganles que mi vestido ha sido dañado. No den ninguna explicación ni el cómo, no quiero que lo sepan.
Olivia entrecierra los ojos y luego sonríe de lado. Me ha entendido, mientras que las otras dos no lo entienden pero asienten. Muerdo mi labio y empiezo a ver con atención el vestido. Sin duda ya no es para nada bonito, es más, pasaría como uno de los tantos trapos de limpieza.
Que desperdicio.
Cinco minutos son exactos en los que todas se encuentran en mi cuarto haciendo fila frente a la entrenadora. Ella les mira mientras yo termino de cerrar la funda donde guarde el vestido y me siento poniendo mis manos sobre la funda.
-Quiero que me digan quien ha sido-exige la entrenadora.
El silencio es el único atrevido que responde.
Eso la enfurece, puedo ver como sus mejillas se sonrojan y temo que explote. No podemos quedarnos sin entrenadora. Miro a todas, a cada una por unos cortos segundos y cuando sé quién es, solo sigo con la siguiente para que no empiecen las dudas.
No huirás-pienso y abro la boca para enfrentarla pero luego un recuerdo de unos ojos iguales a los suyos y las fotos se cuelan en mi mente haciendo que la cierre y apriete los labios.
No puedo hacerlo.
Ojo por ojo...
Inconscientemente aprieto las manos.
Yo debía pagar por ello.
>>Repetiré de nuevo ¿quién lo ha hecho?
Otra vez, sus palabras son lanzadas al viento y no tiene una respuesta. Suelto un suspiro tratando de calmarme. Esto era obvio, no es cómo si alguien fuera a alzar la mano y confesar sabiendo lo que puede pasar. Nadie sería tan estúpido para ello.
Pero incluso así espero, realmente lo hago y espero su confesión.
Pero no hay ninguna y me enoja. Y enojarme me hace sentirme una cínica.
Porque siempre he pensado que si alguien hace algo debe dar la cara. Es decir, si tuviste el valor para tomar esa decisión también debes serlo para sus consecuencias.
Pero...tal vez sea por culpa, porque una vez yo no di la cara en ese momento...tal vez sea por eso que esta vez decido no hacer nada.
-Cobarde-mascullo de manera baja sin que nadie me escuche y me levanto.
Esas palabras son tanto para mí, como para ella. Si no lo hubiera sido hace años, no hubiera tenido pelos en la lengua para exponer ahora al culpable.
Todas las miradas van a mí, esta vez era obvio el por qué, era la victima de la situación. Y aunque estaba molesta, sonreí.
-No importa, entrenadora-le digo-No es la gran cosa.
-Pero Verónica...
-Está bien, de todos modos no iba a ir-me encojo de hombros sonriendo.
La verdad si quería hacerlo, pero no agrandar el problema era lo principal. Si ella no quería hacerlo, no iba a obligarla. Sonaba como una alguien sin orgullo y hubiera estado decepcionada de mi misma si no fuera por la deuda y si tampoco estuviera tan cansada.
Porque realmente lo estaba.
Ya no quería luchar contra el mundo.
Me rindo.
Al menos por hoy, lo hago.
Tomo la funda del vestido y cuando voy a salir de buena manera, un resoplido me hace detenerme.
-Tal vez lo hiciste tu misma-masculla Arlen.
-¿Y por qué lo haría?-le pregunto sin voltear.
-¿Para llamar la atención quizás?-ironiza-No lo sé, Verónica, tú eres la que lo ha hecho, tú dinos el por qué. ¿Querías que nos metieran en problemas por ti?-se ríe-Que truco más infantil es el que has usado, ¿tijeras para cortarlo? ¿No crees que es algo ya muy gastado?
¿Culpa? Nah, a quién le debía la deuda era a otra.
No iba a hacer nada, pero...dicen que quién busca encuentra ¿no?
Bueno, gracias por abrir la boca, hermosa...
Sonrío sintiéndome satisfecha por sus palabras y subo la prenda viéndola de reojo para luego reír. Lo siento, supongo que cuando vea a la afectada le diría que ella cobre mi pecado.
Esta niña no tenía por qué hacerlo, y yo, no tenía por qué salvarla. Se atrevió a prender fuego, pues que ahora arda en el.
-Yo no lo hice-hablo-pero si has sido una completa tonta al abrir la boca, Arlen.
-¿Qué?
Me volteo y con una sonrisa comemierda que está especialmente dedicada hacia ella, me acerco.
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Editado: 30.03.2021