Me coloque mis lentes de Sol y comencé a caminar a la estación del bus, me decidí a aceptar la invitación de Bobby después de mandarle el mensaje a Jonatan ya que de seguir encerrada en casa solo me causaría más dolor.
La playa no se encontraba muy lejos de la ciudad, el autobús se encontraba casi vacío, la playa era de mis lugares favoritos del mundo, iba con el casi todos los fines de semanas, por eso no estaba muy segura de ir, pareciera que cada rincón del mundo me recordaba lo que había perdido.
Bobby salió corriendo de la casa y me abrazo con fuerza, sus abrazos eran de las pocas cosas que me hacían sentir bien en estas últimas semanas, sentía que era querida, aunque sea por alguien.
El me presento con sus amigos eran solo cinco personas incluyéndolo a él, me esperaba a más personas al igual que un ambiente más loco, pero estaban bastante tranquilos solo estaban en la terraza escuchando música y tomando algunas cervezas. Los salude, deje mis cosas donde me indico Bobby y salí a tomar un poco de aire.
El viento golpeaba con fuerza mi rostro y alborota mi cabello, sentía como las olas del mar empapaban mis pies el agua estaba algo fría, la luz del Sol solo duraría unos minutos más.
No lo pensé mucho, entre al mar, el agua me envolvía completamente, era fría pero no tanto como el frio que me carcome el corazón, había tanta agua que mis lagrimas eran pequeñas, por un momento sentí que mi dolor no era tan grande, que mi soledad no era tan fría y que tenía algo de libertad como aquellas gaviotas que se perdían por el horizonte.
Pero aquellas sensaciones solo duraron un momento y todo se volvió gris otra vez solo quería que las olas me llevaran lejos, a un lugar donde nadie me conociera, donde no volviera a saber nada de él ni de Dayan, simplemente quería desaparecer.
Me encontraba flotando en el mar con mis ojos llenos de lágrimas, con un vacío enorme en el pecho justo donde se encuentra mi corazón y esa sensación de que jamás podía superar este dolor, que jamás podría volver a sonreír y que todo fue una mentira.
Me sumergí y grite, grite como nunca lo había hecho, quería sacar todo lo que tenía en mí, quería dejar esta vida de llorar cada dos días, de sentirme que no soy lo suficiente buena para nadie, que solo soy algo temporal, quería que todo esto acabara ya.
Después de casi tres meses pensé que ya estaría bien, pero parece que cada día estoy peor, salí del mar y me senté en la orilla, mis lagrimas seguían brotando y solo desaparecieron cuando el Sol se ocultó por fin.