Yo me encontraba saliendo del baño, creo que ha sido de las mejores duchas que he tomado en mi vida.
—¿Y ahora que?—pregunto Larisa mientras me secaba el cabello.
—No tengo idea, es momento de que tu decías que hacer con lo que te resta por vivir—le sonríe y deje la toalla al costado de una silla.
—Creo que es momento de que regresé a casa—ella hablo con mucha nostalgia.
—¿Dónde planeabas vivir con él?—pregunte con algo de miedo.
—No—respondió de golpe—A mi verdadero hogar, a casa de mis padres.
—Creo que es lo mejor ahora, estar rodeado de gente que te ama es la mejor medicina—le sonríe de nuevo.
—Es lo mejor, estar aquí…—el tono de nostalgia volvió—Estar aquí solo me recuerda todo lo que ya perdí.
Me quede en silencio algo en mi me decía que ella solo quería sacar una vez más todo la amargura que tenía en su corazón.
—Tenía todo planeado, ahora estaría llegando a una hermosa playa con el tomando mi mano, recorreríamos el pueblo más cercano juntos y nos tomaríamos infinidad de fotos en cada lugar que nos pareciera lindo—hubo una pequeña pausa y después un suspiro—Pero ese era el problema, yo tenía todo planeado y él ya había dejado de amarme hace mucho, él ya había dejado de estar en sintonía conmigo.
Aquellas palabras rompieron mi corazón, yo la entendía perfectamente, entendía perfectamente ese dolor pero no podía hacer nada para ayudarla, ella tenía que sanar sola.
—Tienes que seguir avanzando, no importa cómo, no importa que tan grande sea el dolor de tu corazón, no importa que tus lagrimas no te dejen ver tu camino con claridad, tú tienes que seguir avanzando ya sea corriendo o caminando y si es necesario arrastrarte hazlo pero continúa avanzando—la tome de las manos y seque las lágrimas de sus rostros.
—¿Y qué hago si no veo el final de camino en todo esto?—su voz se quebró de nuevo.
—Es que lo importante de tu viaje nunca será el final si no todo los kilómetros que recorriste para acabarlo—le sonreí una vez más.
Ella me abrazo con fuerza, podía sentir lo acelerado que estaba su corazón y como las lágrimas surgían una vez más.
—Vas a sobrevivir a este dolor Larisa, vas a salir más fuerte, más sabia y más radiante de esto—la abrace con más fuerza.
La habitación se quedó en silencio, ella solo seguía aferrada a mí.
—Creo que es hora de que me vaya—me sonrió y se secó las lágrimas—Es momento de encontrarme a mí misma.
—Y para mí eso es lo mejor que puedes tener ahora, a ti misma, así que levanta tu cabeza y pelea chica—le transmití toda la fuerza que podía.
Ella hizo unas llamadas, solo me quede mirándola ella daba vueltas por toda la habitación, por lo que pude escuchar hablaba con sus padres y con alguien para que la viniera a recoger a mi hogar.
—Ya es todo Katherine, en unos minutos vendrán por mí—dejo el teléfono en la mesa.
—Supongo que aquí es donde nos decimos adiós—un tono de tristeza acompañó mis palabras—Fue un verdadero placer conocerte.
—No sé qué hubiera sido de mí si tu no hubieras levantado cada pedazo de mí en el parque esa noche—unas cuantas lagrimas salieron de nuevo solo que ahora se podía sentir que eran lágrimas de agradecimiento y no de dolor—Eres una bellísima persona, eres un ser de luz y lo más importante es que no importa cuanta mierda este pasando por tu cabeza siempre estas dispuesta a ayudar.
Ahora era yo la que tenía lágrimas en los ojos y no podía con aquella declaración de amor.
—Te propongo algo, veámonos cada viernes en aquella banca del parque para ayunarnos mutuamente a sobrellevar lo difícil que es vivir y lo estúpido que pueden ser los hombres—solté una pequeña risa mientras me secaba las lágrimas.
—Me parece una excelente idea y estaré completamente feliz de pasar las tardes contigo—ella me abrazo una vez más.
El sonido de un claxon nos interrumpió, ella me indico que era su señal para ir a casa yo la acompañe a la puerta.
Un señor de aproximadamente 50 años en traje abrió la puerta de la camioneta negra y se refería a ella como “Miss Larisa” parece que no era chica normal después de todo la que encontré en el parque.
—Nos vemos en unos días más querida amiga—ella tomo la bolsa de basura donde coloco su vestido y subió a la camioneta.
—Nos vemos entonces querida amiga—yo movía mi mano dándole la despedida mientras poco a poco ella se alejaba.
Verla partir significo presenciar uno de los momentos más poderosos de mi vida. Una chica simplemente yendo a reconstruirse y a encontrarse después de creer no poder seguir más.