Ya habían pasado unos cuantos días desde que Jonathan se había aparecido en mi hogar y desde ese momento me he sentido perdida como una bolsa de plástico que el viento se lleva.
Pero el sentimiento de tristeza no era nada comparado con el sentimiento de culpa, con el sentimiento de estupidez, de que sentirme la mujer más imbécil del planeta por haberle permitido volver entrar a mi vida, por haberle dejado hacer sentir indefensa y rota de nuevo.
Creo que todos sabemos cuando alguien no es bueno para nosotros, cuando esa persona ya nos ha lastimado lo suficiente pero aun así nosotros no nos queremos ir a pesar de todas las señales.
Una de las cosas que mas me dolió era pensar que el sigo su vida como si nada, que para él el día de nuestra rotura fue un día más, que haber terminado lo nuestro el día de nuestra boda fue algo sin importancia.
Pero al verlo en mi puerta, al volver a escuchar su voz desde hace mucho tiempo movió algo dentro de mi, algo que pensé que en estos meses se había muerto, pero sigue ahí, el verlo en mi puerta tan desesperado por verme, por hablar conmigo creo una pequeña esperanza en mi corazón.
Pero también se que debo estar lista para como valla a resultar esto, que nunca olvide como me destruyo su partida, como el me dejo rota y hasta que el quiso trato de sanarme, pero también si no hago esto quizás nunca puedo sanar de verdad.
¿Estás segura de todo esto? Me pregunte a mi misma, por que las consecuencias de lo que vas hacer pueden ser desastrosas.
Y en un impulso lo hice.
<Te veo en el parque del centro esta tarde, a las 5:00 p.m. deseo acabar con todo esto ya—mensaje enviado a las 12:46 p.m.>