Los golpes en mi puerta no cesaban a pesar de ya había dicho en repetidas ocasiones que en un momento la atendería.
—¿Cuál es tu problema? —abrí la puerta con brusquedad y quedé helada al ver a la otra persona—¿Qué haces aquí Dafne?
—No vengo porque tuviera muchas ganas de hablar contigo—hablo fría y grosera—Lo hecho por mi hermana.
—¡Entonces aquí termina la conversación!—hable con sarcasmo, trate de cerrar la puerta pero ella lo detuvo.
—¡Me lo debes casi arruinas el matrimonio de mis padres!—seguía con el mismo tono de enojo—Sin embargo, lo supieron llevar y ahora todo está bien.
—¡Qué suerte! ¿Pero sabes que no sobrevivió? Mi matrimonio imbécil, es más ni siquiera logro empezar—hable con sarcasmo y mi enejo ya era evidente—Y no quieres que mencione todos los detalles.
Ella se quedó en silencio, quizás le herí sus sentimientos, pero solo dije la verdad sin embargo eso no me hacía sentir mejor, no había pensado en Dayana desde aquella noche.
—No vine a pelear, es lo que menos quiero—dio un pequeño suspiro y su voz ya había cambiado completamente—¿Puedo pasar?
Ahora era yo la que no hablaba, solté un gran suspiro.
—Claro que si—le traté de sonreír, pero no pude.
Los primeros minutos fueron muy incomodos no hubo mucha platica, ella solo toma un sorbo del agua del vaso que le ofrecí, se notaba que no quería estar aquí y yo seguía sin entender que, hacia aquí, y en el momento que menos lo esperaba lanzo una pregunta que se sintió como si me tirara un balde agua fría en todo mi cuerpo.
—Katherine tú…—hubo una pequeña pausa—¿Tú ya has perdonado a mi hermana?
Un silencio se apodero de la habitación, por mi mente mil de recuerdos hicieron que un dudo en la garganta se hiciera presente, unas cuantas lagrimas salieron de mí y yo estaba confundida, muy confundida por que no entendía, no comprendía mis sentimientos.
—Para hablar de ese perdón tendría que hablar de toda la historia y no creo que quieras escucharla—una pequeña risa salió de mí, mientras secaba mis lágrimas.
—Si quiero escucharla, realmente lo necesito saber—respondió de inmediato.
—Bueno, entonces aquí vamos—di un gran suspiro, tome una pequeña pausa y continúe—Jamás paso por mi cabeza ni por un momento que nuestra amistad tuviera un final y mucho menos que acabara de esa forma, hasta el día de hoy no sé qué carajos paso ni tampoco la culpo solo a ella como todo el mundo cree.
Ella solo me miraba fijamente sin decir nada, pero podía percibir una gran tristeza en sus ojos.
—Eventualmente todo el mundo se aleja de mi o me rompen hasta hacer añicos mi corazón, a veces creo que a la gente le gusta y disfrutar mi dolor, pero con ella todo era diferente yo sinceramente creí que ya había encontrado a alguien con quien compartiría la gran parte de mi vida, pero no fue así; ¡Y no tienes una idea de cómo dolió! ¡De como sufrí por ese golpe de realidad!¡De cómo casi muero aquel día!—sentía como mis palabras desgarraban cada parte de mi ser, trata de sonreír pero las lágrimas salían una por una desde aquella herida que me dejo marcada—hubo noches donde no podía dormir pensado que hice mal, en que momento le falle para que me odiara tanto para herirme de esa forma, hubo días en donde el dolor me impidió levantarme de la cama, pero la pregunta que me atormentaba más y que ocasiones aun me atormenta ¿Qué problema tengo que están difícil amarme y es más fácil abandonarme?
Bajo la mirada, era como si tuviera vergüenza de verme a la cara.
—Ella no es una mala persona, solo cometió un estúpido error—pronuncio esas palabras con miedo.
—Lo gracioso o irónico es que si, no es una mala persona—di un pequeño suspiro—Pero ese error nos costó mucho a amabas.
Nos quedamos en silencio, me miraba esperando quizás que yo terminara mi historia.
—Aquella imagen aun me causa escalofríos Dafne, pero creo que la vida o Dios quería que yo la viera, que yo presenciara aquellos actos, estaba buscando mi ramo, lo busque por toda la capilla y ahí lo vi—tome una pequeña pausa—Él la tenía tomado justo arriba de sus caderas como solía hacerlo conmigo y dijo que la amaba, ellos se dijeron que se amaban el día de mi boda, ellos se fueron minutos antes de me casara con él.
La tristeza regreso a sus ojos, pero desviaba la mirada cada vez que yo intentaba hacer contacto.
—No merecías ese final, no merecías que te rompieran el corazón de esa manera—aun hablaba con miedo.
—No, nadie merece que le rompa el corazón de esa manera, pero eso es lo que me convirtió en lo que soy ahora—le sonríe sinceramente.
El silencio se apodero de nueva cuenta de la habitación, pero ahora no era yo la chica triste de la habitación.
—Sin embargo, dolió más perder una amiga, dolió mas perder a mi mejor amiga y dolió el doble perderla junto a quien yo consideraba el amor de mi vida—hubo otra pequeña pausa—No sabes cuánto he crecido en este proceso, cuantas lagrimas me convirtieron en lo que soy ahora, no sabes cuánto he soltado ya, no sabes cómo me he perdonado ya.
—¿Entonces eso es un sí?—pregunto con algo de duda.