Aquel amor que casi me llegó a matar

23

Ya tenía mi meta, ya sabía que quería sanar, pero ahora no sabía por dónde comenzar. Lo peor es que aun siento esa necesidad de verlo, de estar con él y se que no me hace bien pero aun así quiero tenerlo.

Nos habían avisado que la remodelación del café se extendería una semana más, de verdad necesito volver al trabajo por que siento que es lo único que me puede salvar de mis pensamientos.

Pensé en contarle a Bobby todo lo que paso con ellos dos hace unos días, pero algo me decía que el me regañaría y no quería escuchar eso ahora.

Ahora solo me quería concentrar en mi meta, pero la gran incógnita era ¿Cómo comienzo a sanar? Tenia una idea de como comenzar, pero no sabía si ya estaba lista una vez lo intente, pero todo culmino en un desastre.

Sin embargo, tenía que intentarlo una vez más, entre a mi habitación para dirigirme a mi closet y ahí estaba, una caja llena de todo lo que use el día de mi boda, mi vestido estaba casi intacto a excepción de algunas manchas por toda la carrera que realice para llegar a mi hogar, mis zapatos brillantes tanto como mi felicidad de aquel día, el velo que Jonathan se supone que levantaría para decir que si, que me aceptaría y me cuidaría para toda la vida.

Tomé la caja mientras todo un mar de recuerdos pasaban por mi cabeza, salí de mi casa y me dirigí al basurero mas cercano.

Di un gran suspiro y pensé “Que esto sea el comienzo de mi liberación”.

Arroje con todas mis fuerzas la caja al contenedor y este sonó estruendosamente.

Camine de regreso a mi casa y parecía que la vida me estaba jodiendo.

—¿En serio? —le pregunte al aire.

—Hola—me sonrió Jonathan.

—Eres el diablo—respondí a secas.

—Lo sé—dijo mientras estiraba sus manos para darme un ramo de rosas lilas.

—Creo que ni juntando todas las rosas de la ciudad podrías igual el numero de lagrimas que derramé desde el día de…—me detuve—De ya sabes que día.

Solo comencé a caminar para entrar a mi casa, pero el me detuvo el paso, no podía creer lo tranquila que estaba, lo podría haber abofeteado, insultado, gritarle, pero simplemente lo estaba ignorando.

—Pasa esta noche conmigo—susurro Jonathan.

—¿Realmente acabas de pronunciar esas palabras? —pregunto algo asombra por el cinismo de aquel sujeto.

Metí las llaves a la cerradura de mi hogar.

—¿No tienes un hijo por nacer? —pregunte con tono de burla.

—No es mío—respondió de inmediato—Ese hijo no es mío.

Me detuve, no termine de abrir la puerta. ¿Esto lo cambia todo? Aquella confesión retumbaba por mi cabeza y me preguntaba una y otra vez ¿Esto realmente lo cambia todo de nuevo?

¿Esta bien lo que hare ahora?

—¿A dónde quieres ir? —pregunte con inseguridad.




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