Aquel amor que se ha consumado

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K a t h e r i n e

Me parecía absurdo la idea de salir corriendo, al final yo no había hecho nada malo, el que debía estar avergonzado de las diferentes situaciones que nos han traído a todo esto, debe ser Rafael no yo, por lo que solo apresure mi caminar sin llegar a correr. Cuando sentí que ya había avanzado lo suficiente de tal manera que me encontraba lo suficiente lejos de él, solté un gran suspiro para liberar la tensión que presionaba mi cuello también llevé mis dos manos hacia la zona en donde sentía la tensión para darme un pequeño masaje, noté que un cierto enojo se comenzó a crecer en mi mente al darme cuenta de que si yo no salía de ahí él iba a besarme ¿Qué le sucedía? ¿Acaso no es evidente que no estamos bien?

Escuche el impacto de sus mocasines en el suelo, lo cual me decía que Rafael ya caminaba a mi dirección, no mentía al decir que me conocía ya que sabía que sus acciones me habían molestado, cuando se colocó a mi lado su rostro me enseñó lo apenado que se encontraba.

—Lo lamento…solo que no puedo evitar querer besarte cada vez que te tengo cerca—susurro, ahora podía jurar que era Rafael el que se encontraba con las mejillas sonrojadas—Entiendo que por el…que por ahora es algo que no tengo permitido realizar.

Ver que hablaba de mis labios como algo que a futuro podría poseer hizo que mi rostro creará una pequeña sonrisa. De todas sus palabras parecía que la más real eran aquellas que decían que no estaba dispuesto a dejarme ir. Seguimos nuestro camino en silencio, la brisa de la noche nos envolvía, lo malo de tener el corazón herido, junto al mar, con la luna como testigo y la persona responsable de tu dolor a un lado tuyo, es que tu mente no descansa, se viene preguntando si algo pudo ser diferente.

¿Qué fue lo que pasaría si nunca hubiera llegado a mi edificio? ¿Nuestro desenlace sería el mismo? ¿Él me hubiera seguido de todas maneras? Eran decenas de cuestionamientos que no llegaban a tener respuesta, y no estaba segura si lo más sano para mi corazón era tener las respuestas. Estábamos a punto de llegar al final del boulevard, para nuestra suerte unas personas acaban de desocupar una banca que tenía vista con dirección al mar, al llegar fui la primera en tomar asiento, Rafael como todo el camino en silencio solo me siguió.

La vista era simplemente espectacular, el impacto de las olas con la arena, la brisa refrescante y la hermosa luz de la luna, podían hacer de este momento sumamente romántico desafortunadamente solo éramos dos pobres solitarios tratando de salvar lo que creíamos que era amor. Éramos dos náufragos en el inmenso mar de la incertidumbre, ahogándonos en el que hubiera pasado si desde el principio nos hubiéramos hablado con honestidad.

—Que lindo momento sería este, si tan solo estuviéramos juntos…—me di cuenta de que mis palabras salieron sin pensar, Rafael bajo la mirada, quizás no fui la única que lo pensó, más si la única que se animó a decirlo. Qué situación tan triste y desalentadora que nos encontramos viviendo fue lo que fugazmente se pasó por mi mente.

—Estamos juntos—agregó con cierta esperanza.

—Sabes a lo que me refiero…—confesé, mis palabras estaban cargadas de una enorme tristeza.

—Lo sé…Kath, sé a qué te refieres…—no era la única con la voz cansada en más de un sentido. Note que intentaba tomar mi mano, pero parecía que no quería incomodarme, por lo cual no lo hacía con más insistencia. Deslice mi mano lentamente con algo de miedo hasta que Rafael la tomo. A pesar de que solo fueron un par de días, parecía haber sido una eternidad el que nuestras pieles no habían logrado coincidir, su mano estaba tan tersa y fuerte al mismo tiempo, aunque sabía que no debía porque al final yo sería la que saldría herida comencé a acariciar su antebrazo, las punta de mis dedos jugaban haciendo caminitos en el la piel fuerte de Rafael, él solo se encontraba en silencio sin decir nada como era su costumbre en los últimos días, no despegaba su mirada del mar algo me decía que se estaba preparando para hablar.

—Italia—susurro, para después de abrir sus ojos como platos, algo me decía que su mente lo traicionó. Aunque no quería, sabía que lo mejor para los dos era que nos soltamos, lentamente tome distancia de Rafal que parecía aún estar perdido en sus pensamientos.

—Supongo que ya estás listo para hablar de lo que pasó en Italia—mi voz fue como un susurro, el solo pensar en aquello hacía que una sensación de soledad me invadiera el cuerpo sobre todo en mi pecho.

Rafael giró lentamente su cabeza, su mirada me lo había confesado aquella conversación no sería nada fácil, para ninguno de los, aunque supongo que sería más difícil para él, me preguntaba si alguna vez había contado esta historia, si alguna vez había tenido el valor de contar en voz alta cuál era la verdadera razón de la amargura de su corazón.

Solo asintió con la cabeza, pasaron unos cuantos minutos para que se animara a hablar.

—Creo que estoy listo—susurro, note que sus manos temblaban, a cada minuto que pasaba, un misterio nos envolvía, estaba algo curiosa por escuchar su historia, por contar su versión, pero algo me decía que no era un cuento de hadas y mucho menos tendría un final feliz—Ya estoy listo…si no es mucho pedir…¿Me puedes esperar en la orilla del mar?

Otra persona lo hubiera mandado al carajo estoy segura de ello, después de todo la que debía poner sus condiciones era yo no él, si quería le podía exigir que lo escuchase aquí y ahora, es más yo podía irme para nunca más volver y Rafael tenía que vivir con ello. Pero yo no era ese tipo de persona, sabía que lo podía manipular a mi antojo, pero no era algo que quisiera hacer, al final lo quería, lo quería a pesar de todo; si estaba en mis manos haría que todo este proceso fuera lo menos doloroso para ambos.




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