Aquel Chico - Namjoon

CAPÍTULO 16

Mis ojos recorren una vez más la habitación y suelto mi último suspiro. El ver mi pequeña cueva prácticamente vacía hace que mi pecho se llene de congojo y pesar. Tomo la última caja, cierro la puerta y bajo las escaleras arrastrando los pies.

—¿Tienes donde quedarte? —Mamá ha estado de espectadora las últimas dos horas mientras me veía bajar mis cosas caja por caja. ¿Por qué me pregunta eso a estas alturas?

—Sí, lo tengo —En solo un día tuve que tomar dinero de mi cuenta ultra secreta para poder rentar un pequeño lugar. Fue un alivio seguir el consejo de mi abuelo y ahorrar hasta el último céntimo que no ocupaba.

En donde sea que te encuentres abuelo, gracias... me has salvado el trasero

—¿No puedes solo hacer lo que dice tu padre? —Mi madre camina hasta quedar a mi costado y tomarme por la manga de la camisa.

La diferencia de altura es estrepitosa; ella es pequeñita y delgada, con finas y hermosas facciones y por supuesto que con un alma tan pura como su rostro. Los años casada con mi padre la hicieron volverse una mujer frágil y obediente, creyendo que hacer todo lo que dice el hombre a su lado la convertirá en la mejor esposa. ¡Qué equivocada está! Es un ser humano independiente, pensante e inteligente, pero la codicia y avaricia de mi padre la ha cegado.

—Lo siento mamá, mi decisión ya fue tomada —Coloco la caja en el piso y la abrazo. Su peculiar aroma a perfume de flores me llena mis fosas nasales y siento cerrarse mi garganta. No quiero dejarla aquí, en esta casa solitaria y vacía, a expensas de que el señor Kim la siga tratando como un objeto más, pero no puedo hacer todo por todos. Si quiero ayudarla... primero tengo que tener los elementos necesarios —Prometo que vendré cada que pueda.

Quiero alargar el último buen momento de este lugar y aprieto más nuestro abrazo. La camisa comienza a mojarse y los sollozos silenciosos de mi madre me parte el alma.

—Lo siento mucho hijo... soy una pésima madre —Le froto la espalda en un intento de confortarla.

—No digas eso mamá... has sido la mejor del mundo y siempre lo serás —El nudo en mi garganta se hace más apretado y me evita continuar.

En mi cabeza la despedida no era tan dolorosa y sentimental. Todo el tiempo creí que mamá era fría y obtusa con lo que me ocurría pero estaba equivocado. Ella se preocupaba por mi aunque no lo diera a notar; sin embargo, no tuvo el valor suficiente para apoyarme en contra de las órdenes de mi padre. 

Aún no se si sentirme bien o mal con ello.

—Tengo que irme mamá, me esperan en el auto —Suelto de tajo y me deshago del abrazo. 

—Cuídate mucho hijo mío —Las manos de mi madre toman mi rostro y deposita un beso en mi mejilla.

Le sonrío provocando una mueca en lugar de una sonrisa y por fin salgo de esa casa a la que llame hogar por poco más de veinte años.

—¿Es la última? —Hoseok corre en mi dirección mientras Mi Jung eleva la vista hasta mi persona.

—Sí, es la última. Podemos irnos —Mi amigo deja la caja en el asiento del copiloto y sube a su asiento. No se como convenció a su padre que le prestara su camioneta pero se lo agradezco. 

—¿Estás listo? —Mi novia toma mi mano y me mira con ojos llenos de comprensión y apoyo. Seré cursi, pero juro que si no la tuviera a mi lado, dándome ánimos como lo ha estado haciendo, nunca hubiese tenido la valentía de enfrentarme a mi padre.

—Listo cariño —Ambos sonreímos y subimos a la parte trasera del auto. 

Mi mirada le echa un último vistazo a la residencia y suelto un suspiro. Mi Jung logra escucharme y el agarre de su mano con la mía se vuelve más fuerte. 

—Gracias por hablar con tu casero y pedirle ese pequeño cuarto para alquilarlo de forma tan abrupta. 

—Sé que no es lo mejor pero servirá por el momento.

El silencio nos envuelve y el ambiente se torna pesado. Me remuevo para poder estar más cómodo en el trayecto cuando un pequeño bulto en la bolsa de la camisa cae al piso de la camioneta.

Desconcertado, levanto lo que sea que cayó y me percató que es un sobre blanco. Mi ceño se frunce pero no dudo en abrirlo. Mi sorpresa se agranda al notar que está lleno de billetes de cincuenta mil wones. Una hoja perfectamente doblada los acompaña y la saco para leerla:

 

𝑴𝒊 𝒑𝒆𝒒𝒖𝒆𝒏̃𝒐 𝑱𝒐𝒐𝒏𝒊𝒆:

𝑺𝒆́ 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐 𝒉𝒆 𝒑𝒐𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒂𝒑𝒐𝒚𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒉𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝒚 𝒍𝒐 𝒔𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐.

𝑬𝒔𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒍𝒈𝒖́𝒏 𝒅𝒊́𝒂 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒂𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒐𝒏𝒂𝒓 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒂𝒃𝒆𝒛𝒂 𝒉𝒖𝒆𝒄𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒊𝒏𝒖𝒂𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒕𝒖 𝒔𝒖𝒆𝒏̃𝒐 𝒚 𝒏𝒐 𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒓𝒕𝒆.

𝑫𝒊𝒏𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒔 𝒍𝒐 𝒖́𝒏𝒊𝒄𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒐 𝒐𝒇𝒓𝒆𝒄𝒆𝒓𝒕𝒆. 𝑬𝒔𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒗𝒊𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒂𝒍𝒈𝒐.

𝑵𝒐 𝒐𝒍𝒗𝒊𝒅𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒓 𝒕𝒐𝒅𝒐𝒔 𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒊́𝒂𝒔.

𝑻𝒆 𝒂𝒎𝒐. 

𝑴𝒂𝒎𝒂́.

 


Mis lágrimas no pueden contenerse más y caen una a una en esa pequeña carta, desdibujando un poco las palabras de mi madre.

Mi Jung nota mi estado de ánimo y no tarda en envolverme en su brazos sin decir palabra alguna. Me suelto a llorar como nunca antes lo he hecho en mi vida y creo que es lo mejor que puedo hacer en estos casos.

El camino sigue ante mi y ya no hay marcha atrás.

Antes quería salirme de inmediato de la casa de mis padres.

Ahora, me duele el haberlo hecho.

 




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