Había un calor sofocante el día de hoy, no podías ver a casi nadie en las calles al igual que en el café excepto por aquellas dos personas que se encontraban trabajando en su computadora. El día estaba siendo extremadamente tranquilo y no podía tener queja sobre eso.
Hoy me encontraba sola, Roberto o “Bobby” como él me pidió que lo llamara no vendría ya que me pidió de favor si lo podía cubrir porque tenía algo especial que hacer con su novio y acepté.
A pesar de ser cinco años menor que yo he aprendido tanto de el y se ha convertido en un gran apoyo creo que sin sus consejos no habría podido sobrevivir a estos casi ya dos meses. Es un gran chico y ha sido un placer poder haber coincidido con él en esta vida.
Estaba acomodando los ingredientes para las bebidas cuando escuché las pequeñas campanas de la puerta ya me encontraba lista para darle la bienvenida hasta que vi su rostro.
—¿Katherine? ¿Qué haces trabajando aquí? —soltó esa voz que conocía a la perfección, esa voz que yo apoye incondicionalmente pero que al final no sirvió de nada.
No contesto y me giré a seguir con mi trabajo, estaba decidida a hacer como si nadie estuviera a atrás de mí, ni si quiera entendía las palabras que salían de su boca por mas que yo quisiera entender no podía, solo esa sensación, esa horrible sensación volvía de nuevo, ese vacío en el pecho que ahora sentía más fuerte que la primera vez. Quería salir de ahí, pero de un momento a otro la tristeza se transformó en rabia y sin darme cuenta exploté.
—¡Eras mi amiga, mi mejor amiga!—grite con todas mis fuerzas
—Lo siento—susurro con evidente vergüenza.
—Se escaparon el día de mi boda, no hay nada más que decir Dayana—dije mientras unas lagrimas escurrían por mis mejillas.