Aquel Chico - Namjoon

CAPÍTULO 02

—¡Espero que esto te sirva de lección Kim! 

Los tres chicos me dejan tirado en el suelo y toman su camino dando vuelta a la izquierda, perdiéndose de mi vista.

Como puedo me levanto y me sacudo el polvo de mi uniforme. 

"No de nuevo"

Sehun y sus dos tontos amigos Jongin y Minseok tenían ya un par de meses que me sacaban la vuelta cada que me veían, pero claro, hoy entregaron calificaciones parciales y, una vez más, le gané por muy poco a ese líder de los idiotas.

Me dispongo a caminar las cuadras necesarias para llegar a la farmacia del señor Lee. Ese ha sido mi lugar favorito para comprar mis suministros necesarios siempre que esos tres me toman por el cuello y me llevan al callejón que se encuentra detrás de la escuela.

En estas épocas de Junio el calor es insoportable, pero no tengo otra opción si quiero evitar discusiones innecesarias con mi pobre madre. Bastantes problemas ya tiene con mi padre como para que yo también le cause inconvenientes.

En mi mente repaso mi próxima lista de museos a visitar cuando, al dar vuelta en la intersección, me topo con la inauguración de un nuevo local. Es inusual, ya que nunca creí que una farmacia fuese abierta en una zona industrial. Supongo que por primera vez la suerte está de mi lado.

Con la firme convicción de no caminar tanto, decido entrar y echar un vistazo. 

El lugar huele literalmente a nuevo. Está muy iluminado y bastante bien abastecido.

Me pierdo por un segundo en la vista de los pasillos y mejor decido acercarme al mostrador. Allí, una joven tiene los auriculares puestos. Desde mi posición escucho la atronadora música pero no distingo qué artista es.

Ella, al notar mi presencia, se quita un audífono y me habla con voz calurosa.

—¿En qué puedo ayudarle? —Su mirada, tierna y deslumbrante, me shockea por un segundo pero hago un gran intento para que no se note.

—¿El pasillo de curación? —Siento sus ojos abrirse pero lo disimula.

—Segundo pasillo al fondo —Me indica con su níveo dedo y me dirijo por mi objetivo. 

En cuanto vislumbro lo que quiero, no tardo nada en regresar con ella y pagar en silencio.

Siento como sus fanales me escanean pero guarda silencio.

Agradezco por la atención y huyo en cuanto tengo oportunidad.

Si hubiese sabido que alguien tan brillante y gentil como ella atendía un local tan común y corriente... Jamás hubiese entrado.

Y menos pareciendo un monstruo con mi pómulo inflamandose a cada segundo.

Reviso mis pertenencias y las lágrimas que mis ojos estaban deteniendo se desbordan una a una.

¡Genial! Ahora estoy completamente seguro que aquella chica se quedó con la impresión de que soy un blandengue y un inútil.

 




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