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K a t h e r i n e
Las luces de la cafetería eran amenas, mi café ya se encontraba frio, mientras que Rafael ni siquiera había probado el suyo, a pesar de que nos encontrábamos en la misma mesa a unos cuantos centímetros de distancia nunca me había sentido tan lejos de él, incluso cuando estaba en otro país lo sentía más cerca de lo que siento hoy. Mientras los acordes del guitarrista seguían dando indicios de que la música en vivo estaba a nada de comenzar, me pregunte quien sería el vocalista de la banda, a los pocos minutos una joven en un entallado vestido color purpura tomo el micrófono para comenzar a cantar.
Tenía una hermosa voz que te relajaba a los pocos instantes de comenzar a escucharla, los lentos acordes de la guitarra y los delicados sonetos que provenían del piano me decían que iba hacer una canción triste, no me equivoque, al escuchar las primeras estrofas sabía que hablaba de esos amores destinados al fracaso, o esos amores que solo eran fugaz y al final uno de los dos saldría más lastimado. Conocía esa canción a la perfección, se trataba de un cover de Someone like you de Adele.
“Oí que te habías establecido, que encontraste una chica, y que ahora estas casado.
Oí que tus sueños se volvieron realidad, supongo que ella te dio cosas que yo no”
La canción seguía avanzando, sin querer comencé a cantarla entre susurros, al mismo tiempo que una melodía sin fuerza salía de mi boca note que Rafael no despego la mirada de mi dirección. Cierto brillo acompañados de una nostalgia se apoderaron de sus ojos, me baje la mirada al darme cuenta de lo irónico de la situación en la que nos encontramos. Yo cantando sobre las promesas que no se concretaron, sobre que el había encontrado a alguien más y que porque nos molestamos tanto en amor si al final solo obtendremos un desenlace amargo.
“Odio aparecer de repente, sin invitación, pero no podía permanecer alejada, no podía afrontarlo. Esperaba que vieras mi cara, y te hiciera recordar, que, para mí, no ha terminado todavía”
Me sentía extraña ya que no sabía lidiar con todo lo que me estaba pasando, me sentía imponente al no saber controlar mis sentimientos. Si bien ya conocía esta sensación, ya había lidiado con este dolor con anterioridad había algo diferente en todo esto; el problema es que yo lo quiero, el hecho de que me haya mentido y que me ocultaba semejante verdad no hacía que lo dejara de querer, ahí radicaba el mayor de mis problemas.
Ya que me gusta pensar que no todo ha sido mentira, que todo lo que compartimos no fue una siempre casualidad o mera diversión, estoy segura de que Rafael me quiere. Lo cual no ha hace la tarea de dejarlo ir más fácil.
“¿Quién podría haber sabido lo agridulce que esto sabría?
A veces permanece el amor, pero otras en cambio duelen"
Aquella última parte de la canción logro que un par de lágrimas se deslizaran por mis ya cansadas mejillas de tanto llorar estos últimos días, rápidamente con algo de vergüenza tome una servilleta de papel para deshacerse de mi rostro la evidencia de que mi corazón estaba herido. Mi acompañante no dijo ni una solo palabra, no sabía si sentía apenado de ser el causante de mi dolor o no sabía que podía decir para tratar de calmar todo lo que pasaba por mi cabeza, en cierta medida lo agradecí, agradecí que no dijera nada ya que no había palabras que pudieran calmarme.
—¿Quieres ir a un lugar más privado? —pregunto Rafael.
Lo mire con cierto recelo, supongo que hizo aquella proposición debido a mi estado, supongo que no quería que me viera vulnerable ante desconocidos, pero todo parecía indicar que mi llanto ya había cesado, sin embargo, quizás Rafael ignoraba él hecho de que no me avergonzaba llorar, a lo largo de los años he aceptado esa parte de mi ser con orgullo, en ocasiones he llegado a creer que es la parte más bonita de mí.
Jamás me arrepentiré de sentir, de querer y amar con tal intensidad, ha eso venimos a esta tierra a desbordar de amor, quien piense lo contrario no te merece. Quizás juzgaba de más a Rafael, pero con lo que paso en el lobby ahora cualquiera acción me parecía cuestionable o no me parecía sincera, algo me decía que la conversación podía resultar incómoda para ambos y que, aunque los dos éramos bastante educados, la plática podía subir de tono por lo que tenía razón, lo mejor sería salir a caminar.
—Me apetecería ir a caminar al boulevard—lance mi proposición, el asintió con la cabeza.
Levanto una de sus manos para llamar al mesero, que no tardo ni cinco minutos en darnos la cuenta, una vez que todo estaba pagado nos comenzamos a dirigir a la salida. Una vez que estuvimos en la acera la brisa del mar me hizo temblar, era un aire frio que me erizaba la piel, pero me agradaba me hacía sentir viva. Parecía que Rafael no estaba dispuesto a comenzar una conversación, así que simplemente cruce al otro lado de la calle, para caminar en la parte del boulevard que se encontraba más cerca del mar.
Yo me encontraba unos cuantos centímetros adelanta de Rafael, el había metido sus manos a los bolsillos de su pantalón, parecía que él no disfrutaba de la brisa tanto como yo. Sin querer le sonríe, al darse cuenta educadamente me respondió con una. La sonrisa de Rafael era una de mis tantas debilidades, solo de verla me recordó la primera vez que nos vimos por lo que bruscamente regrese mi mirada al frente. Escuche como los pasos de Rafael se apresuraron para que nuestros pasos por fin coincidieran. Seguimos nuestro camino hasta que parecía que ya se estaba animando a hablar, lo cual me puso nerviosa, aunque no entendía del todo el porqué.