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Capítulo 37 "Muñeca de cristal"

Muñeca de cristal

 

De niña siempre fui selectiva con quien me juntaba, pero años después me acerque a quienes sabía que lastimaban.

¿Por qué lo hice?

¿Por qué aguante las sonrisas falsas y que me humillaran?

Si se suponía que tenía poder, si con un deseo mío ellos podrían haberse quedado en la calle y besado mis pies para que hable bien de ellos con mis padres.

Bueno, hay unas palabras que se cuelan en mi mente siempre:

A veces las personas más agresivas tienes algo entre manos. Una soga por ejemplo.

Al final no son tan libres y rebeldes como parecen.

Solo son cartón y un montón de cuerdas.

Solo son títeres...

Yo era el títere de Lady Catherine.

Cuando la conocí era una niña que rondaba entre los siete y ocho años. Meses antes de que Jade fuera despedida y se fuera de mi casa, Lady Catherine entró como mi niñera y a la vez mi maestra particular de ballet y ética.

Al principio todo fue bien. Ella era amable y parecía encantada conmigo. La primera máscara de la falsedad la vi con ella.

Un error, solo cometí uno y toda su máscara de amabilidad se trizó.

Fue en una fiesta en la que me enfrente a Penélope, aún estaba molesta con ella y el sentimiento parecía reciproco. Así que los gritos entre ambas y luego tirones de cabello no fueron sorpresa.

Mi actitud no fue la correcta y soy consciente de que debía recibir una reprimenda por mi comportamiento. Pues, Lady Catherine fue juzgada ya que se suponía que era mi “tutora” y maestra, además de que tenía una fama de ser alguien educada y amable.

Por ello cuando llegamos a casa trate de disculparme por mis actos pero ni pude pronunciar mucho ya que una bofetada me interrumpió.

-¡¿Tienes idea de lo que hiciste?! ¡Eres una desvergonzada! ¡Ese comportamiento no es el que te he estado enseñando!

-L-lo siento lady...

Otra bofetada fue su respuesta.

-¡Cállate!-grito enfurecida-¡No te di el permiso de hablar! ¡Te irás a la cama sin cenar y no quiero verte!

Corrí a mi cuarto a refugiarme y por primera vez, mis manos temblaban mientras ponía seguro a la puerta.

Después de eso, ella dejo de ser buena conmigo. Ante el resto lo era e incluso las empleadas la veían como alguien angelical.

Irónico...el ángel me enseñó el infierno.

Al menos una parte de este. Mientras lady Catherine me enseñó el dolor físico, mis padres se encargaron del emocional.

Fue una pésima casualidad.

Una que poco a poco, me forzó a crear una barrera defensora.

En la sociedad nadie lo parecía notar, pero no pude ocultarlo por mucho tiempo. Las personas más cercanas a mí, se dieron cuenta que algo no estaba bien. La niña extrovertida que solía defender al resto y reír por cosas tontas, ahora era alguien que solo pasaba al fondo en las fiestas, casi como si deseara pasar desapercibida.

Pero es que, empecé a tener pavor al hablar y actuar.

Si algo era incorrecto, el dolor para corregirlo me aterraba.

Alan se preocupó por mí y cuando noté eso, fue cuando más me aleje y me rodee de quienes no querían conocerme más y solo usaban mi nombre para hacerme ver como mala persona.

Se puede decir que los usé para mi conveniencia.

No se trataba de verlos como si fueran menos, sino que ellos me vieran como menos a mí.

La gente se aleja de quienes tienen mala fama. Y si nadie mostraba interés en conocerme, sería más fácil cubrir que estaba rompiéndome.

Alan me vio y le até las manos. Darwin nunca lo supo y Mark tampoco.

James...

Él siempre ha sido un caso peculiar. Desde niños me ha seguido y tratado de hablar. Aunque lo alejara y fuera grosera, él seguía sonriéndome. Eso me resultaba molesto.

¿Por qué sonríes? ¿Por qué sonrío?

Si no hay motivo para hacerlo.

Pero el motivo de quererlo lejos no era su amabilidad. Era la forma en la que me veía, casi parecía saber que algo escondía.

Pidió ser mi amigo, pero incluso a eso me negué. No lo quería cerca, pero aun con mi negativa, él siguió siendo amable.

James Lander, ese mismo niño que aleje, estaba frente a mí sonriendo otra vez.

Y como hace tiempo...el sentimiento de ver a través de mí, es bastante molesto.

-¿Qué haces aquí?-susurro pero no responde, en su lugar saca mi tacón-¡James! ¡¿Qué haces?!

Trato de retroceder cuando toca mi pie pero él lo evita manteniendo el agarre en mi tobillo. No duele, solo evita que me mueva. ¡Y eso me avergüenza!

Suelta, suelta.

-¡Suéltame!

-Solo quiero revisar.

-¡Y yo solo quiero que me sueltes!

-¿Eres consciente de tu estado?

-¿Qué?

Baja la cabeza.

-Estas llorando en medio de una cera con pies lastimados y un actitud defensiva. ¿Qué harás cuándo te suelte? Ni siquiera puedes pararte.

Mierda eso era cierto, pero su toque era extraño así que quería que se detuviera.

-Ese no es tu problema.

-Lo es.

-No me salgas con tonterías de que te importo James.

Ríe y me sorprendo, por alguna razón viro la cabeza avergonzada.

-Tontería o no, no puedo dejarte aquí.

Esas son las palabras que recibo antes de que saque mi otro taco de mi pie. Le regreso a ver de golpe y cuando se levanta, con dolor me levanto igual.

-¡Dámelos! ¡¿Con qué quieres que camine?!

-¿No es obvio? Te cargaré.

Sonrojada gruño y trato de tomar mis tacones.

-Ni lo sueñes-mascullo pero él solo ríe.

Me estiro y aunque soy alta, sus manos siendo estiradas no me permiten alcanzar mis zapatos.

-¿No te rendirás?

-¡Jamás!

-Bien, no me dejas opción.

Un grito horrorizado sale de mí cuando James lanza mis tacos por los aires. Voy a caminar pero lo evita al rodear mis piernas con sus brazos. Quedar frente a frente me desconcierta.




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